VENTANA DE PAPEL
Aunque existen muchas formas forma de robar y de abusar, muchas de ellas
son legales. Las leyes permiten y amparan delitos cometidos bajo condiciones
especiales. Los mismos legisladores son parte interesada y por tanto, juegan a
la impudicia amparando fechorías que disfrazan para suponer actos de legítima
facturación. Con base en tan absurdos criterios pero ciertos y contundentes, se
consolidan estados-naciones. Sobre todo, aquellos política y económicamente
encarecidos por el despotismo, la arbitrariedad y el autoritarismo propio de
regímenes que se suscriben a modelos políticos intransigentes.
Por muchos valores políticos y morales que exalte la Constitución de un
país, no necesariamente el ejercicio de su gobierno es significado de
solidaridad, tolerancia y dignificación de la persona. Generalmente, las
realidades son demostrativas de condiciones bastante alejadas de la teoría que
registra la ciencia política o la ciencia administrativa.
A pesar de protestas que objetan la indebida apropiación de la economía
por parte de un Estado retorcido por la obstinación, incapacidad y resentimiento
de sus artífices, ha venido fortaleciéndose la idea de consolidar un Estado
absoluto. De un Estado en manos gubernamentales pues en el propósito de
centralizarlo y dominarlo todo, está la razón de un gobierno suspendido sobre
los fundamentos que le proporcionan el manejo del Estado desde una perspectiva
que abarque la mayor parte de lo que puede fungir o ser declarado de interés
estratégico. Sólo que los criterios para calificar el carácter estratégico de
algún elemento público-nacional, es potestad de una sola parte y que no es otra
que la representativa del gobierno.
Es el caso específico de cuanto sucede en Venezuela provocando la
degeneración de procesos fundamentales para la vida de la nación. Sobre todo, a
consecuencia de ambiciones de gobernantes que siguen viviendo sin escrúpulo
alguno. Sólo, atendiendo intereses personales obviando todos aquellos que
configuraron promesas de campaña electoral. Ha sido así como el concepto de
igualdad que suscribe la Constitución Nacional, ha resultado tristemente un
“saludo a la bandera” para no decirlo con la beligerancia que merece el hecho
de repudiar tanta desvergüenza asentida en cada decisión gubernamental.
El concepto de “igualdad” pareciera no comprenderse en su exacta
acepción. No solamente ha sido descontextualizado en su ámbito político.
Igualmente, social y económicamente lo cual trastocó la naturaleza de la
democracia pretendida habida cuenta de ser un valor que en principio asistió la
necesidad que vieron los griegos hace más de dos mil quinientos años para
validar el sentido y composición de la democracia.
De manera que resulta incomprensible utilizar el término “igualdad” para
rellenar frases que exaltan libertades y derechos humanos y que luego se tornan
huecas en su aplicación por cuanto su interpretación es vulgar y alevosamente
manipulada. El “quítate tú para ponerme yo”, tal como suena, es consecuencia de
la manera demagógica como es traducido el concepto de “igualdad” cuando se
impone la arbitrariedad como recurso de dominación. O cuando se actúa según el
crudo aforismo de: “lo ancho para mí, lo angosto para ti”. De ahí que las
tiranías buscan someter sus pueblos con el manejo perverso de situaciones
coloreadas con el valor “igualdad” sin siquiera considerar el talante moral y
semántico de su contenido filosófico. Por eso, en cualquier régimen
autocrático, y es la patética realidad que se asoma en Venezuela, se tiene la
desigualdad como expresión de dictadura.
Cuando un gobierno actúa al margen de fundamentos de teoría económica dirigidos
a reordenar la vida nacional en función a objetivos que impulsen la calidad de
vida, le toca actuar contrariamente a la lógica. Así justifica el gasto
realizado sin posibilidad de garantizar resultados loables.
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Merida - Venezuela
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