«Son perdedores, pero amenazan.
No se sabe si cada momento se colocan frente espejos que deforman sus patéticos
rostros, vidrio-reflejos que les permiten verse como temibles monstruos y no
cadavéricos. Son calaveras danzantes en un ridículo ceremonial de Estado»
Nada de cuanto urdan quienes
integran lo que llamo «Jerarcariado Corrupto de Gobierno Totalitario» debe
asombrar a los venezolanos. En menos de tres lustros, cualquier casta forajida
puede desmontar la institucionalidad de una república. La cada vez más hostil,
patética y decadente que todavía rige los destinos de nuestra nación se
aproxima a los veinte años en funciones despóticas de gobierno. Administró, sin
abastecer o fortalecer el país, una asombrosa (por incalculable) providencia de
billones de «dólares imperiales norteamericanos». Empero, han sido vanos todos
los esfuerzos que esas malnacidas personas han hecho para instaurar el «Estado
Tiránico» en la patria donde un tal Simón BOLÍVAR y PONTE nació, escribió y
combatió a favor de la independencia y libertad de América Latina.
Don BOLÌVAR y PONTE cometió
errores que admitió, y muchos: pero, al
cabo, logró su propósito. La incipiente preponderancia de la «Ilustración» impulsaba a todos los seres
menos inhumanos del mundo a emanciparse,
rebelarse y abatir a quienes los sometían.
Durante siglos, los «reyezuelos»
se habían repartido un planeta donde aniquilaban asentamientos aborígenes a su
antojo. No me agrada se diga fueron «tiempos de conquista», porque esos
explotadores y devastadores no persuadían: irrumpían, mataban y esclavizaban.
Alguien conquista cuando convence, pero esos sucesos lo fueron mediante la
fuerza.
Hace rato que el Siglo XXI
despegó y todavía en Venezuela los ciudadanos tenemos que lidiar a unos
tetrápodos que, en las «Redes de
Disociados», se exhiben como «toros
bravíos» que embisten contra «lacayos de imperios presuntos». Están
universalmente expuestos como asesinos, timadores, canallescos, desalmados,
nuevorricos, azotes de barriadas, ladrones o brutos. No son auténticos
patriotas, mujeres u hombres dignos: sólo saqueadoras o vándalos y lo
«arrogan». El pueblo no los quiere en funciones de gobierno y se los dice,
infinitas veces. Pero, lo desoyen: «irguen», «urden» y «amenazan», sin tregua,
a una población infaustamente arreada hacia donde nada distinto a paria se
convertiría.
Alberto
Jimenez Ure
jimenezure@hotmail.com
@jurescritor
Merida -
Venezuela
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