martes, 24 de noviembre de 2015

SAÚL GODOY GÓMEZ, , LA CULTURA DEL CARBONO,

El siguiente es un apretado resumen de las palabras del Dr. Patrick Moore, ciudadano canadiense, con estudios en biología, bioquímica, genética y ciencias forestales, con un doctorado en Ecología, quizás es más conocido como el fundador del grupo ecologista Greenpeace y fue su presidente por17 años,  antes de que rompiera con ellos, por estar en desacuerdo con el giro tomado por el grupo donde le dieron prevalencia a la política por encima de la ciencia, a la naturaleza por encima del hombre. Es parte de su discurso presentado en el Instituto de Ingenieros Mecánicos, en Londres, el 14 de Octubre del 2015, el texto completo (en inglés), el cual recomiendo, se encuentra en internet.
El dióxido de carbono mejor conocido como el CO2 está siendo presentado al mundo como el demonio que podría acabar con el mundo, principalmente por ser el culpable del calentamiento global que está experimentando nuestro planeta, de lo cual no hay ninguna prueba conclusiva que pueda ser verificada en el mundo de hoy.
Para el Dr. Moore la verdad es todo lo contrario, el CO2 es el bloque constituyente clave de la vida en nuestro planeta y que gracias a la actividad humana que desprende el CO2 atrapado por la naturaleza, con la quema del petróleo para producir energía, es que hemos podido liberar al planeta de una muerte segura.
Para empezar muchos ambientalistas advierten con alarma como la concentración de CO2 en la atmósfera ha pasado de 280 ppm (partes por millón) antes de la revolución industrial, a 400 ppm en la actualidad, Moore admite que en este incremento hubo dos factores, la actividad humana por un lado, y la reconversión de CO2 en gas, por parte de los océanos.
Para determinar estas medidas se usa la escala de Keeling, la cual, apunta a un incremento notable a partir de 1959.
Un organismo tan reputado en asuntos científicos como la NASA, le atribuye al CO2 el papel de controlador del clima en el planeta, haciendo caso omiso a otros factores tan o más importantes que el CO2, Moore le atribuye este alineamiento de la NASA con los alarmistas ambientales por el interés a la consecución de recursos financieros para varios de sus programas.
Pero la historia climática de la tierra cuenta una historia diferente, hay una correlación inversa entre la temperatura y la cantidad de CO2 en la atmósfera, y aún no se demuestra que esta correlación sea de alguna manera significativa, hace 150 millones de años atrás al final del período Jurásico, la temperatura descendió dramáticamente mientras el CO2 se incrementó.
Hace 50 millones de años atrás, durante el período Eoceno, en lo que se conoce como su máxima termal, las temperaturas del planeta eran las más altas desde hacía 550 millones de años, mientras los niveles de CO2 venían bajando desde hacía 100 millones de años, solamente este dato pone en entredicho la relación que se quiere establecer entre temperatura y CO2.
Durante el período Devónico hace 400 millones de años en el pasado, la vida, que venía de los océanos, estaba en plena conquista de la tierra, y entre los géneros que aparecieron, se encontraban las plantas que evolucionaron y produjeron la lignina, una sustancia que combinada con la celulosa, le permitió a las plantas hacerse de la madera para que sus troncos crecieran y así poder capturar con mayor facilidad la luz del sol.
Aparecieron los grandes bosques y selvas que aprovechaban el CO2 para producir madera, de esta manera los árboles capturaban de la atmósfera grandes cantidades de CO2 y las fijaban en sus troncos, para ese momento no había evolucionado los organismos capaces de procesar la lignina y cuando los árboles morían, se apilonaban unos sobre otros a gran profundidad por 90 millones de años, se crearon de esta manera nuestras minas de carbón.
Posteriormente aparecieron los hongos blancos que hoy vemos sobre los troncos podridos y otros organismos que sí procesan la lignina y se comen la madera.
La cantidad de carbón y petróleo que se encuentra en el subsuelo es una prueba de la gran cantidad de CO2 que había libre en la atmosfera terrestre en el pasado, tanto o más que hoy.
Pero sucedía algo importante, las plantas no pueden vivir en una atmósfera con menos de 150 ppm de CO2, simplemente mueren y si mueren las plantas, la vida animal se hace imposible, por lo que, sobrevendría la extinción de la vida.
