La crisis política brasileña, que se venía gestando
desde 2013, en un giro inusitado se precipita cuando la presidenta Dilma
Rousseff interfiere con la justicia
nombrando a Lula para ocupar el ministerio de la Casa Civil que articula
la política del gobierno con las fuerzas vivas del país. En su segundo mandato,
la pupila de Lula confronta una crisis profunda de popularidad que socaba todo
el andamiaje político alcanzado por el Lulismo desde el 2003 cuando Lula llega a la presidencia y utiliza el cargo para acelerar
el cambio social, postulando la pretensión de la refundación de la República,
con lo cual acorrala a sus adversarios
políticos.
Éste comportamiento
encuentra aliados que persiguen el mismo fin político en los países del Mercosur, el cual se convierte así en un
proyecto geopolítico alterno al sistema capitalista en Sudamérica. Lula en sus dos períodos presidenciales logra
sacar a 30 millones de brasileños por encima de la línea de la pobreza con un
crecimiento importante de la economía, activando una diplomacia presidencial
directa mediante viajes y acuerdos internacionales que reactivaran el comercio
internacional del país.
Todo ello le permitió
al mandatario identificarse con el
Brasil en auge y presentarse como el promotor de la séptima economía mundial,
una potencia emergente indetenible. Este
cuadro que lo colocaba como uno de los presidentes más populares de la historia de ese país
cambia de manara drástica y en la actualidad
la figura de Lula vine siendo cercada por la justicia brasileña, a
partir del destape del caso de
corrupción en Petrobras que deja al desnudo la manera mafiosa del Partido de la
Trabajadores de detentar el poder, y a Lula como uno de sus principales capos
de la red.
De esta manera la
figura política de Lula pasa -de ser el icono de las virtudes del Lulismo
redentor- a derrumbarse poniendo en
riesgo la sobrevivencia de su proyecto político y se descalifica como negociador para recomponer
el polo entre los diferentes partidos bajo la égida del Partido de los Trabajadores. Lo más grave es que
su caída parece arrastrar de manera irremisible la estabilidad del gobierno de la presidenta y más allá aún, establece el ocaso de una tendencia dominante
en Mercosur en la primera década del nuevo siglo que pretendía adueñarse de
América del Sur y convertirla en una región desafiante frente a los centros metropolitanos del capitalismo
occidental -y en especial de los Estados Unidos- actuando con
procedimientos neo-fidelistas: un modelo
basado en el personalismo, con un anillo partidista hegemónico, un control de subsistencia de la población y limitados
derechos políticos.
La caída de este
sistema espurio pone en evidencia que Cuba no es el modelo, ya que entre los
valores recuperados en la región en su
lucha de democratización contra el autoritarismo militar que asolo la región a
mediados del siglo pasado se encuentra
la rescate histórico de los derechos humanos. Ahora al evidenciarse la burda y
corrupta técnica de poder del Lulismo
incita al ciudadano de a pie en Brasil a recuperar los lemas de la Republica de
orden y progreso y de manera terminante el rescate de la ética en la política.
Alejandro
Mendible
alejandromendibleucv1@gmail.com
mendiblealejandro@gmail.com
Caracas
– Venezuela
Enviado
a nuestros correos por
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Enrique Matheus Linares
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@UranioMomoy
Caracas - Venezuela
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