La lucha
universitaria por un presupuesto justo y por su reconocimiento como órgano
fundamental del quehacer creativo en la sociedad venezolana es de larga data.
Fueron muchas las disputas con los gobiernos de turno para que entendieran que
las solicitudes no eran meros caprichos y que por el contrario, la contribución
de la Universidad venezolana al desarrollo del país no solo es fundamental sino
que además imprescindible.
La Universidad
venezolana ha llevado modernidad a todo el país. La red universitaria nacional
desempeña su misión a lo largo y ancho de todo nuestro territorio. Las
políticas conquistadas por las luchas universitarias han hecho de sus
profesores unas personas en continua formación. El mérito que se consigue a
través de la generación de conocimiento es el mecanismo de ascenso por
excelencia en el escalafón universitario. A diferencia de otras instituciones
oficiales, los profesores están obligados a ganarse sus cargos por la vía de
concursos exigentes, en los cuales demuestran su idoneidad para el desempeño de
la tarea que le asigna la nación: la formación de la generación de relevo que
impulsará al país por la senda del desarrollo en todos los ámbitos de su
existencia.
El recurso humano de
las universidades es, sin duda alguna, su tesoro más preciado. Es con la
sumatoria de logros y contribuciones de sus profesores, estudiantes, empleados
y obreros que la universidad amasa su capital intelectual que la va preparando
para los retos que la modernidad impone. Vivimos la era del conocimiento. Éste
es el bien más preciado de la humanidad. Hay una evidente y fuerte correlación
entre conocimiento y el desarrollo de los países. De ahí que las clases
políticas hayan entendido la necesidad de fomentar el crecimiento de las
universidades como esa especie de vivero en el cual la juventud se prepara para
mantener a su país activo y vigente en esa lucha por contribuir al
entendimiento de ese mundo cada vez más complicado en el que vivimos.
En su momento, los
gobiernos venezolanos supieron dar impulso al fortalecimiento del sector
universitario. Las becas de FUNDAYACUCHO enviaron a miles de jóvenes por el
mundo entero a formarse para, en su mayoría, regresar a incorporarse a la tarea
de sacar el país hacia la modernidad.
Lo que resulta
paradójico es que en los últimos 14 años, los momentos de mayor y continuada
bonanza petrolera, las universidades hayan sido abandonadas a su suerte y
llevadas al deterioro por un gobierno que se auto denomina revolucionario. En
un intento de paralelizar el estado, esta clase política se propuso la creación
de un grupo de universidades que se ajustaban, sin discusión, al proyecto
político que las cobija. Instituciones acríticas, en las cuales se imparte una
doctrina política que ha sido abandonada por los países que buscan el progreso.
Y es que en el caso
de las universidades, la división política comenzó a hacer estragos. Así, los
presupuestos fueron congelados por años. La capacidad de las universidades para
fomentar la investigación fue mermando hasta la asfixia. La posibilidad de
contribuir con su entorno a través de programas de extensión se extinguió por
la indolencia de una clase política que desprecia la libertad, esa que se
conquista a través del conocimiento alcanzado a través de la perseverancia, la
reflexión y la crítica.
Para nadie es un
secreto que la Universidad venezolana cuenta con recursos humanos muy bien
formados que pueden contribuir a resolver el problema eléctrico generado por la
incapacidad de este gobierno. En una expresión de desprecio, prefirieron buscar
ayuda en Cuba, donde sin duda no llegan ni siquiera a comprender la magnitud de
nuestro sistema de generación de energía.
Se dejó por fuera a
las universidades en la creación de un sistema de salud sustentable, que no
dependa de mano de obra extranjera. Cuyos médicos tengan niveles de formación
que garanticen a los pacientes una atención e primera.
Para gobiernos de
verdad única, las casas que vencen las sombras son enemigas naturales. Eso
explica el desprecio con el que se ha maltratado a la Universidad venezolana.
La verdad impuesta no resiste los embates de la crítica reflexiva, de los
señalamientos del deber ser en una sociedad que está necesitada de ejércitos de
profesionales que ayuden a reindustrializar al país. Que promuevan la formación
de una clase media mayoritaria que con su calidad de vida nos lleve a alcanzar
los niveles de un país desarrollado.
La situación actual
demuestra que la verdad única no la tiene fácil.
Jose Vicente
Carrasquero A.
botellazo@gmail.com
@botellazo
Caracas - Venezuela
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