Conocía a Teodoro Adorno por algunas
consideraciones estéticas que había leído fuera del contexto de su obra, luego
por sus opiniones en contrario a la ontología de Heidegger; igualmente, estaba
familiarizado con la Escuela de Fráncfort por algunos artículos de Max
Horkheimer, ciertos estudios culturales de Walter Benjamín y, por supuesto, por
la obra de Herbert Marcuse, pero nada más que notas referenciales, sin mucha
profundidad.
Mi esposa tenía en su biblioteca buena parte de la
obra filosófica y sociológica de Adorno, que había utilizado en su carrera de
letras; cuando unimos nuestros libros, las obras de Adorno se la pasaron
durmiendo el sueño de esos objetos que sirven para derrochar sapiencia,
transcurrieron varios años y nunca los toqué.
Pero sucedió algo interesante en este último año,
soy un fanático de la música de películas, los sountracks, y cuando investigaba
sobre la música para films, saltó de pronto uno de los libros que, sobre el
tema, escribió Theodore W. Adorno; allí me entero que Adorno, aparte de ser un
filósofo e investigador social de reputación mundial, era también un músico de
valía, no solo era un gran conocedor de la música de maestros como
Schönberg y Stravinsky, sino que fue
compositor, con cerca de 25 piezas clásicas de su autoría, en partituras de
cámara y en ese particular género de la música atonal.
Por pura casualidad, cae en mis manos un artículo
de internet, donde se afirma que Adorno era en realidad el autor secreto de la
mayor parte de los éxitos de Los Beatles.
De pronto, al investigar el asunto, caigo en la red
de una de las teorías conspirativas más excitantes de los últimos tiempos, La
Conspiración de la Era de Acuario, que me lleva a las reuniones del grupo de
los 300, a la sociedad secreta del Club de Bildelberg, al Instituto Tavistok,
al desarrollo del proyecto el “Hombre de Manchuria”, a los experimentos con
alucinógenos de la CIA, el oscuro MK-Ultra, que hizo, entre otros muchos
experimentos grupales, sobre todo uno que desbordó todas las expectativas, el
festival de Woodstock… cada bicho de uña que surgía de esta componenda era más
malo que el otro, y entre todos ellos, estaba el aparentemente inofensivo y
brillante Theodore Adorno y sus amigos de la Escuela de Fráncfort (movimiento
intelectual alemán que fue financiado en sus inicios por un millonario
judío-argentino), como motores intelectuales de ese intento por el comunismo de
apoderarse del mundo.
Me gustan las teorías conspirativas, quizás porque
son descabelladas y fantasiosas, entiendo porqué la gente se hace adicta a
ellas; si se tiene un mínimo de paranoia, estas teorías se agarran de ese hilo
y desatan un ovillo que teníamos, sin saberlo, por dentro… pero tampoco las
deshecho del todo, como decía Foucault, “toda persona con una afección mental
ve el mundo de manera novedosa”, que no es menos real que la “normal”.
Lo primero que hice fue leerme los libros de Adorno
y los de la Escuela de Fráncfort, que estaban en mi biblioteca, con cuidado,
tratando de olvidarme de la conspiración, investigando en paralelo el marco
histórico de estos pensadores (todos perseguidos y víctimas del nazismo en la
Segunda Guerra Mundial, judíos, y en su totalidad, marxistas).
Las principales figuras de la Escuela de Fráncfort
jugaron un papel importante, como Think Tank para el Departamento de Defensa
norteamericano, buscando desentrañar el sistema nazi de gobierno; pero fueron
las vinculaciones de este grupo de expatriados profesores europeos, vinculados
a uno de los movimientos más importantes en el pensamiento de la postguerra con
importantes centros de investigaciones sociales y universidades
norteamericanas, lo que ocasionó que sus principales teorías devinieran en
experimentos, sobre todo en los temas de los mass media y la propaganda.
Estas investigaciones fueron financiadas por
importantes grupos económicos norteamericanos, algunos vinculados con las más
grandes empresas fabriles, bancos y bufetes de abogados.
Quien quiera adentrarse en esta teoría conspirativa
se va a encontrar con que el chavismo y lo que actualmente sucede en nuestro
país es fácilmente explicable, como pieza que encaja en esta conspiración
mundial, donde el proyecto de Chávez, manejado por la Cuba de Fidel y esta
situación latinoamericana de implantación de gobiernos socialistas y luego de
su agotamiento en el poder, de vuelta al sistema de libre mercado y políticas
liberales, no son movimientos espontáneos o cambios pendulares de política, son
partes de un plan mucho mayor y de alcances globales, y que responden a unos
intereses que tienen el suficiente poder y conocimiento como para manipular la
política de toda una región a su antojo.
