He sido y soy opositor a este nefasto régimen que ha
dividido y engañado al país con el subterfugio de hacer creer que el modelo
social que ofrecía era el camino para la
redención e inclusión de los más necesitados. Los pésimos y desastrosos
resultados obtenidos en todos los órdenes de la vida nacional, después de más
de tres lustros de gobierno, nos indican que el ideario chavista ha sido una
perversa quimera.
La Venezuela de hoy después de 17 años de mandato de los
golpistas de 1992, no ha progresado. Los males sociales se han acrecentado a
pesar de los ingentes recursos políticos y financieros de los que dispuso el
régimen. El odio, la división del país, el envilecimiento ciudadano, la
escandalosa e impune corrupción, la inseguridad ciudadana y la exclusión social
es el legado que nos deja. Asimismo, una economía destruida, las arcas del
tesoro vacías y depredadas, carencia de
realizaciones, destrucción del aparato industrial público y privado, un
enorme déficit fiscal, una difícilmente pagable deuda interna y externa,
escasez, desabastecimiento, inflación, desempleo, son, entre otros, los índices
que representan y miden el descomunal
fracaso de la gestión económica de los golpistas de otrora. Se ha acentuado la
inseguridad jurídica, se ha hipertrofiado el tamaño del Estado, la economía
venezolana ha perdido la capacidad
generadora de empleos; el régimen ha convertido a los ciudadanos en cazadores
de canonjías en lugar de formarlos para contribuir a la ampliación de la
producción y mejorar la prestación de los servicios. Presos políticos,
exiliados, perseguidos, familias destrozadas, la ilegitimidad de desempeño, la
usurpación de funciones y la sistemática violación de la Carta Magna son otros
de los pasivos que acumula en su contra el periodo del gobierno chavista. La
incertidumbre respecto al futuro atenaza y angustia a los venezolanos. Las
visiones de irracionalidad,
improvisación, ineficiencia y corrupción de los facinerosos gobernantes se
abatieron sobre Venezuela y ejercen un efecto devastador en los valores
fundamentales de la democracia, el respeto mutuo, la tolerancia y la libertad
de actuar que representaban el ideario de nuestro pueblo y que regían la
convivencia social en nuestro país.
Responsablemente queremos y debemos poner fin al autoritarismo,
a las arbitrariedades, a la corrupción monstruosa y al desatino de quienes
conducen, por ahora, al país. La Constitución nos ofrece las vías legales y
legítimas para lograrlo y entre ellas destaca el referendo revocatorio, como el
más idóneo instrumento político del que, por los momentos, dispone la
ciudadanía para participar activamente en la construcción de un destino mejor
para nuestro país.
Por tales razones,
lo que está en juego, en estos apremiantes momentos, es el presente, nuestros
valores como sociedad civilizada, y nuestro derecho al porvenir. No nos jugamos
cosas menores. Nos jugamos el derecho a la vida: la del hombre pleno, su
libertad de conciencia, de pensamiento, de religión, de trabajo, de asociación,
de movilización, de libérrima búsqueda de su propio destino.
Esa libertad
plena que queremos rescatar tiene un gran enemigo. Se llama,
totalitarismo - el Estado es todo sobre la tierra-. Desde hace 17 años, nos
confrontamos con esa visión absolutista y negadora de la maravillosa aventura que es la vida y
las ansias naturales del hombre por su progreso individual. Y luchamos en
contra porque en esa visión totalitaria
de la sociedad se conjugan el odio, la aberrante
exclusión y la pérdida del derecho a la
libertad. De modelos similares a las
creencias del PSUV y sus adláteres, nacieron modelos de sociedad que llevaron a
la miseria, la cárcel, la muerte, al exilio y a la intransigente división
ideológica a millones de personas en
todo el mundo como es sabido que lo hicieron el nazismo, el fascismo, el
comunismo y la más reciente infeliz síntesis: el socialismo del siglo XXI.
Se nos acaba el tiempo político y material para
reflexionar y llegó el momento de asumir nuestras responsabilidades ante la
oportunidad y necesidad impostergable de revocar a quién mal conduce la suerte
de la Nación. Los ciudadanos y las organizaciones políticas de la oposición,
sin pausas ni demoras, debemos focalizar nuestra atención en la concreción de
ese derecho constitucional, en mantener, por sobre todas las cosas, el concepto
de la unidad, subordinar nuestras legítimas visiones y expectativas personales
al interés superior de la Nación. Debemos tener en mente que, con nuestros
votos revocatorios, vamos a expresar un grito redentor: ¡no podemos, no queremos,
ni nos vamos a entregar a la vesania totalitaria!
La libertad es la condición insustituible que le da
sentido a la sociedad humana; por eso
debe ser plena y hay que
defenderla. A los pueblos no se los puede conducir con el látigo, la prebenda y la mentira porque esa
es la negación del ser humano. Demasiado tiempo hemos estoicamente soportado
tal manera de gobernar.
Hagamos, con sentido de urgencia, lo que tenemos que
hacer y que sean la historia y nuestra conciencia las que nos pidan cuentas si fuimos o si resultamos
inferiores a ese compromiso que reclamamos la gran mayoría del país. Usemos como armas para
alcanzar nuestro empeño el valor de la unidad, nuestra inteligencia, convicción y voluntad de
progreso.
Pedro Luis Echeverria
pedroluis.echeverria33@gmail.com
@PLEcheverria
Miranda - Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario