El siguiente es un
apretado resumen de las palabras del Dr. Patrick Moore, ciudadano canadiense,
con estudios en biología, bioquímica, genética y ciencias forestales, con un
doctorado en Ecología, quizás es más conocido como el fundador del grupo
ecologista Greenpeace y fue su presidente por17 años, antes de que rompiera con ellos, por estar en
desacuerdo con el giro tomado por el grupo donde le dieron prevalencia a la
política por encima de la ciencia, a la naturaleza por encima del hombre. Es
parte de su discurso presentado en el Instituto de Ingenieros Mecánicos, en
Londres, el 14 de Octubre del 2015, el texto completo (en inglés), el cual
recomiendo, se encuentra en internet.
El dióxido de carbono
mejor conocido como el CO2 está siendo presentado al mundo como el demonio que
podría acabar con el mundo, principalmente por ser el culpable del
calentamiento global que está experimentando nuestro planeta, de lo cual no hay
ninguna prueba conclusiva que pueda ser verificada en el mundo de hoy.
Para el Dr. Moore la
verdad es todo lo contrario, el CO2 es el bloque constituyente clave de la vida
en nuestro planeta y que gracias a la actividad humana que desprende el CO2
atrapado por la naturaleza, con la quema del petróleo para producir energía, es
que hemos podido liberar al planeta de una muerte segura.
Para empezar muchos
ambientalistas advierten con alarma como la concentración de CO2 en la
atmósfera ha pasado de 280 ppm (partes por millón) antes de la revolución
industrial, a 400 ppm en la actualidad, Moore admite que en este incremento
hubo dos factores, la actividad humana por un lado, y la reconversión de CO2 en
gas, por parte de los océanos.
Para determinar estas
medidas se usa la escala de Keeling, la cual, apunta a un incremento notable a
partir de 1959.
Un organismo tan
reputado en asuntos científicos como la NASA, le atribuye al CO2 el papel de
controlador del clima en el planeta, haciendo caso omiso a otros factores tan o
más importantes que el CO2, Moore le atribuye este alineamiento de la NASA con
los alarmistas ambientales por el interés a la consecución de recursos
financieros para varios de sus programas.
Pero la historia
climática de la tierra cuenta una historia diferente, hay una correlación inversa
entre la temperatura y la cantidad de CO2 en la atmósfera, y aún no se
demuestra que esta correlación sea de alguna manera significativa, hace 150
millones de años atrás al final del período Jurásico, la temperatura descendió
dramáticamente mientras el CO2 se incrementó.
Hace 50 millones de
años atrás, durante el período Eoceno, en lo que se conoce como su máxima
termal, las temperaturas del planeta eran las más altas desde hacía 550
millones de años, mientras los niveles de CO2 venían bajando desde hacía 100
millones de años, solamente este dato pone en entredicho la relación que se
quiere establecer entre temperatura y CO2.
Durante el período
Devónico hace 400 millones de años en el pasado, la vida, que venía de los
océanos, estaba en plena conquista de la tierra, y entre los géneros que
aparecieron, se encontraban las plantas que evolucionaron y produjeron la
lignina, una sustancia que combinada con la celulosa, le permitió a las plantas
hacerse de la madera para que sus troncos crecieran y así poder capturar con
mayor facilidad la luz del sol.
Aparecieron los
grandes bosques y selvas que aprovechaban el CO2 para producir madera, de esta
manera los árboles capturaban de la atmósfera grandes cantidades de CO2 y las
fijaban en sus troncos, para ese momento no había evolucionado los organismos
capaces de procesar la lignina y cuando los árboles morían, se apilonaban unos
sobre otros a gran profundidad por 90 millones de años, se crearon de esta
manera nuestras minas de carbón.
Posteriormente
aparecieron los hongos blancos que hoy vemos sobre los troncos podridos y otros
organismos que sí procesan la lignina y se comen la madera.
La cantidad de carbón
y petróleo que se encuentra en el subsuelo es una prueba de la gran cantidad de
CO2 que había libre en la atmosfera terrestre en el pasado, tanto o más que
hoy.
Pero sucedía algo
importante, las plantas no pueden vivir en una atmósfera con menos de 150 ppm
de CO2, simplemente mueren y si mueren las plantas, la vida animal se hace
imposible, por lo que, sobrevendría la extinción de la vida.
