"En
Venezuela, un funesto manto negro que nos llena de terror y de desesperanza nos
arropa, y la asfixia se apodera de nosotros. Buscando aire fresco, respiramos
aceleradamente, sin lograr calmar nuestra ansiedad, y alguien desde un carro
blindado lujoso con aire acondicionado y escoltado por sendos guardaespaldas
nos grita " no te desesperes que esto va a mejorar: tenemos Patria " . Pero por la enorme
ira, no pude impedir que brotaran lágrimas de mis ojos; se me olvidara la
asfixia y comencé a repetir gritando: “tenemos Patria, tenemos Patria” . Un
Ciudadano Arrecho.
Conversando
con un Psicoanalista sobre la ley de posibilidades y las reacciones humanas, el
profesional refería que el hombre obedece más a la costumbre, al hábito y a su
repetición, que a la ley de posibilidades, las cuales, generalmente, indican
las probabilidades de que suceda un acontecimiento.
A
tal efecto, decía: al analizar lo que acontece en Venezuela, es decir, que todos los indicadores macroeconómicos y
subsistenciales indican que la sociedad está a punto -o ya debería haberlo
hecho- del estallido en un enorme conflicto social y muy especialmente por
estar agobiada al carecer de todo, hasta de lo más elemental y necesario para
su sobrevivencia. Afortunadamente, sin embargo, esto no ha sucedido. ¿Por qué
no?.
Estima
el profesional de la razón y de la sin razón, que, poco a poco, el ciudadano
común, además de sentirse amenazado y con miedo, se ha ido acostumbrando a
hacer colas, cada vez más largas e inefectivas. Lo peor, cuando corona el
propósito de pasar horas esperando su turno y sólo obtiene con suerte en el
mejor de los casos un paquete de harina y otro de pasta, ese humilde ciudadano
lo cuantifica, pero también lo califica. Y se trata de que, en su afán de
calmar el hambre de sus hijos y de la familia en general, no puede distraerse
en protestas públicas, dejando a un lado la posibilidad de procurarse aunque
sea un menguado alimento.
Por
otra parte, además, esas grandes colas para comprar alimentos o medicamentos se
han convertido en excusas para faltar al trabajo y también se han transformado
en oportunidades de encuentros sociales. ¿Cómo evitar, entonces, que el llamado
a participar en protestas masivas, no sean disminuidas en su asistencia, en su
importancia y efectividad?.
Decía
el Psicoanalista, de igual manera, que esta estrategia de distracción
ciudadana, además de condimentarla con una amenazante inseguridad, fue
utilizada durante la complicada situación social en Chile, en la época del
destituido Presidente Salvador Allende. Inclusive, lo sigue siendo en Cuba, en
la tiranía de los Castro, convirtiéndose también durante más de cincuenta años en un eficiente
instrumento y protagonista de un tortuoso padecimiento dictatorial ciudadano.
De
ahí que al asistir recientemente a un foro ciudadano, integrado por vecinos e invitados especiales y en el
que surgiera la pregunta obligada de rigor, acerca de "hermano ¿y cómo ves
tú la vaina?", que la respuesta no hubiera podido ser otra que una evasiva
o un ejercicio verbal momentáneo, para no atacar de frente lo correspondiente:
"muy mal". ¿Por qué?. Quizás porque el tema al alcance de todas las
manos y mentes en ese momento, era lo más general en su existencia y eventual
daño colectivo: el de la energía eléctrica en Venezuela.
Al
intervenir en el encuentro, el razonamiento introductorio, desde luego, no
podía ser tampoco distinto al más digerible. Y es que hasta hace poco más de 10
años, Venezuela era un país exportador de energía eléctrica para Brasil y
Colombia. La nación, inclusive, era calificada como la que gozaba de la mejor
red de generación, transmisión y distribución de electricidad de toda
Latinoamérica. Es decir, disponía de un insumo necesario para todas las
actividades y el desarrollo de la vida del ser humano.
¿Y
qué pasó?. ¿A qué se debe que hoy, en materia eléctrica, y por donde se le mire, Venezuela no disponga
de un solo hueso sano, y que no exista una sola persona que, valientemente, sea
capaz de admitir que fue responsable de lo que sucedió, o cómplice por acción
u omisión del daño que se ha provocado,
en el medio de una combinación de desidia, corrupción e ignorancia?.
Superado
el preámbulo, la demanda de algunos asistentes fue acerca de la necesidad de
explicar cómo evitar que lo eléctrico se convirtiera en el principio de un
sentimiento general de país fracasado, arrollado por la fuerza de un colapso
destructor. Y la enumeración de las propuestas se hizo sin temor al error.
