Cuando un país entra
en una crisis terminal y todos sus indicadores sociales, morales, políticos y económicos
están en caída libre se hace indispensable convocar a los miembros responsables
de la sociedad para que inicien un proceso de reconstrucción de las
instituciones y dar paso a un proceso gradual de adecentamiento de los diversos
vínculos en la colectividad.
No hacerlo
oportunamente, y de manera pacífica e inteligente, puede tener efectos
catastróficos, porque llevaría no sólo a un estado de anomia generalizado, sino
a un estallido social que puede derrumbar los pocos cimientos sanos que, aunque
maltrechos, aún existen.
En circunstancias
como las descritas se requiere un alto nivel de solidaridad y una alta
capacidad de tolerancia para poder crear unas bases sólidas que faciliten
crear, prácticamente desde cero, todas las instituciones del Estado y depurar
las organizaciones políticas y sociales que hayan sido minadas por la
delincuencia y la corrupción.
Eso ya ocurrió en el
pasado después de la caída del muro de Berlín sobrevino la vaporización del
totalitarismo soviético y el renacer de naciones subyugadas, que poco a poco
fueron creando nuevos estados independientes y fundamentalmente democráticos.
Crisis que parecían
terminales las hubo también en nuestra región y se pudieron superar, en algunos
casos de manera traumática, pero hoy puede decirse que la inmensa mayoría
-salvo contadas excepciones- de los países latinoamericanos, han logrado crear
regímenes democráticos basados en la división de poderes y el respeto a la ley.
Lo único que no
pueden permitirse los países es perseverar en los errores en los que han caído
y llevado a la descomposición de todas las instituciones.
Emilio Figueredo
Planchart
@efigueredop
Editor de
http://analitica.com
http://www.analitica.com/
Caracas - Venezuela
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