La vida le había dado
ya motivos bastantes para saber que ninguna derrota era la última. Gabriel
García Márquez (1927-2014), escritor, novelista y periodista colombiano,
exponente del Realismo Mágico y Premio Nobel de Literatura
Así como el planeta es redondo y gira
incesantemente, así la historia humana pareciera repetirse, no en sus
protagonistas sino en los aciertos, errores y circunstancias de sus capítulos
protagonizados por el único animal sobre la tierra que tropieza dos veces con
la misma piedra: el hombre.
Ejemplo de ello es la tumultuosa historia de
Venezuela, conformada por ciclos de libertad y autoritarismo, democracias y
dictaduras, ilustrados e ignorantes, paz y violencia. Como un sube y baja, los
venezolanos no han logrado en más de dos siglos estabilizar el legado
republicano de los libertadores que creyeron en un régimen civil de derechos y
orden. La historia patria ha dado cabida a ejemplos de civismo como el de José
María Vargas y de salvajismo como el de Ezequiel Zamora. Dictadores ilustrados
como Antonio Guzmán Blanco y dictadores semi analfabetas como Juan Vicente
Gómez.
En las últimas hemos escogido por voto universal y
directo a nuestros gobernantes: 40 años de democracia imperfecta pero
democrática y 16 años de gobierno totalitario que acepta el calificativo de
“dictadura constitucional”, por el uso que hace de las leyes para doblegar a
los venezolanos y por el poco respeto que tiene a sus mandantes. A estas
alturas, nadie, dentro o fuera de Venezuela, desconoce esta historia de abusos,
barbarie y mentiras que han llevado a la ruina al país más rico de Suramérica y
a sus habitantes a la pobreza, la muerte o el exilio.
Pero cuando un pueblo se cansa y decide quitarse de
encima la opresión, como dice el Himno Nacional, no hay gobierno que lo pare. Hasta
los militares, cuyo Alto Mando tiene el deshonor de gritar en público que son
“socialistas, antiimperialistas, revolucionarios y chavistas”, han dado un paso
atrás ante esos 8 millones de votos que ordenan la entrega de la mayoría
calificada a la oposición, agrupada bajo una consigna que va mucho más allá de
los partidos: el cambio. Venezuela y todos los venezolanos, aun los que votaron
por el oficialismo, quieren cambios radicales en las políticas económicas que
les permitan acceder a un mercado sin tener que chupar medias, a viviendas sin
tener que humillarse, a pensiones sin que las tengan que agradecer como si
fuesen regalos del gobernante de turno.
Sin embargo, en una gran demostración de la
lentitud de sus procesos mentales, el Gobierno de Maduro se atreve a patalear
la decisión soberana del pueblo. En medio de sus amenazas y estupideces
demuestran la gran verdad: no saben perder y no respetan la orden de los
venezolanos de cambiar su plan de gobierno. Si Venezuela fuera una democracia
parlamentaria, ya el Gobierno habría caído. Por la vía de una renuncia, claro
está, que es lo que cabe en países civilizados y con sentido del honor. Este
Gobierno madurista, que se está quedando en el poder Ejecutivo gracias a
nuestra Constitución presidencialista, debería tener la prudencia de poner las
barbas en remojo y dejar de llamar “contrarrevolucionaria” a esta gran mayoría.
El sentido común debería obligarles a atender el
mensaje que le dirigió no una clase política de unos cuantos partidos, sino 8
millones de venezolanos, incluso chavistas, que ven el cambio no como una
sucesión política sino como una reorganización total del tipo de gobierno que
desean. Los poderes Ejecutivo, Judicial, Moral y Electoral, hoy en manos del
chavismo-madurismo, deben tener la sensatez de hacer los cambios que están
demandándoles en la administración de justicia, en la distribución de las
riquezas, en la garantía de la defensa y el Estado de derecho.
Por su propio bien, deben dejar las patadas de
ahogado que los llevan a promulgar leyes de estabilidad laboral por un período
de 3 años, o leyes para que no saquen a sus presos políticos de las injustas
rejas donde los tienen. O nombrar fuera de lapso a 12 magistrados del TSJ. O
designar ministros a candidatos que el pueblo rechazó en las urnas. Hasta el
momento, el Presidente no ha hecho esa declaración responsable que frene la
violencia de sus radicales desatados, ni ha tenido la humildad de acatar la
orden de cambio en sus políticas económicas y sociales.
Al contrario, los empleados públicos son amenazados
con mensajes de texto en sus teléfonos y en las pantallas de sus computadoras.
“Cuando al mal agradecido se le olvida quien le ayudó… la miseria le refresca
la memoria”, es una de las infames frases dirigidas a quienes ellos no están ni
siquiera seguros de por quién votó. Los bonos de servicio han sido eliminados y
hasta despidos anuncian porque la inamovilidad es solo para terminar de jorobar
a las pocas empresas privadas que quedan.
Han entendido tan poco que reinciden en conductas
infames como de incluir ilegalmente en el listado de los aspirantes del TSJ a
quien fuera el diputado presidente de la comisión de postulaciones: Elvis
Amoroso, derrotado en las elecciones, quien resulta que ni siquiera se llama
así, su postulación aparece como Elvis Eduardo Huidobro. Siempre trampeando,
este señor jamás ha sido juez ni titular de una cátedra universitaria, tampoco
ha escrito libros, no reúne las mínimas condiciones. Diosdado Cabello, quien
recibió su merecido mazazo, obedece más a su naturaleza vil que a la voluntad
popular: amenaza nombrar antes de entregar la AN a los 12 magistrados.
Mientras tanto, otra joyita de la revolución, el
gobernador de Aragua Tareck El Aissami, apaleado en su propio patio, arenga a
los violentos para ir a tomar la AN el 5 de enero. El Presidente ha anunciado
la salida de los militares del gobierno para los cuarteles. Si lo cumple, siete
ministerios que controlan 52% del presupuesto nacional serán descabezados, así
como numerosos organismos públicos. Esto viene a confirmar la versión de la
posición militar de acatamiento del resultado electoral. Que en conclusión, así
debe ser.
Mientras tanto, la frase del día es: calma y
cordura ante las patadas de los ahogados. El Gobierno está bajo la lupa de
Venezuela y el mundo, de su obediencia a las leyes y al pueblo dependerá su
permanencia. Los venezolanos solo han cambiado el poder Legislativo… por ahora.
Charito Rojas
Charitorojas2010@hotmail.com
@charitorojas
Carabobo - Venezuela
Admirada periodista. Excelente artículo. Pero tengo y debo hacerle una observación y le pido me disculpe.
ResponderEliminarEn el tercer párrafo de su artículo usted escribe:"los venezolanos no han logrado en más de dos siglos estabilizar el legado republicano de los libertadores..." y ante esa expresión me pregunto: siendo usted venezolana por qué no escribió "los venezolanos no hemos logrado...", ¿No le parece que usted también debe incluirse entre los que no hemos logrado estabilizar el legado republicano de los libertadores? Es sólo una observación que hago porque lamentablemente se ha convertido en una costumbre utilizar esa expresión sobre todo cuando se va a hacer una crítica.