A decir de lo
sucedido, la barbarie se impuso al lado de la chabacanería.
APOLOGÍA DE LA
PODREDUMBRE
Esta disertación debe
comenzar haciendo referencia a palabras cuyos significados suelen confundir en
virtud de sus distintas interpretaciones o usos. Palabras, por ejemplo, como
“podredumbre”, que no sólo significa putrefacción de las cosas sensibles a la
descomposición dada la naturaleza orgánica de las mismas. También es figurativa
de lo que deja ver la corrupción moral que ocurre cuando la inmoralidad abate
la conducta de quienes son tentados por la apropiación o manejo indebido de
recursos tangibles o intangibles. Hecho éste que se da por la desvergonzada
avidez en la persona que incurre en tal desafuero.
En el ejercicio de la
política, la corrupción campea por doquier. Desde funciones asociadas con el
poder político, hasta responsabilidades que se juegan el poder económico, la
podredumbre se encuentra en medio de tantas situaciones como pueda allanar. Aunque
entre los problemas de mayor exposición, está la corrupción de quienes habiendo
sido elegidos para cargos de representación popular, se aprovechan de la
delegación asignada en provecho propio o del grupo de adláteres que lo secundan
o alcahuetean sus fechorías.
Lo que ha vivido
Venezuela en los últimos días, a través de las decisiones elaboradas en el
ínterin del partido de gobierno, y asumidas por la cúpula de la Asamblea
Nacional, es expresión de la podredumbre que padece la estructura del régimen.
El hecho representado por las impúdicas, ilegítimas e inconstitucionales
determinaciones del Tribunal Supremo de Justicia, es revelador del desespero de
gobernantes cuya inmoralidad sólo le permite advertir, en contrario con una
visión de largo plazo, la situación en su inmediatez.
A decir de lo
sucedido, la barbarie se impuso junto con la vulgaridad. La Asamblea Nacional
se convirtió en el escenario donde la miseria política sirvió, nuevamente, de
eslabón para darle velocidad al retroceso de un Estado que ahora busca
arrogarse el remoquete de “Comunal”. Como si en la fundamentación de esa
aberración política, pudieran hallarse las respuestas que pongan punto final al
macabro cuento de una revolución que, de tantos giros sobre su propio eje,
causó la mayor crisis de la historia al emponzoñarle al país los problemas más
embarazosos jamás vistos. Ni siquiera, los tiempos de emancipación fueron tan
dramáticos como los provocados por la ineptitud e indolencia de estos
gobernantes disfrazados de héroes rojiverdes.
Creyéndose por encima
de quienes políticamente los adversan, estos personajes de marras provocaron el
mayor abuso de poder que registra capítulo alguno de la historia contemporánea
de Venezuela. La actitud de ciertos protegidos y afectos del alto gobierno,
perjudicó notoriamente a toda una nación cuya movilidad ha estado sujeta a un
modelo de economía que sólo ha generado disfuncionalidad administrativa,
hemiplejia financiera y fisura social. Buena parte de sus decisiones, han sido
violatorias del estado de Derecho al evidenciarse, flagrantemente, la
inmoralidad con la cual actúan estos impúdicos funcionarios en su propio
beneficio.
Ante lo visto,
pudiera inferirse que en Venezuela la política ha dejado de ser arte y técnica
referente a lo que es un buen gobierno, para convertirse en el poder organizado
de un grupo para oprimir a otro. Seguir tan ruin procedimiento, convirtió
soluciones factibles en problemas sólidos. Por esa razón, los criterios
gubernamentales no han favorecido al país como es prometido en tiempos
electorales.
A pesar de la escasa
cultura política que se tiene, ha podido entenderse que la clase política
corrupta, clientelar y excluyente no puede seguir pisoteando los principios de
la ética política. Haber golpeado los preceptos constitucionales y humillado al
pueblo, hizo que el triunfo de la Unidad Democrática el pasado 6-D fuera
contundente. Ante esta situación, el oficialismo comenzó a reaccionar en el
sentido de desafiar los resultados electorales. Para ello, algunos de sus más
revoltosos dirigentes declararon su rebeldía mediante medidas frontales en
aprovechamiento egoísta del poder político. No obstante, la oposición
democrática organizada no se acobardó. Por el contrario, decidió desenmascarar
esa politiquería que ha irrespetado principios democráticos, pues ha carecido
de proyección histórica y de equilibrio político.
