Nadie en su sano
juicio desea para sí y su familia la persistencia de una sociedad económica y
moralmente aturdida como la que trató de instituir el oficialismo sobre todo en
el último trienio. El venezolano habla de caos porque percibe a diario un país
desequilibrado, de concepción brutal y hasta deforme en lo más elemental. No se
trata de un recurso lingüístico retorico para espesar un artículo de opinión
sino de evidenciar una realidad claramente palpable. La mayoría sufre el caos
por la carencia de una administración integral respecto de los deberes que
atañen a cada espacio público. Sin embargo el gobierno insiste en hacerse
llamar “socialista”.
Mientras la gente
reclama lucidez y eficiencia ante sus apremios diarios, en esa medida se
percibe el abandono en todos los ámbitos del país. No obstante que la
Constitución Bolivariana determina claramente las competencias de cada sector
público, en la “práctica socialista” no se percibe una línea de gobierno
coherente. “Todos hablan ejecutivamente de todo” mientras los conflictos se
reproducen a mayor velocidad que cada cháchara vacía.
La nueva Asamblea que
asumirá funciones mañana estará urgida de forzar con todo rigor el
restablecimiento de una concepción de Estado ordenada y coherente y, sobre
todo, útil. También de robustecer el credo liberal respecto de la Democracia y
evidenciar que sólo a través de ella se garantiza la libre opinión y la
posibilidad de participar en las decisiones relevantes tal como se garantiza en
las Constituciones verdaderamente democráticas. Todo lo demás como colectivos,
comunas y análogos, son extravíos que se desnaturalizan por su “exceso de
violencia” y carencia de preceptos constructivos.
El Parlamento también
debe afincarse en recuperar parte de la certidumbre perdida. Aunque en todas
las Democracias se hace gala de una variedad de patrones políticos y sociales,
preferiblemente dispares, es común a todas ellas el reconocimiento de cada
posición por divergente que sea. Principio negado en Venezuela a partir del año
2000. Peor aún, desde entonces se ha acrecentado el número de minorías
excluidas del “ineludible equilibrio socialista” no obstante la vanagloriada
Constitución Bolivariana “igualitaria”.
Academias,
Universidades, gremios profesionales y estudiantiles, agrupaciones vecinales,
sindicatos, entre otros, han sido relegados en los últimos 15 años por “no
transigir” con las pautas del pensamiento único exhortado por “el socialismo
del siglo XXI”. En el fondo no ha habido otra cosa que un claro propósito de
instituir un modelo de segregación social bajo dominio de élites posesionadas
tal como ocurre en los sistemas marxistas.
Penosamente debieron
transcurrir varios años de infortunios para evidenciar el fracaso del régimen
en su intento de instaurar una sociedad de masas única, a su medida. Ciertamente
existen aparentes “fenómenos de masas”, pero ello no significa que deban
acoplarse fatalmente a un modelo homogéneo. El venezolano, como cualquiera
otro, es por naturaleza de pensamiento heterogéneo. Así pues la difícil tarea
de la nueva Asamblea, entre muchas, si puede decirse así, será rehabilitar el
ejercicio de la libre ideología sin desestimar las tareas Constitucionales
propias de un Parlamento democrático. ¡Veremos pues!
Miguel Bahachille M.
miguelbmer@gmail.com
@MiguelBM29
Miranda - Venezuela
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