Los resultados expresaron una
rotunda demanda de cambio. Incluso, una parte de quienes no votaron por la MUD,
lo desean. El tema es que existen diversas versiones sobre lo que hay que
cambiar, cómo hacerlo y con cual orden de prioridades.
Exponer su versión desde
el espacio de un poder público reconquistado para la democracia, sostener
firmemente una conducta de cooperación con autonomía y de control sin
obstrucción es el primer paso para el reconocimiento práctico de esta primera gran
victoria. Reconocerla, igual como se pide hacer con las derrotas, es
reflexionar sobre sus alcances y las dificultades que debe vencer para
acrecentarla.
Reconocer la victoria supone
examinar, para innovar y reformular, la estrategia que condujo al triunfo.
Explorar el modo de iniciar cambios que contribuyan a la estabilidad, de actuar
para reconstruir socialmente la economía y relanzar una propuesta avanzada
sobre la democracia. La herramienta es el
programa legislativo para el 2016, sobre el cual hay que hacer un adelanto
navideño, para reforzar la alegría general y tranquilizar a los temerosos.
Reconocer la victoria es renovar la
confianza en una política que atinó en
promover espacios de encuentro entre partidarios de proyectos distintos, la
unión entre las fuerzas de cambio y el cuidado en preservar y acumular fuerzas
frente a las tentaciones del inmediatismo y el espejismo de salidas ficticias.
Es también celebrar que tenemos un relevo dirigente que combina distintas capacidades,
experiencias y edades y que va más allá
de los cuatro Secretarios Generales y Chúo Torrealba. Ellos tuvieron éxito en
ganarle el pulso al lado autocrático del proyecto y el Estado que se nos quiere
imponer.
En medio del júbilo resulta
verdaderamente preocupante que la cúpula gubernamental intente reponer la
polarización en un marco en el cual le atribuye al cambio el propósito de
acabar con las misiones, despedir trabajadores o entorpecer la realización de
nuevas obras. Escoger la intimidación y la descalificación de la mayoría
parlamentaria, sacar de contexto,
tergiversar y acompañar de inventos la declaración de Henry Ramos no puede ser
la ocupación del presidente mientras la crisis nos devora a todos.
El presidente está a tiempo para
oír lo que la sociedad expresó con su voto. A él le corresponde abrir el
diálogo, buscar la cooperación, dedicarse a ganar el apoyo del nuevo parlamento
para abordar juntos el modo de superar los males y problemas económicos que
están ahogando a todos los venezolanos. Debería, para generar un indispensable
clima de convivencia, reconsiderar su posición respecto a la amnistía.
Los mismos votantes que sustentaron
durante años las victorias del proceso, son los que hoy lo abandonan ante la
inconsecuencia, la incapacidad y la termita de la corrupción que minó los más
altos niveles del enchufaje. Al presidente no lo derrotó la derecha ni la
guerra económica sino la gente de sectores populares emblemáticos como Catia,
23, Petare, Guayana, Guarenas o el sur del sur de Valencia. Si insiste en
profundizar sus fracasos perderá lo que le queda de apoyo social, que aún es
estimable. Enterrará la era Chávez.
El episodio sobre ANTV indica que
el gobierno está convencido de que creció en la campaña elevando la
confrontación y tocando la tecla del temor. El entrompe provocador está servido. A la MUD y a quienes votamos
por ella no nos sale responder desde un triunfalismo arrogante ni con la errónea
suposición de que para consolidar las fuerzas de cambio basta con levantar la
voz y confrontar en pelo.
Hay que reconocer esta victoria
como un comienzo. Insistir en ofrecernos, con sentido de país, como la
alternativa para lograr juntos una sociedad más justa, más democrática y con
más calidad de vida para todos.
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim
Caracas - Venezuela
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