Hay una sólida
documentación sobre el clima en nuestro planeta por los últimos 65 millones de
años, que indica que estamos atravesando por un período de enfriamiento,
venimos de experimentar en el Eoceno temperaturas de 16 ̊C, más calientes que la actual, y aún así la
vida en el planeta no solo continuó, sino que floreció, no había hielo en los
polos y toda la superficie de la tierra estaba cubierta de bosques.
Es por ello
desconcertante la afirmación que se hace que con sólo 2 ̊C de incremento en la
temperatura del planeta desde los tiempos pre-industriales causará el fin de la
civilización y extinciones masivas.
Los hielos del polo
sur empezaron a formarse hace 30 millones de años, y los del ártico apenas 3
millones de años atrás, a pesar de ello, hoy, en pleno período interglaciar de
la edad del hielo del Pleistoceno, estamos experimentando uno de los períodos
más fríos de la historia del planeta.
Hay otro dato
interesante, en estudios de los últimos 800.000 años de comportamiento de la
antártica se encontraron períodos de 100.000 años de expansión y contracción de
los hielos, estos ciclos de glaciaciones coinciden con los ciclos Milankovich
que tienen que ver con las excentricidades de la órbita de La Tierra sobre su
eje axial, y que tienen que ver con el grado de exposición de la superficie de
la tierra a los rayos solares.
Durante los períodos
calientes los océanos liberan más CO2 a la atmósfera que durante los más fríos
donde ocurre lo contrario, las aguas retienen más CO2.
Hay toda una teoría
desarrollada por el famoso autor e investigador James Lovelock, que dando un
giro de 180 ̊ a su posición, argumenta que es gracias a la emisión por parte de
los humanos del CO2 resultante del uso de los combustibles fósiles, como hemos
podido revertir una nueva edad de hielo que nos tocaba, según el calendario
planetario.
El agua en la
atmósfera es el principal causante del calentamiento global, no el CO2, es el
vapor de agua en forma de nubes el principal causante del efecto invernadero.
El dióxido de carbono
ha sido considerado como un elemento diabólico, como un contaminante y
potencial veneno para la vida cuando en realidad es todo lo contrario, la vida
humana depende del carbono para su existencia y es esencial para las plantas,
se calcula que un óptimo sería de 2000 ppm para que las plantas estuvieran
funcionando a cabalidad, aún con las 400 ppm de hoy en día están por debajo de
su nivel, pero aún así los resultados son notables, hay un reverdecimiento del
planeta, las plantas crecen más rápido y con mayor fuerza lo que tiene
consecuencias directas en una mayor producción de comida.
Voy a terminar este
apretado resumen con unas cifras importantes para comprender la situación
actual y la locura que sería disminuir las emisiones humanas de CO2 en la
atmósfera, tal y como lo pretenden los ecologistas alarmistas.
Hoy hay unos 850
billones de toneladas de CO2 en la atmósfera lo que representa aproximadamente
400 ppm, 500 millones de años atrás habían 15.000 billones de toneladas en la
atmósfera, 17 veces la cantidad actual; las plantas y los suelos combinados
retienen 2000 billones de toneladas de carbón, más de la mitad de lo que hay en
la atmósfera; nuestros océanos contienen disueltos en sus aguas 38.000 billones
de toneladas de carbón disueltos en sus aguas, 45 veces más de lo que hay en la
atmósfera; todo el petróleo que hay en el mundo corresponde entre 5.000 y
10.000 billones de toneladas de carbón capturados por las plantas en el pasado
y convertidos en petróleo en el subsuelo, eso es entre 6 y 12 veces lo que hay
en la atmósfera.
Pero son las rocas
calcio carbonadas las que se llevan el premio, 100.000.000 billones de
toneladas de CO2 secuestradas, principalmente provenientes de esqueletos y
corazas de animales prehistóricos, conchas y armazones como los de la langosta
marina que protegieron la frágil vida de un medio hostil y que hoy descansan en
el suelo submarino y en ciertas rocas como los blancos acantilados de Dover en
Inglaterra, son estos los suelos de donde se extrae petróleo por medio de la
técnica del fracking.
Los océanos y los
bosques siguen capturando el CO2 de la atmósfera y guardándolo, si el hombre en
medio de su desarrollo económico no hubiera liberado una parte de ese CO2, el
planeta estuviera boqueando por carbono, de modo que si los ecologistas
alarmistas, los que auguran el fin de la civilización sino detenemos el consumo
del petróleo van a tener que buscar a otro culpable.
En un próximo
artículo tocaremos el tema del deshielo y de la subida de los niveles del
mar. –
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
Miranda - Venezuela
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