lunes, 11 de abril de 2016

EGILDO LUJÁN NAVA, 14 MOTORES EN PLENO PISTONEO

"En Venezuela, un funesto manto negro que nos llena de terror y de desesperanza nos arropa, y la asfixia se apodera de nosotros. Buscando aire fresco, respiramos aceleradamente, sin lograr calmar nuestra ansiedad, y alguien desde un carro blindado lujoso con aire acondicionado y escoltado por sendos guardaespaldas nos grita " no te desesperes que esto va a mejorar:  tenemos Patria " . Pero por la enorme ira, no pude impedir que  brotaran  lágrimas de mis ojos; se me olvidara la asfixia y comencé a repetir gritando: “tenemos Patria, tenemos Patria” .  Un Ciudadano Arrecho.

Conversando con un Psicoanalista sobre la ley de posibilidades y las reacciones humanas, el profesional refería que el hombre obedece más a la costumbre, al hábito y a su repetición, que a la ley de posibilidades, las cuales, generalmente, indican las probabilidades de que suceda un acontecimiento.  

A tal efecto, decía: al analizar lo que acontece en Venezuela, es decir,  que todos los indicadores macroeconómicos y subsistenciales indican que la sociedad está a punto -o ya debería haberlo hecho- del estallido en un enorme conflicto social y muy especialmente por estar agobiada al carecer de todo, hasta de lo más elemental y necesario para su sobrevivencia. Afortunadamente, sin embargo, esto no ha sucedido. ¿Por qué no?.

Estima el profesional de la razón y de la sin razón, que, poco a poco, el ciudadano común, además de sentirse amenazado y con miedo, se ha ido acostumbrando a hacer colas, cada vez más largas e inefectivas. Lo peor, cuando corona el propósito de pasar horas esperando su turno y sólo obtiene con suerte en el mejor de los casos un paquete de harina y otro de pasta, ese humilde ciudadano lo cuantifica, pero también lo califica. Y se trata de que, en su afán de calmar el hambre de sus hijos y de la familia en general, no puede distraerse en protestas públicas, dejando a un lado la posibilidad de procurarse aunque sea un menguado alimento.

Por otra parte, además, esas grandes colas para comprar alimentos o medicamentos se han convertido en excusas para faltar al trabajo y también se han transformado en oportunidades de encuentros sociales. ¿Cómo evitar, entonces, que el llamado a participar en protestas masivas, no sean disminuidas en su asistencia, en su importancia y efectividad?.

Decía el Psicoanalista, de igual manera, que esta estrategia de distracción ciudadana, además de condimentarla con una amenazante inseguridad, fue utilizada durante la complicada situación social en Chile, en la época del destituido Presidente Salvador Allende. Inclusive, lo sigue siendo en Cuba, en la tiranía de los Castro, convirtiéndose también durante  más de cincuenta años en un eficiente instrumento y protagonista de un tortuoso padecimiento dictatorial ciudadano.  

De ahí que al asistir recientemente a un foro ciudadano, integrado  por vecinos e invitados especiales y en el que surgiera la pregunta obligada de rigor, acerca de "hermano ¿y cómo ves tú la vaina?", que la respuesta no hubiera podido ser otra que una evasiva o un ejercicio verbal momentáneo, para no atacar de frente lo correspondiente: "muy mal". ¿Por qué?. Quizás porque el tema al alcance de todas las manos y mentes en ese momento, era lo más general en su existencia y eventual daño colectivo: el de la energía eléctrica en Venezuela.

Al intervenir en el encuentro, el razonamiento introductorio, desde luego, no podía ser tampoco distinto al más digerible. Y es que hasta hace poco más de 10 años, Venezuela era un país exportador de energía eléctrica para Brasil y Colombia. La nación, inclusive, era calificada como la que gozaba de la mejor red de generación, transmisión y distribución de electricidad de toda Latinoamérica. Es decir, disponía de un insumo necesario para todas las actividades y el desarrollo de la vida del ser humano.

¿Y qué pasó?. ¿A qué se debe que hoy, en materia eléctrica,  y por donde se le mire, Venezuela no disponga de un solo hueso sano, y que no exista una sola persona que, valientemente, sea capaz de admitir que fue responsable de lo que sucedió, o cómplice por acción u  omisión del daño que se ha provocado, en el medio de una combinación de desidia, corrupción e ignorancia?.