Pues bien, según esta teoría conspirativa, la
Escuela de Fráncfort, y entre ellos, el señor Adorno, fueron quienes
suministraron ese primer y crudo know how para manipular a las masas gracias a
las enseñanzas extraídas de las experiencias del nazismo, sus teorías
sociológicas, de comunicaciones y filosóficas responden a una manera de
comprender la dinámica de las organizaciones sociales.
El profesor Adorno tuvo la oportunidad de trabajar
en Hollywood, gracias a sus conexiones con la comunidad judía, en el corazón de
la industria cinematográfica y observar y realizar una serie de experimentos
con la música para manipular pasiones y sentimientos, luego en laboratorios
especializados en universidades pudo estudiar el naciente movimiento del rock
and roll desde sus raíces en el blues, el jazz y la música country pero
concentrándose en sus efectos sobre el individuo común, muchos de estas
nociones fueron incorporadas en el arsenal de herramientas de ventas de Madison
Avenue, el centro de la publicidad de Norteamérica de esos años.
Pero volviendo a la filosofía y la visión
sociológica de este pensador y su grupo, nos advierten sobre un panorama
sombrío para la humanidad a partir de la derrota del nacional socialismo en
Alemania, el hecho del holocausto, ese exterminio masivo e industrial de seres
humanos marca un antes y un después en la historia contemporánea, un punto de
quiebre en la experiencia y el concepto de humanidad, ya el hombre deja de ser
visto como algo sagrado y aparte de la existencia para convertirse en un objeto
más del mundo al que se debe manipular para lograr resultados, esta visión
negativa de la vida hizo que Adorno cuestionara incluso la posibilidad de la
existencia de la poesía en la cultura.
Estos intelectuales y científicos europeos se
sumaron a la visión que elaboró, nada menos, el llamado “sociólogo del
capitalismo”, Max Weber, cuando pinta el panorama de un mundo cada vez más
racionalizado (la sociedad administrada), burocratizado (estatizado),
manipulado (ideologizado, narcotizado), donde se hace necesario el control
absoluto de la sociedad (totalitarismo), donde lo que importa son las cifras,
la competencia, el cálculo, los prestadores de servicios y usuarios (gestión).
De este grupo de pensadores alemanes solo Walter
Benjamin no pudo viajar al exilio a los EEUU, se suicidó ante la posibilidad de
ser capturado por los nazis, pero incluso él nos dejó unas muy interesantes
consideraciones sobre la modernidad en la crítica literaria, el arte y la
estética, pero son sus escritos sobre las urbes, sobre lo que vio en Berlín,
Moscú y París lo que llama a reflexión cuando vemos nuestro mundo convertido en
una inmensa colmena globalizada, y que conforma, base fundamental del
pensamiento de esta escuela.
Para Adorno y
Horkheimer, seguir por el camino del capitalismo, obligatoriamente
resulta en que al ser humano se le rebaja en su humanidad y, in extremis, se le
niega; alegan que, a pesar de que vivimos en un mundo de adelantos científicos,
nos hacemos cada vez más primitivos como sociedad; el capitalismo que estos
profesores vieron en New York y Los Angeles de aquellos tiempos de postguerra,
no se diferenciaban en mucho de los patrones de comportamiento y orden social
que había aplicado el nazismo en su patria, pero de nuevo, recordemos que son
pensadores marxistas.
En contra reacción nace la llamada “dialéctica
negativa”, que sería la negación absoluta de lo que ellos llaman la falsa
totalidad del pensamiento idealista (representado fundamentalmente por Hegel),
cuya intención última, así lo creen los que siguen esta teoría conspirativa, es
el desmoronamiento de la sociedad tal como la conocemos, por medio del sexo, la
droga, el rock and roll, la publicidad, las creencias New Age, la neo-lengua,
la dependencia cibernética y la manipulación total de las visiones del mundo
por los mass media; es lo que llamó la Escuela de Fráncfort, la Revolución
Cultural.
Volvemos al meollo de la teoría conspirativa de la
Era de Acuario (se le llamó de esta manera en los años 60, por algunas
consideraciones de carácter astrológicas), con el desarrollo de todas estas
técnicas de ingeniería social y de manipulación económica y mentales se hizo
posible trabajar con grandes grupos, de esta manera, la vieja idea de instaurar
un gobierno mundial, de un totalitarismo soportable y con una programa
socialista se convirtió en una certeza.
Los postulados filosóficos de esta escuela y sus
pensadores, en su contexto, son impecables; lo que no me termina de convencer
son las bases dialécticas y el examen sociológico que adelantan y sobre los que
se montan esta distopía, de la que emergió una teoría conspirativa, que puede
desquiciar fácilmente al incauto.
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Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
Miranda - Venezuela
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