DERECHOS CONSTITUCIONALES
El
derecho a protestar pacíficamente está garantizado en nuestra Constitución,
como lo está la separación de Poderes. El principio de que el pueblo es el
soberano (no el régimen) está también grabado en nuestra Constitución tal como
lo está la defensa de los DDHH. El pueblo sólo delega indirectamente el
ejercicio de esa soberanía cuando los Poderes se acogen a la Constitución y
respetan la decisión expresada en sufragios libres.
Cuando
la decisión del pueblo es violada por uno de los Poderes, como ocurrió cuando
la Sala Electoral pretendió acusar un fraude en las elecciones del Estado
Amazonas (sin adelantar un juicio ni convocar nuevas elecciones), ese Poder
está violentando la soberanía del
popular. Lo hizo para birlarle al pueblo la mayoría de las 2/3 partes que este
le entregó a la oposición en el Congreso.
El
equilibrio de los Poderes ha desaparecido y con ello la democracia ha dejado de
existir. Un TSJ -irregularmente
designado por una repudiada y moribunda Asamblea Nacional que estaba a
punto de exhalar su último aliento- se ha enseñoreado en el país.
Cuando
la Sala Constitucional pretende acusar de desacato a un Parlamento legítimo
(sin estar para ello facultada por nuestra Constitución) también está
violentando la soberanía del pueblo, máxime cuando pretende arrogarse funciones
que solo corresponden al Poder Legislativo. Al hacerlo rompió el hilo
constitucional como lo denunció la Fiscal General de la República.
Y
como si fuera poco la corrupción y el narcotráfico, en los más altos niveles
imaginables, llenan de vergüenza a unos ciudadanos que no saben explicarle al
mundo cómo es posible que esto haya llegado a ocurrir en nuestro país.
El
pueblo salió el 19 de abril a protestar, tal como lo hizo en esa misma fecha en
1810, iniciando así el proceso de independencia de Venezuela. En este 19 de
abril de 2017 cerca de 2,5 millones de caraqueños repitieron lo que le habían
dicho a Emparan: "Fuera, fuera, no lo queremos".
Y
a partir de allí el pueblo ha seguido en la calle, reclamando sus derechos,
pacíficamente, a pesar de la arremetida con la cual el régimen y sus grupos
armados lo han atacado.
El
régimen está acorralado. Pretende a la fuerza implantar un modelo socialista
que los venezolanos rechazaron expresamente en el Referendo Constitucional del
2007. Ese modelo que de espaldas a la soberanía popular pretende imponer el
régimen, además de ilegal, sólo ha servido para arruinar a Venezuela.
Hoy
nuestra economía colapsó. Padecemos la inflación más alta del mundo y
probablemente la mayor contracción económica del planeta. Destruyeron uno de
los aparatos productivos que, aunque en problemas, era uno de los más prósperos
del continente. Empobrecieron a la población en términos inaceptables al
extremo que hoy el 82% de los venezolanos viven por debajo de la línea de la
pobreza y el 50% en pobreza extrema, conforme a estudio de las Universidades
Central de Venezuela, Católica y Simón Bolívar. Destruyeron también a PDVSA,
que para poder seguir operando requiere hoy de tan abultados auxilios
financieros del BCV que se ha transformado en la causa principal de la atroz
inflación que nos afecta. Dejaron a Venezuela aislada financieramente del
mundo, ya que ninguna institución seria le otorgaría financiamientos sin contar
con la autorización de la AN. Arrasaron con nuestros campos. Están acabando con
las reservas en oro del BCV a través de oscuras operaciones de SWAP.
Hipotecaron en un 100% a CITGO, que es el principal brazo comercializador de
nuestro petróleo. Pretenden crear empresas mixtas sin la aprobación de la AN.
Expropiaron a infinidad de empresas que antes eran productivas y ya no lo son y
hundieron al país en una crisis humanitaria sin precedentes.
Por
eso el bravo pueblo está en la calle. Pocas veces en la historia se han visto
manifestaciones tan numerosas y otras ciudades del país siguen el ejemplo que
Caracas dio.
Y
no es para menos. Es un fenómeno humillante que, conquistando a un solo hombre,
un país pequeño y pobre haya podido apoderarse de otro país grande y rico,
succionándole sus riquezas e imponiéndolo un modo de vida extraño a su
idiosincracia.
La
paciencia de los venezolanos ya superó todos los límites. También la paciencia
de la comunidad internacional. En Venezuela soplan vientos de cambio. Una gesta
heroica y cargada de ética se está desarrollando en el país. Un pueblo armado
solamente con la Constitución y la ley se está enfrentando con un régimen
descarrilado que anuncia estar dispuesto a todo con tal de aferrarse al poder.
Ya
no hay marcha atrás. Retroceder implicaría arrodillarse ante una tiranía y
resignarnos a ser nuevamente una colonia.
Jose Toro Hardy
petoha@gmail.com
@josetorohardy
Miranda - Venezuela
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