También a conciencia de que allí, seguramente, habría coincidencias alrededor
de –y sin entrar en el juego de apelar al cuestionamiento de 14 motores en pleno pistoneo- la
multiplicidad de opciones positivas. Porque es la verdad: soluciones existen.
Pero hay que describirlas divorciadas de la intencionalidad de preservar
intereses creados o grupales. Ya que el país, necesitado de afectos, también
clama por solidaridad, afectividad y entrega verdadera. Y de ahí las propuestas
formuladas ante amigos y esconocidos:
-Estructurar
una estrategia de desarrollo basada en un fundamento jurídico confiable para la
inversión, la producción y no exclusivamente para el consumo motivado con fines
populistas. Con producción, no habrá recesión, porque existirán inversiones
privadas, empleo de calidad, capacidad exportadora, necesidad transformadora de
la orientación educativa y de la investigación aplicada, además de una
seguridad social apegada al concepto del derecho de quien produce, no del
instrumental partidista con fines clientelares.
-El
ingreso petrolero, definitivamente, tiene que dejar de ser un patrimonio
nacional para el uso no transparente y eficiente de los gobiernos. Pero,
además, debe pasar a ser el soporte
financiero transitorio de la transformación del crudo, y el elemento motivador
de una fuerza procesadora para el consumo nacional y exportadora de bienes
transformados.
-El
dinero necesario para ir hacia la conquista inicial de ese propósito, además de
recurrir a una política fiscal, monetaria, cambiaria y social apegada a una
administración pública no delincuencial y derrochadora, se puede negociar con
organismos financieros internacionales con base en cómodos convenios. Desde
luego, la ciudadanía tiene que asumir su compromiso de la participación para
que la pulcritud administrativa y la eficiencia sean la regla, y nunca más la
excepción.
-Las
deudas actuales también se pueden renegociar. Y se puede hacer, precisamente, a
partir de la garantía de las políticas descritas, como de las ventajas de la
disponibilidad de extensiones de tierras cultivables para garantizar una
verdadera seguridad agroalimentaria con capacidad de exportación, además de
recursos pare el desarrollo de la minería metálica y no metálica.
-Convertir
al turismo, finalmente, en otra verdadera fuente de progresiva expansión
transformadora de la economía del país, evitando su sometimiento actual a la
extorsión ideológica –y cuasi constitucional- de que su existencia tiene que
ser otro apéndice de la visión estatista de la economía nacional. Venezuela sí puede ser un país turístico con
capacidad generadora de divisas, y eso implica: promover facilidades para la
inversión en desarrollos turísticos que atraigan capitales interesados, licitar
y dar en concesión a capitales nacionales e internacionales todo un sistema
vial de carreteras, ferroviarias, fluviales y aéreas garantizando una fluida y
segura intercomunicación nacional.
-Destrabar
el desarrollo agropecuario,
agroindustrial, de mercadeo y comercial venezolano, y convertirlo en el producto cierto del
ejercicio ciudadano de los Derechos Económicos constitucionales. Desde luego,
erradicar el concepto del estado empresario y, en una primera fase, venderle al
sector privado, es decir a emprendedores, trabajadores y ciudadanos con
capacidad ahorros, las industrias, fincas, negocios o comercializadoras en
poder del Estado, con excepción de lo que eufemísticamente denominan industrias
básicas.
-Por
último –y no por ello menos importante-
superar la histórica condición de la inestabilidad política venezolana,
vinculada a la rémora cultural de las frágiles teorías relacionadas con el
patriotismo, la soberanía y la duda de la propia sociedad nacional en su
capacidad para ser una expresión de dominio, sin generar desconfianza en la
relación del país con el resto del mundo económico global. ¿Quiere ser Venezuela un país realmente
democrático? ¿Cómo conciben la Democracia los venezolanos?. Los Poderes
Públicos, su funcionamiento y su desempeño tienen que pasar a ser una
demostración del sistema de Gobierno que se elija, es decir, de garantía plena
de la vigencia de los derechos humanos.
Luego
de una necesaria pausa, algún interlocutor preguntó sin titubeos: "¿Y cómo crees que podemos lograr
eso?". La respuesta, sin evasivas
ni rebuscamientos conceptuales, tampoco podía ser otra: "Amando a nuestra
Patria. No repitiendo el episodio destructor y antinacional de los últimos
años. Porque odiando al país y al vecino de trabajo, nunca dejaremos de estar a
la cola del Continente”.
Egildo
Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
Fedecamaras
Fedenaga
Miranda
- Venezuela
Eviado
por
ebritoe@gmail.com
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