Hay una sólida documentación sobre el clima en nuestro planeta por los últimos 65 millones de años, que indica que estamos atravesando por un período de enfriamiento, venimos de experimentar en el Eoceno temperaturas de 16  ̊C, más calientes que la actual, y aún así la vida en el planeta no solo continuó, sino que floreció, no había hielo en los polos y toda la superficie de la tierra estaba cubierta de bosques.
Es por ello desconcertante la afirmación que se hace que con sólo 2 ̊C de incremento en la temperatura del planeta desde los tiempos pre-industriales causará el fin de la civilización y extinciones masivas.
Los hielos del polo sur empezaron a formarse hace 30 millones de años, y los del ártico apenas 3 millones de años atrás, a pesar de ello, hoy, en pleno período interglaciar de la edad del hielo del Pleistoceno, estamos experimentando uno de los períodos más fríos de la historia del planeta.
Hay otro dato interesante, en estudios de los últimos 800.000 años de comportamiento de la antártica se encontraron períodos de 100.000 años de expansión y contracción de los hielos, estos ciclos de glaciaciones coinciden con los ciclos Milankovich que tienen que ver con las excentricidades de la órbita de La Tierra sobre su eje axial, y que tienen que ver con el grado de exposición de la superficie de la tierra a los rayos solares.
Durante los períodos calientes los océanos liberan más CO2 a la atmósfera que durante los más fríos donde ocurre lo contrario, las aguas retienen más CO2.
Hay toda una teoría desarrollada por el famoso autor e investigador James Lovelock, que dando un giro de 180 ̊ a su posición, argumenta que es gracias a la emisión por parte de los humanos del CO2 resultante del uso de los combustibles fósiles, como hemos podido revertir una nueva edad de hielo que nos tocaba, según el calendario planetario.
El agua en la atmósfera es el principal causante del calentamiento global, no el CO2, es el vapor de agua en forma de nubes el principal causante del efecto invernadero.
El dióxido de carbono ha sido considerado como un elemento diabólico, como un contaminante y potencial veneno para la vida cuando en realidad es todo lo contrario, la vida humana depende del carbono para su existencia y es esencial para las plantas, se calcula que un óptimo sería de 2000 ppm para que las plantas estuvieran funcionando a cabalidad, aún con las 400 ppm de hoy en día están por debajo de su nivel, pero aún así los resultados son notables, hay un reverdecimiento del planeta, las plantas crecen más rápido y con mayor fuerza lo que tiene consecuencias directas en una mayor producción de comida.
Voy a terminar este apretado resumen con unas cifras importantes para comprender la situación actual y la locura que sería disminuir las emisiones humanas de CO2 en la atmósfera, tal y como lo pretenden los ecologistas alarmistas.
Hoy hay unos 850 billones de toneladas de CO2 en la atmósfera lo que representa aproximadamente 400 ppm, 500 millones de años atrás habían 15.000 billones de toneladas en la atmósfera, 17 veces la cantidad actual; las plantas y los suelos combinados retienen 2000 billones de toneladas de carbón, más de la mitad de lo que hay en la atmósfera; nuestros océanos contienen disueltos en sus aguas 38.000 billones de toneladas de carbón disueltos en sus aguas, 45 veces más de lo que hay en la atmósfera; todo el petróleo que hay en el mundo corresponde entre 5.000 y 10.000 billones de toneladas de carbón capturados por las plantas en el pasado y convertidos en petróleo en el subsuelo, eso es entre 6 y 12 veces lo que hay en la atmósfera.
Pero son las rocas calcio carbonadas las que se llevan el premio, 100.000.000 billones de toneladas de CO2 secuestradas, principalmente provenientes de esqueletos y corazas de animales prehistóricos, conchas y armazones como los de la langosta marina que protegieron la frágil vida de un medio hostil y que hoy descansan en el suelo submarino y en ciertas rocas como los blancos acantilados de Dover en Inglaterra, son estos los suelos de donde se extrae petróleo por medio de la técnica del fracking.
Los océanos y los bosques siguen capturando el CO2 de la atmósfera y guardándolo, si el hombre en medio de su desarrollo económico no hubiera liberado una parte de ese CO2, el planeta estuviera boqueando por carbono, de modo que si los ecologistas alarmistas, los que auguran el fin de la civilización sino detenemos el consumo del petróleo van a tener que buscar a otro culpable.
En un próximo artículo tocaremos el tema del deshielo y de la subida de los niveles del mar.  –
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

Miranda - Venezuela

No hay comentarios:

Publicar un comentario