Arranca un nuevo año y los líderes del gigante
asiático están haciendo un épico esfuerzo por cuantificar sus propias metas de
desarrollo en beneficio propio y de cara a quienes los observan con atención en
el mundo entero. Hasta el presente, y atendiendo a las propias palabras de los
jerarcas de la gran potencia lo que se podía esperar de la planificación de la
economía más grande del orbe era que para el periodo 2016 a 2010, el país se
enfilara a alcanzar una “mejora sustancial para su sociedad”. Nada más
impreciso que eso.
La vaguedad de este concepto ha inquietado al resto de
las economías tanto en los países que se relacionan económicamente con el
coloso, como en aquellos que sufren pasivamente los embates de las turbulencias
que el país genera con cada una sus actuaciones.
Las metas anuales de los años que nos separan del fin
de la década están siendo re-cuantificadas por parte de las autoridades
económicas, fiscales y monetarias de manera que en un par de meses se produzca
el anuncio formal, bien sea de la ratificación de la tasa de expansión
perseguida para su Producto Interno en el nivel del 7% interanual fijado a
inicio de la década o se rebaje la meta a estadio diferente.
Lo que los expertos señalan, sin embargo, es que para
que el PIB chino se duplique entre 2010 y 2020, y ello les permita acceder a
esa sociedad “sustancialmente mejorada” es preciso que este año 2016 se
alcancen un conjunto de metas complejas.
Las áreas críticas a atender son muchas y muy
variadas. Hacen falta medidas heroicas en el terreno de la reducción del
déficit fiscal, en el área del estímulo a la construcción de infraestructura,
el abastecimiento global, en la política monetaria, en el campo cambiario, en
nuevas adecuaciones de las tasas de interés, en la cobertura de la
sobre-capacidad industrial y la sobre-oferta habitacional, en el manejo de su
deuda, en la productividad y gerencia de las empresas estatales. Todo ello
requiere de reformas además de la traslación de responsabilidades del gobierno
central a los regionales o viceversa.
Ir demasiado rápido en el plan de ataque o ir demasiado despacio pudiera
no solo comprometer los objetivos de la década. Pudiera generar colapsos en
sectores vitales.
Aparte de lo numérico hay elementos no cuantitativos
en el menú chino de 2016 sobre los que el camarada Xi Jinping, en su rol de
Secretario General del Partido Comunista ha planteado exigencias que
representan importantes virajes actitudinales para los camaradas y funcionarios
en los altos estratos del poder. En la última reunión del Bureau político
celebrado a fin del 2015 quedó claro que moral y disciplina son dos tuercas que
este año serán apretadas con fuerza por la superioridad de manera de adecuar
las actitudes oficiales y de los empresarios hacia un manejo honesto del Estado
y de los negocios. También se ha propuesto Xi conseguir un acercamiento mayor
de la administración y el Partido hacia los individuos.
Así pues, 2016 puede convertirse en el año de las
grandes transformaciones en China o en el año de los grandes incumplimientos.
Para un país que ha conseguido evolucionar con prudencia y midiendo sus pasos
en su ruta hacia la primacía mundial, mientras han transcurrido milenios,
mantener tantas pelotas en el aire, puede ser una ambición imposible de
alcanzar.
Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
Miranda - Venezuela
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