Superado el preámbulo, la demanda de algunos asistentes fue acerca de la necesidad de explicar cómo evitar que lo eléctrico se convirtiera en el principio de un sentimiento general de país fracasado, arrollado por la fuerza de un colapso destructor. Y la enumeración de las propuestas se hizo sin temor al error. También a conciencia de que allí, seguramente, habría coincidencias alrededor de –y sin entrar en el juego de apelar al cuestionamiento de  14 motores en pleno pistoneo- la multiplicidad de opciones positivas. Porque es la verdad: soluciones existen. Pero hay que describirlas divorciadas de la intencionalidad de preservar intereses creados o grupales. Ya que el país, necesitado de afectos, también clama por solidaridad, afectividad y entrega verdadera. Y de ahí las propuestas formuladas ante amigos y esconocidos:  

-Estructurar una estrategia de desarrollo basada en un fundamento jurídico confiable para la inversión, la producción y no exclusivamente para el consumo motivado con fines populistas. Con producción, no habrá recesión, porque existirán inversiones privadas, empleo de calidad, capacidad exportadora, necesidad transformadora de la orientación educativa y de la investigación aplicada, además de una seguridad social apegada al concepto del derecho de quien produce, no del instrumental partidista con fines clientelares.

-El ingreso petrolero, definitivamente, tiene que dejar de ser un patrimonio nacional para el uso no transparente y eficiente de los gobiernos. Pero, además,  debe pasar a ser el soporte financiero transitorio de la transformación del crudo, y el elemento motivador de una fuerza procesadora para el consumo nacional y exportadora de bienes transformados. 

-El dinero necesario para ir hacia la conquista inicial de ese propósito, además de recurrir a una política fiscal, monetaria, cambiaria y social apegada a una administración pública no delincuencial y derrochadora, se puede negociar con organismos financieros internacionales con base en cómodos convenios. Desde luego, la ciudadanía tiene que asumir su compromiso de la participación para que la pulcritud administrativa y la eficiencia sean la regla, y nunca más la excepción.

-Las deudas actuales también se pueden renegociar. Y se puede hacer, precisamente, a partir de la garantía de las políticas descritas, como de las ventajas de la disponibilidad de extensiones de tierras cultivables para garantizar una verdadera seguridad agroalimentaria con capacidad de exportación, además de recursos pare el desarrollo de la minería metálica y no metálica.

-Convertir al turismo, finalmente, en otra verdadera fuente de progresiva expansión transformadora de la economía del país, evitando su sometimiento actual a la extorsión ideológica –y cuasi constitucional- de que su existencia tiene que ser otro apéndice de la visión estatista de la economía nacional.  Venezuela sí puede ser un país turístico con capacidad generadora de divisas, y eso implica: promover facilidades para la inversión en desarrollos turísticos que atraigan capitales interesados, licitar y dar en concesión a capitales nacionales e internacionales todo un sistema vial de carreteras, ferroviarias, fluviales y aéreas garantizando una fluida y segura intercomunicación nacional.

-Destrabar el desarrollo agropecuario,  agroindustrial, de mercadeo y comercial venezolano,  y convertirlo en el producto cierto del ejercicio ciudadano de los Derechos Económicos constitucionales. Desde luego, erradicar el concepto del estado empresario y, en una primera fase, venderle al sector privado, es decir a emprendedores, trabajadores y ciudadanos con capacidad ahorros, las industrias, fincas, negocios o comercializadoras en poder del Estado, con excepción de lo que eufemísticamente denominan industrias básicas.

-Por último –y no por ello menos importante-  superar la histórica condición de la inestabilidad política venezolana, vinculada a la rémora cultural de las frágiles teorías relacionadas con el patriotismo, la soberanía y la duda de la propia sociedad nacional en su capacidad para ser una expresión de dominio, sin generar desconfianza en la relación del país con el resto del mundo económico global.  ¿Quiere ser Venezuela un país realmente democrático? ¿Cómo conciben la Democracia los venezolanos?. Los Poderes Públicos, su funcionamiento y su desempeño tienen que pasar a ser una demostración del sistema de Gobierno que se elija, es decir, de garantía plena de la vigencia de los derechos  humanos.


Luego de una necesaria pausa, algún interlocutor preguntó sin titubeos:  "¿Y cómo crees que podemos lograr eso?".  La respuesta, sin evasivas ni rebuscamientos conceptuales, tampoco podía ser otra: "Amando a nuestra Patria. No repitiendo el episodio destructor y antinacional de los últimos años. Porque odiando al país y al vecino de trabajo, nunca dejaremos de estar a la cola del Continente”.

Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
Fedecamaras
Fedenaga
Miranda - Venezuela
Eviado por

ebritoe@gmail.com

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