lunes, 28 de diciembre de 2015

PILAR RAHOLA, VENEZUELA COMO CÁRCEL, DESDE CATALUÑA,

Incluso aquellos que consideramos que con Hugo Chávez llegó la negrura a Venezuela no podíamos imaginar que lo malo se convertiría en peor, pero Maduro ha quebrado los augurios. Es un aprendiz de dictador con la misma falta de conciencia democrática de Chávez, con su misma demagogia populista, pero con mucha menos inteligencia.
A pesar de que ha vivido muchos infiernos y que debe de haber endurecido la lágrima, no pudo evitar emocionarse cuando vio las imágenes. Josep Cuní emitía el momento en que el Sebin (el Servicio Bolivariano de Inteligencia) detenía a su marido, el pasado febrero.
Hacía dos meses que Antonio Ledezma había sido reelegido alcalde de Caracas y según contó su mujer, Mitzy Capriles, no había visto aún las imágenes, censuradas por el régimen. Fue detenido sin orden de arresto, sin conocer el motivo y sin garantía legal. Horas después se emitía la orden y la acusación era la tradicional de los régimenes con presos políticos: "Intento de derrocar al Gobierno bolivariano". Es decir, etiqueta de conspirador y cárcel para un líder opositor que, para más inri, es el alcalde de la capital. Su nombre, pues, se añadía a la larga lista de presos políticos que pudren sus razones y sus huesos en las cárceles venezolanas. Y todo en nombre del pueblo.
Incluso aquellos que consideramos que con Hugo Chávez llegó la negrura a Venezuela no podíamos imaginar que lo malo se convertiría en peor, pero Maduro ha quebrado los augurios. Es un aprendiz de dictador con la misma falta de conciencia democrática de Chávez, con su misma demagogia populista, pero con mucha menos inteligencia. Por ello mismo ni tan sólo dedica esfuerzos a disimular su represión política, y ha convertido Venezuela en una gran cárcel para todos aquellos que no siguen las directrices del régimen. Con un neocomunismo de laboratorio -que no ha impedido llenarse los bolsillos a los dirigentes del invento- ha conducido al país a una situación primaria, empobrecida y falta de espectativas, y ello a pesar del enorme potencial económico derivado del petróleo. Esa gran Venezuela de clases medias dinámicas, de emprendedores y empresarios está hoy derrotada, y lo que queda es un país entristecido y paralizado por los resortes represivos del régimen.
Y no parece que nada ni nadie pueda impedir que la represión continúe.
De ahí que las lágrimas de Mitzy Capriles viendo la detención de su marido sean un puñetazo en el estómago. ¿Cómo es posible, en pleno siglo XXI, y en la zona democrática del mundo, que existan presos políticos? ¿Cómo es posible que ningún organismo internacional alce la voz contra la represión que perpetra el régimen bolivariano? Y, sobre todo, ¿cómo es posible que no nos importe nada el sufrimiento de los venezolanos? Es posible, y ahí está el enorme escándalo de tener en la cárcel al alcade de Caracas, convertido, a su pesar, en el preso político más importante de Latinoamérica. Su situación retrata la perversión represiva del régimen, pero también es el espejo de nuestra debilidad. Porque la impunidad de Maduro nace de la inoperancia, incompetencia y impotencia de las instituciones internacionales. Reprime porque es un represor. Pero también porque lo permitimos.
Pilar Rahola
pilarrahola@gmail.com
@RaholaOficial
España – Cataluña

La Vanguardia. Barcelona. 

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