ALTÍSIMA
TENSIÓN POPULAR
La cobarde
narcodictadura de Maduro pretende que nos acostumbremos a vivir dentro del
drama de la violencia y la muerte ordenando a sus grupos paramilitares o
brigadas de choque que atenten contra la oposición y un pueblo declarado en
rebelión por las miserables condiciones de vida que el régimen genocida lo
obliga a padecer.
La violencia se
intensifica en un in crescendo escalofriante que se ha topado con una población
resteada, sin miedo, hambreada y harta de un gobierno nefasto, ladrón y
fracasado. Ya no es la clase media pauperizada la que sale a la calle, son los
barrios que aun con las amenazas de los colectivos asesinos armados por la
dictadura se aprestan, a punta de cacerolas, a exigir la salida de Nicolás
Maduro de un cargo que siempre le quedó grande.
La salvaje represión de
los últimos días ha manchado de sangre las calles del país: o son las fuerzas
represivas o los colectivos, o juntos, quienes han desatado un feroz terrorismo
de Estado. Matar por una fijación política, como el trasnochado socialismo, es
una acción terrible. Hacer que los “colectivos” se impongan por la armas y
maten a personas inocentes no tiene justificación en un sistema de libertades
donde todo se podría defender con argumentos y no con tiros; pero no vivimos en
democracia sino en dictadura, donde se impone por la fuerza y el terror el
criterio de unos pocos. Estamos frente a un vulgar dictador que aniquila a un
pueblo y viola sistemáticamente los derechos más elementales de las personas,
como el derecho a la vida.
No se puede esperar
otra actuación de un régimen atrincherado, infectado de narcotraficantes
señalados con pruebas por la DEA; con un Tribunal Supremo de Justicia presidido
por un ex convicto por homicidio, y la mayoría de sus magistrados sin cumplir
los mínimos requisitos académicos; a esto se suma la actuación de una
Defensoría del Pueblo que ignora las gravísimas violaciones de los derechos
humanos y cuyo iracundo titular exhibe un descontrol muy singular en las redes,
similar al que produce el uso y abuso de sustancias prohibidas, como los
esteroides anabolizantes. En algún momento todos serán sometidos a la justicia
internacional por delitos de lesa humanidad.
Estamos ante un
escenario de altísima tensión popular y militar en contra del régimen, que
constituye una prueba de resistencia para el país democrático; tenemos la mayor
cantidad de presos políticos desde la dictadura del general Juan Vicente Gómez,
con líderes inhabilitados, dirigentes presos o en el exilio; entonces, el
régimen acorralado se juega la ficha de convocar las aplazadas elecciones
regionales con la seguridad de que los predecibles dirigentes partidistas
dentro de la Mesa de la Unidad Democrática muerdan el anzuelo y le laven la
cara a la dictadura, aceptando un proceso electoral cargado de fraude e
irregularidad, y evitando así su salida y el llamado a elecciones generales
como exige más de 90% del país y espera la comunidad internacional.
La dictadura está
caída. Está en manos de la dirigencia de oposición darle la estocada final y
convocar a elecciones generales con un nuevo CNE y un TSJ. El momento es
crucial, no para mezquinas querellas internas que nos pueden costar aún la
libertad. Caer en la trampa electoral del régimen o de un nuevo proceso de
diálogo es oxigenar la dictadura y aumentar el sufrimiento de un país que no
los perdonará y les pasará factura. Llegó la hora de exigir la renuncia de
Maduro y de todos sus secuaces que acaparan los distintos poderes del Estado,
mantener la presión en la calle hasta lograr la salida de la dictadura para
luego convocar unas elecciones generales que restituyan el orden
constitucional.
Marianella Salazar
marianellasalazar@cantv.net
@aliasmalula
El Nacional
Caracas - Venezuela
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