La
historia de las expropiaciones en Venezuela tiene la marca del fracaso. La
expresión que el gobierno ha utilizado es “exprópiese”, pero, a juzgar por los
resultados, su aplicación ha resultado en el equivalente a “destrúyase”. Este
ha sido, de hecho, el resultado de una política que, lejos de inspirarse en la
consecución de beneficios para el ciudadano, parece haber obedecido a una
fiebre de poder y a una presunción doblemente equivocada: calificar al
empresario como egoísta amasador de fortuna y considerar el funcionario como
vengador todopoderoso.
El
resultado, en la mayoría de los casos, reviste la forma de manejo ineficiente y
equivocado de la actividad, reducción de su producción, incremento de costos,
desvalorización de las instalaciones y equipos, estancamiento, desinversión,
acumulación de deudas, falta de mantenimiento, aumento de capacidad ociosa.
Es
un cuadro de perdedores: el empresario que ve la destrucción de su empresa, el
consumidor que ve reducida la oferta de bienes, el trabajador que ve alteradas
sus relaciones profesionales de trabajo por la presión ideológica y partidista,
el Estado que acumula pérdidas y ve reducirse el aporte fiscal y, por último,
las propias empresas estatizadas, penetradas por la corrupción y la pérdida de
los valores del trabajo, la responsabilidad y la productividad. Lo ha dicho
incluso recientemente un exministro de Industria de este gobierno, Víctor
Álvarez: “Las expropiaciones no rindieron los resultados que el Gobierno
esperaba y las empresas estatizadas terminaron quebradas por el burocratismo y
el pseudo sindicalismo que se aliaron para sabotear e impedir la participación
de los trabajadores en la dirección y gerencia”.
La
suma de estos efectos perversos de las expropiaciones contradice el artículo
229 de la Constitución. El Estado conjuntamente con la iniciativa privada
promoverá el desarrollo armónico de la economía nacional con el fin de generar
fuentes de trabajo, alto valor agregado nacional, elevar el nivel de vida de la
población y fortalecer la soberanía económica del país, garantizando la
seguridad jurídica, solidez, dinamismo, sustentabilidad, permanencia y equidad
del crecimiento de la economía, para lograr una justa distribución de la
riqueza mediante una planificación estratégica democrática participativa y de
consulta abierta. Es solo cuestión de contrastar el texto constitucional con
las realidades padecidas como resultado de una política de
expropiaciones-confiscaciones inspirada en unaposición político-ideológica
probadamente superada y ajena a la racionalidad económica. Las expropiaciones,
se hace evidente, no contribuyen a cumplir con las obligaciones constitucionales
del Estado.
Cuando
nos preguntemos por las lecciones aprendidas, sin duda habrá coincidencia en
señalar que el camino ha sido equivocado. El discurso demonizador de la empresa
privada ha perdido aceptación incluso en quienes alguna vez pudieron haberlo
escuchado como expresión idealizada de justicia social o como toma de postura a
favor de los trabajadores o de los consumidores. La verdad es que, vistos los
resultados, trabajadores y consumidores se sienten mejor –lo dicen los estudios
de opinión- cuando hay una empresa que produce, que genera empleo, que se
preocupa por las condiciones laborales de sus trabajadores, que se maneja con
criterios de eficacia y productividad y ofrece beneficios a la sociedad en
términos de producción y calidad.
Está
claro que el recurso de las expropiaciones no ha pasado la prueba de los
resultados. Insistir en ellas como salida desesperada solo agravará la
situación, máxime en las actuales circunstancias del país, en las cuales más
que nunca es preciso revisar las prioridades y jerarquizarlas para garantizar
el abastecimiento y recuperar el empleo productivo. Hace bien la Asamblea
Nacional, en consecuencia, cuando somete a consideración la Ley de Producción
Nacional. Harían bien las autoridades en revisar el resultado negativo de las
expropiaciones –evidente a los ojos de la gran mayoría- y pensar en el efectivo
aporte de la empresa privada a la satisfacción de las necesidades de la
población y a la recuperación de la economía, clamor masivo de los venezolanos.
Gustavo
Roosen
nesoor10@gmail.com
@roosengustavo
El Nacional
El Nacional
Miranda - Venezuela
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