La transformación
política que en lo sucesivo debe marcar la pauta política nacional, no se
logrará con pegajosas frases de utilería. De nada habrá servido haber abollado
el orgullo oficialista, si no se avanza al lado de democratización en el modo
interno de debatir los acuerdos y determinaciones que urgen al país. Peor aún,
si han de actuar con base en posturas ortodoxas y mostrándose a través de
discursos baladíes, los cometidos serán de alto riesgo político. Podrían
cometerse los mismos horrores y errores que se han cuestionado.
De manera que no
bastarán las buenas intenciones, ni sonados discursos. Deberá tejerse una
acción estratégica a partir de la cual pueda reconstruirse al país desde una
concepción democrática, pluralista y humanista. Lo contrario, será darle
contenido a una nueva apología de la podredumbre.
VENTANA DE PAPEL
DESPUÉS DE LA
TORMENTA…
Luego de un año tan
convulsionado, los venezolanos tuvieron merecidamente el “reposo del guerrero”.
La victoria alcanzada por la Unidad Democrática el pasado 6-D, fue el regalo
que la vida política le ofrendó a Venezuela. Ahora al venezolano, sin dejar de
mantenerse alerta, se le asoma un horizonte alumbrado de esperanzas. A pesar
del sacrificio que ha representado acercarse al costo de la cesta básica, sobre
todo de aquella contentiva de lo fundamental para destacar la tradición de la
hallaca, la alegría no dejó de estar presente en su mesa navideña.
El entusiasmo fue
parte de las festividades familiares, aunque sin los regalos de otros años. La
ancestral tradición sembrada por el Cristianismo, engalanó cada hogar en la
medida de las capacidades económicas de cada familia. Lejos de haberse quedado
el alto gobierno con las mezquinas ganas de opacar la Navidad por causa de su
molestia electoral, el gran pueblo supo celebrar la llegada del Niño Dios.
Quizás con más beneplácito que en años anteriores, pues diciembre en verdad se
convirtió en tiempo de adviento.
El 6-D despertó la
mente y el corazón de los venezolanos movilizados por el injusto trato que el
gobierno nacional le dispensó con honda crudeza. La indignación igualmente
movió las cuerdas que ponen a vibrar las fortalezas ciudadanas. De esa forma, el
país entero no sucumbió ante la vileza de un régimen despótico y manipulador.
Supo sobreponerse a las contingencias reivindicadas por una corrupción que dejó
a farmacias sin medicamentos, hospitales desmantelados, ciudades desnudas por
la inseguridad, supermercados y abastos desguarnecidos y escuelas deformadas
por una educación politizada. La corrupción, se manifestó de modo grosero.
Quedó expuesta en su enorme drama, y su lógico resultado de daños y perjuicios
generalizados y despiadados. El país se pintó su rostro de sangre ocasionado
por estadísticas que solo dejaron en evidencia una inmensa vergüenza nacional.
La respuesta política
popular constituyó un referente para el continente americano, a pesar de que
algunos gobiernos se hicieron de oídos sordos. Se despertó el gigante dormido
de una Venezuela que respira democracia. Así, se disfrutó una Navidad con el
mejor sentimiento de cohesión y solidaridad.
El pueblo ha
comenzado a comprender que no puede haber paz si no se lucha contra el abuso,
la corrupción, la impunidad y la falta de transparencia. Estos días no faltaron
los villancicos exaltando protestas, señalando el hastío y el rechazo
generalizado a un estilo de gobierno impositivo y excluyente colocado de
espaldas al bien común y a la historia. Estas Navidades fueron realmente un momento para tomar el
aliento necesario para mantener una actitud consciente y participativa que el
país merece pues sin duda el cielo se preño de buenos aunque difíciles augurios.
Se vislumbran mejores tiempos después de la tormenta...
“En el patrimonio de
las inmoralidades cometidas por groseras causas políticas, la corrupción es la
primera. Razón por la cual muchos gobiernos ven cómo se desvanecen sus
objetivos sin que enmienda alguna pueda corregir los empachos cometidos. Al
contrario, se acentúan”
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Merida - Venezuela
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