El pueblo hace política a su modo.
No necesita pensarla mucho porque la vive. No hay que hablarle de la escasez,
las colas o del desbordamiento de la inseguridad porque las sufre en su
existencia cotidiana. Por eso, abajo se intuye cuando las cosas se ponen mal
arriba, son los primeros en olfatear cuando el dique del poder empieza a
ceder.
Esa verdad se populariza, no sólo
por obra de la prédica opositora, sino porque golpea el bolsillo y el ánimo de
todo el que tiene que mantener una familia con un salario mínimo. Se acompaña con la desesperación que estalla
después del no me alcanza y que no se superará abriendo un grifo de dinero o
produciendo un abastecimiento artificial en la carrera tardía del gobierno
hacia el 6 de diciembre.
Una mayoría castigará a quienes
pulverizaron la esperanza de vivir mejor. Millones de venezolanos ya dejaron de
apoyar a una cúpula a la que sólo le interesa conservar privilegios y a un
presidente que se perdió en el camino. Es una mayoría que rechaza el
enriquecimiento de los enchufaos, mientras todos los demás padecen un dramático empobrecimiento. Una mayoría que
está dispuesta a comenzar de nuevo su lucha por el país que quiere y no tiene.
En esa mayoría no están, por ahora,
los que perdida toda fe, no se moverán a votar. Pero sí un sector de la
población, alrededor del 18%, que empujada por los errores de Maduro rompió con
el gobierno, pero no termina de tomar la decisión de votar por los candidatos
de la MUD.
No albergan duda entre ser leales a
Venezuela o una revolución desvirtuada. No se prestarán para repetir las
mentiras del régimen, ni aparentarán que no miran los signos de descomposición
de la élite oficialista. No harán el papel de tontos. No perderán su voto.
Pero tienen temores y malestar de
conciencia a la hora de dar su apoyo a una oposición que les fue presentada
durante 16 años como la personificación del diablo. Necesitan tener confianza
en que cambiar no resulte un retorno a situaciones similares a las que ahora
están rechazando.
Nos toca despolarizar nuestros
cerebros. En primer lugar restablecer los nexos afectivos que se perdieron en
una confrontación que ya no tiene sentido. Rehuir pendencias como el vamos por
ti o el tarde piaste que bloquean la posibilidad de volver a andar juntos.
El reencuentro con el descontento,
cuya parte más dolida es el chavismo desencantado con Maduro, es la tarea más
concreta y fecunda para unificarnos y abrir un nuevo ciclo político. Un paso
que puede dar cada uno de nosotros.
Existe una razón electoral
inmediata, el apoyo de los indecisos decidirá el tipo de mayoría que se
obtendrá. Pero también revelará si nos limitamos a ser oposición o comenzamos a
ser alternativa. La modelación de los caminos de futuro depende de la actitud que
se tenga hacia los venezolanos que siguen abandonando a la cúpula roja.
El régimen intenta contener el
deslave de sus seguidores asociando el cambio a una amenaza de violencia,
endulzando la crisis con medidas demagógicas que nadie se va a tragar,
reeditando su versión de que la crisis económica no es culpa de sus políticas
sino de comerciantes a los que hay que saquear.
Es el momento de abrir las puertas a todos los indecisos, de hablar con
ellos directamente y despejar sus dudas. Es la oportunidad de invitarlos a
unirnos porque ellos y nosotros, tenemos mucho que aportar para volver a tener
el país que todos queremos.
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim
Caracas - Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario