CHINA HOY
No había calentado aun la silla presidencial Donald Trump cuando tomó la
importante decisión de abandonar el Acuerdo Transpacífico que unía estratégica
y comercialmente a los Estados Unidos a otras 11 naciones ribereñas del gran
océano. El significado de esta decisión
de dar un paso atrás en un compromiso que apenas tiene un año de vida es más
simbólico que otra cosa, ya que había pocas posibilidades que el mismo pasara
el filtro del Congreso estadounidense, tan necesario como la ratificación
parlamentaria de los otros Estados asociados.
Lo que sí es claro es que los Estados Unidos renuncian, con ello, a la
puesta en marcha a futuro de un inmenso mercado común de un perfil similar al
de la Unión Europea, que habría agrupado dos veces su población y acaparado 40%
del comercio universal.
Dentro del ánimo del nuevo presidente está presente su temor al
debilitamiento de su país como consecuencia de las facilidades comerciales y
tarifarias que tal esquema habría concedido a terceros en detrimento
propio. Pero además, y no menos
importante, este gesto deja translucir el temor a que China se fortalezca
concomitantemente, lo cual es un hecho a evitar a toda costa.
No hay tal cosa como una guerra comercial en puertas con la China. La
migración de las grandes transnacionales de China hacia Norteamérica comenzó
hace muchas lunas y nada tiene que ver con ello la llegada de Donald Trump. Lo
que sí es claro es que la gestión presidencial de este polémico líder no va a
tener un signo de suma en torno a China, sino exactamente lo contrario. Un
elemento distintivo de los tiempos de Donald Trump va a tener que ver con la
obsesión proteccionista del Jefe del Estado. La razón es simple: una debilidad
que se manifieste en el desempeño norteamericano equivale a lo mismo que el
fortalecimiento de su más inmediato contendor. Vista desde esta óptica, la
China de Xi es y será siempre una piedra en el zapato para Washington.
Bastante más diciente que este hecho de implicaciones económicas son los
eventos de naturaleza política que han asomado en los últimos días en la relación
entre las dos primeras potencias planetarias, en los que el ánimo de Trump de
pisarle los cayos a China está mucho más presente y envuelve temas de gran
calado que en Beijing van a tener dificultad en digerir.
Me refiero a la política de “una sola China” que Trump no tardó en
cuestionar desde su propia campaña presidencial. El tema de la unidad
territorial que envuelve a Taiwan es un elemento que tiene una capacidad
movilizadora en el ánimo chino de mucha mayor trascendencia que el comercio
internacional o las inversiones y la creación de puestos de trabajo. Ese tema
lo entiende el chino de la calle sin mucha explicación y ese tópico si podría
llegar a ser aglutinante e incendiario. Se equivoca mucho el nuevo mandatario
norteamericano si su política exterior se inaugura desafiando elementos
culturales de tanto peso para el hombre de a pie en el Imperio del Centro.
En definitiva, tal
como asegura el profesor de Harvard Joseph S. Nye Jr., autor de “Is the
American Century Over?”, el nuevo presidente debe tender a evitar errores de
cálculo, percepciones erróneas y, sobre todo, decisiones impulsivas. Y, diría yo, debería reservar sus actuaciones
inmediatas en materia de relaciones exteriores para todo aquello que redunde en
un beneficio neto para su país. Cualquier otra cosa podría resultarle
enormemente costoso.
Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
@BeatrizdeMajo1
Internaccionalista
El Nacional
Miranda - Venezuela
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