Más allá de las cautelas, prudencias y de los muy
oscuros nubarrones económicos en el horizonte, se impone celebrar, sí,
CELEBRAR, con mayúsculas.
Ciertamente, la vida personal está en extremo
complicada para todos. El bolsillo ha sido golpeado como nunca.
No obstante, la libertad le ganó una, y bien
importante, a la tiranía que se ha querido entronizar en nuestro país.
Mayoritariamente, los venezolanos hablaron alto y
claro el 6D. Rechazaron la incompetencia gubernamental, su ineficacia y la
corrupción desbordada. Repudiaron la escasez y la inflación actuales, hijas de
unas políticas equivocadas.
Impugnaron las violaciones a los Derechos Humanos y
el sectarismo.
No quieren saber más de una obsoleta, arbitraria, hambreadora
y fracasada revolución.
Pero la reacción del gobierno ante la derrota que
sufrió deja a cualquier observador nacional o internacional atónito. Mostrando
una incongruencia insólita, hasta han puesto en cuestión al sistema electoral
que diseñaron para su propio beneficio. No se han percatado de su enorme
fracaso en la conducción del país y pretenden atribuirlo a otros.
Lo que en un país democrático normal conduce al
acatamiento y el respeto de la Constitución, en Venezuela vemos que se hace lo
contrario, desconociendo resultados electorales que le han sido adversos.
El cabello-madurismo, al perder la mayoría de la
institución parlamentaria, anda amenazando con esa entelequia que llaman poder
comunal, cuya vida depende del financiamiento gubernamental que ya ha dejado de
fluir. Con unos pequeños grupos que representan muy poco de la población, han
montado un show mediático para asustar a la oposición sin ningún éxito.
Ni siquiera sus votantes se creen los fantasiosos
inventos sobre las causas del descalabro.
Dejémoslos que se cocinen en su propia salsa, y que
sigan perseverando en los errores.
Es decisivo que oteemos el porvenir con optimismo.
No será fácil superar la situación actual. Pero ahora, digan lo que digan
ciertos opinadores que sólo ven las amenazas o buscan mezquinamente restar
merecimientos a la dirigencia de oposición, contamos con mayor fuerza
institucional, una ampliada legitimidad y también un superior respaldo popular.
Al votar por la oposición, la mayoría no sólo
repudió al gobierno, votó también por una opción que consideró la que más
conviene al país. Votó por los partidos que conforman la Unidad Democrática, un
liderazgo y la oferta que pudieron presentar con muchas limitaciones. La gente
no votó, como algunos descaminados han dicho, por cualquiera que enfrentara el
gobierno. Optó por dirigentes políticos concretos que pueden cambiar el estado
de cosas actual.
A los del vaso medio
vacío o casi vacío, los desesperanzados crónicos, los que no ven el horizonte
cierto que nos espera, les pedimos que se sacudan el desaliento, que no cedan
al temor que el gobierno quiere infundir en ellos. Ese gobierno
ya dejó de ser lo que fue, perdió el afecto de la mayor parte de la
colectividad y a medida que pasan los días los opositores se amplían. De allí
que esté dando bandazos, desesperados por la debacle no solo electoral sino
también moral.
Hay razones de más
para estar animados, a pesar de las dificultades, las carencias materiales que
agobian y los temores que se quiere sembrar entre los ciudadanos.
PS:
Para todos los que se detienen generosamente a leer lo que escribo por estos
medios electrónicos, mis mejores deseos para el 2016.
Emilio Nouel V.
emilio.nouel@gmail.com
@ENouelV
Miranda- Venezuela
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