No se trata de una exageración, el país está en
emergencia, pese a que el gobierno aparenta que aquí no ha pasado nada, que
todo está normal, que la mayoría se ha comido el cuento de la Guerra Económica,
la realidad es que cada día estamos peor.
Les contaré parte de la historia de un personaje, de los tantos que hay
en similar situación.
Se trata de un
ciudadano de cualquier barrio del país: Al levantarse, en vez de tener agua en
el grifo, debe asearse con un tobito, pensando que si utiliza mucha agua quizá
no la tenga en los próximos diez días, porque así es el racionamiento al que lo
han sometido. Añora un café, pero no hay, el que venden por ahí está por encima
de los mil bolívares el medio kilo. Mientras se viste para salir al trabajo, a
las cinco de la mañana, ruega a Dios que no le pase nada en la camioneta ni en
el Metro, porque ahora, hasta en el subterráneo los malandros actúan a sus
anchas.
Llega al trabajo preocupado, el dinero no alcanza, las
colas para comprar comida cada día son más largas. Cuando consigue, apenas le
dan un pollo semanal, que no rinde para
alimentarse él, la mujer y tres
muchachitos a los que tiene que además
vestir, calzar, ya ni para un helado hay. Su rendimiento laboral ha
bajado mucho y el jefe a cada rato le
reclama. Al culminar el trabajo, la zozobra continúa, ojalá la cosa esté
calmada, que no haya OLP en el barrio
porque si hay plomo, no va a poder subir a casa. Así como la otra vez que la
balacera fue tan grande que tuvo que ir a dormir a casa de
su mamá, en otro barrio, rogando a Dios que las balas no alcanzaran a su
familia. Al otro día se enteró que había caído uno de sus compadres, que dejó
la viuda, una querida y seis muchachos.
Un día cualquiera, el menor de sus hijos enfermó, lo
llevó al hospital. El niño no mejoraba.
Después de muchos exámenes la doctora le dijo que tenía cáncer. El y su esposa
no paraban de llorar. Al muchachito había que operarlo, pero en el hospital no
había insumos, le dieron una larga lista de materiales quirúrgicos. Con la
ayuda de un préstamo de la empresa, de compañeros de trabajo, comenzó la
búsqueda. Algunos no los conseguía, los que hallaba, eran carísimos. El tiempo
pasaba y el muchachito no mejoraba, había que operarlo. Mientras buscaba los
insumos, se encontró a muchos en una situación similar. Se dio cuenta que no
estaba solo en la desgracia y recibió ayuda de muchos. El tiempo confabulaba,
el niño se agravó, no hubo chance de operarlo porque se complicó. El niño
murió. Se pregunta: ¿si hubiese recibido la atención a tiempo habría podido
sanar? Se me murió mi negrito.
Noel Alvarez
noelalvarez14@gmail.com
“Gente” Generación
Independiente
@alvareznv
@beanavas
Caracas - Venezuela
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