Desde el triunfo de la MUD el 6 de diciembre del año
pasado, el TSJ ha dictado tres sentencias cruciales contra la mayoría
democrática de la Asamblea Nacional: la desincorporación de los representantes
de Amazonas, con la cual eliminó la posibilidad de que la bancada opositora
tuviese los dos tercios de la mayoría calificada, obtenida en las urnas
electorales; la reafirmación del Decreto de Emergencia Económica rechazado
previamente por el Parlamento; y el dictamen del 1 marzo que despoja al cuerpo
legislativo de todo control sobre los otros Poderes Públicos. Los tres fallos
vulneran la autonomía del Poder Legislativo y significan una clara violación de
la Carta del 99. En términos convencionales, la Sala Constitucional mantiene en
marcha un golpe de Estado seco, palaciego.
La más
grotesca de esas medidas es la última. Entre los muchos despropósitos que
contiene, la Sala Constitucional le prohíbe a la Asamblea revisar los actos de
un órgano derivado como el máximo Tribunal y pronunciarse acerca de la constitucionalidad
del nombramiento de los magistrados designados el 23 de diciembre, entre gallos
y medianoche. Los jueces se
autoaplicaron el decreto de inamovilidad laboral vigente. El Poder que los
designó, por obra y gracia de una maroma jurídica, no puede revocarlos y, ni
siquiera, emitir una opinión acerca de la legalidad de ese nombramiento.
Decidieron atornillarse a sus sillas.
¿Cuáles son
las razones del desbarro? El TSJ constituye una pieza clave de la dictadura
judicial que Nicolás Maduro trata de imponer. Necesita aplastrar la voluntad
popular desconociendo la capacidad del voto como instrumento de cambio. Prepara
el terreno para impedir que se aplique la Ley de Amnistía y Reconciliación
Nacional. No quiere ver recorriendo el país a Leopoldo López, Antonio Ledezma,
Manuel Rosales, Carlos Ortega y los jóvenes estudiantes, hoy encarcelados. Se
anticipa a la aplicación de cualquiera de los mecanismos previstos en la Carta
Magna para sustituir al primer mandatario nacional y convocar elecciones
presidenciales este mismo año.
En términos más estratégicos, allana el terreno para
aplazar de forma indefinida los comicios de gobernadores previstos para
diciembre de 2016. Evita verse rodeado por 24 mandatarios regionales opositores
que le exijan rendición de cuentas y le obliguen a transferir competencias y
recursos a los Estados. Un poco más allá, elude llegar a la elección de
alcaldes, diciembre de 2017, en la cual sufriría otra aplastante derrota y se
esfumaría definitivamente esa quimera llamada Estado Comunal. Y, de lograr esos
objetivos, se propondría la meta suprema: diferir los fatídicos comicios de
2018 en los que estaría en juego su cargo; allí los rojos perderían todo. Sería
el Apocalipsis. Al salir Maduro de la Presidencia, el nuevo mandatario, seguramente
de la MUD, gobernaría con dos tercios de la Asamblea Nacional. La alternativa
democrática tendría el poder total. Este panorama, Maduro y su pandilla,
incluidos los miembros del TSJ, lo ven con horror. Con un nuevo jefe de Estado
apoyado por amplia mayoría parlamentaria, el TSJ no podría esconderse detrás de
argumentos bizantinos.
Frente a esta posibilidad tan cercana, los magistrados
optaron por sellar su alianza con Nicolás Maduro. Están jugándose el destino
con él. En el futuro esos señores tendrán que explicarle al país por qué se
prestaron para atropellar la voluntad popular, burlarse de la Constitución y
pintar con algunos trazos de legalidad la fachada con la que la camarilla
gobernante impone su dictadura, de última generación.
La coalición -por razones políticas, ideológicas y
pecuniarias, pues los privilegios de los que disfrutan los magistrados son
enormes- entre el TSJ y Maduro parece indestructible. El porvenir de unos está
atado al del otro. Maduro se encargó de que esos nexos fueran inconmovibles.
Para salir del Presidente hay que cambiar el TSJ; y al revés.
Se corre el riego de que, a partir de ahora, los
ciudadanos no le encuentren sentido a participar en nuevas elecciones popular y
recurrir al voto como expresión de la voluntad de cambio. Este cuadro tan
complejo y delicado solo puede modificarse con presión popular, único lenguaje
que entiende el régimen. El reto es cómo desatarla y canalizar el enorme
descontento de la gente, respetando la paz, valor democrático fundamental.
Empezar por pedir a la OEA la aplicación de la Carta
Democrática Interamericana luce conveniente.
Trino Marquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
Miranda -
Venezuela
En democracia los grupos de poder son indispensables, ellos construyen el andamiaje de expresión y presión para que la institución funcione, en democracia todos los grupos ganan. Ese esquema, que no era el mejor en la Venezuela pre Chávez, pero funcionaba, fue destruido por el oferente de mentiras. Ahora lo que tenemos, lo que construyó el régimen después de haber pervertido las instituciones y ponerlas a sus bastardos propósitos. Hoy día vemos como la cúpula militar condiciona y maneja el poder desde su posición de fuerza. Hemos vuelto a prácticas decimonómicas que creímos superadas. Todos los países de América Latina se baten pendularmente entre democracia y dictadura, ahora se han inaugurado nuevas formas de dictadura como la venezolana. Parece que nuestro continente nunca podrá zafarse del caudillismo y la tutela militar, en eso llevamos más de 200 años. Nunca hemos ensayado otro modelo de gobierno, ni lo pensamos porque "la tradición" nos lo impide. Es justo y oportuno que Venezuela después de haber sufrido la peor época y debacle de su historia se plantee considerar un régimen parlamentario de gobierno para dividir aún más el poder, liberarnos de mentirosos caudillos incultos, resentidos y corruptos, y liberarnos de la corrupta tutela militar. Soldados al cuartel y políticos a construir la perfectible democracia. Venezuela está en el mejor momento para convocar Asamblea Constituyente y salir de este torbellino donde nos han metido militares y comunistas. No comprendo el temor de la MUD para convocarla, el ciudadano común seguirá a la oposición en cualquier planteamiento serio y con menores traumas que permita neutralizar el régimen de oprobio. Deseo equivocarme, no quiero pensar que no se convoca la Asamblea Constituyente mediante recolección de firmas por temor a perder curules parlamentarios. Recomiendo leer el trabajo del colega José Vicente Haro respecto a medios constitucionales y sus inconvenientes circunstanciales para expulsar a Maduro del poder. Colega Trino Márquez (también soy sociólogo) le agradezco su consideración pública a esta opinión.
ResponderEliminarEn democracia los grupos de poder son indispensables, ellos construyen el andamiaje de expresión y presión para que la institución funcione, en democracia todos los grupos ganan. Ese esquema, que no era el mejor en la Venezuela pre Chávez, pero funcionaba, fue destruido por el oferente de mentiras. Ahora lo que tenemos, lo que construyó el régimen después de haber pervertido las instituciones y ponerlas a sus bastardos propósitos. Hoy día vemos como la cúpula militar condiciona y maneja el poder desde su posición de fuerza. Hemos vuelto a prácticas decimonómicas que creímos superadas. Todos los países de América Latina se baten pendularmente entre democracia y dictadura, ahora se han inaugurado nuevas formas de dictadura como la venezolana. Parece que nuestro continente nunca podrá zafarse del caudillismo y la tutela militar, en eso llevamos más de 200 años. Nunca hemos ensayado otro modelo de gobierno, ni lo pensamos porque "la tradición" nos lo impide. Es justo y oportuno que Venezuela después de haber sufrido la peor época y debacle de su historia se plantee considerar un régimen parlamentario de gobierno para dividir aún más el poder, liberarnos de mentirosos caudillos incultos, resentidos y corruptos, y liberarnos de la corrupta tutela militar. Soldados al cuartel y políticos a construir la perfectible democracia. Venezuela está en el mejor momento para convocar Asamblea Constituyente y salir de este torbellino donde nos han metido militares y comunistas. No comprendo el temor de la MUD para convocarla, el ciudadano común seguirá a la oposición en cualquier planteamiento serio y con menores traumas que permita neutralizar el régimen de oprobio. Deseo equivocarme, no quiero pensar que no se convoca la Asamblea Constituyente mediante recolección de firmas por temor a perder curules parlamentarios. Recomiendo leer el trabajo del colega José Vicente Haro respecto a medios constitucionales y sus inconvenientes circunstanciales para expulsar a Maduro del poder. Colega Trino Márquez (también soy sociólogo) le agradezco su consideración pública a esta opinión.
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