Para esta hora ya
está claro lo que se puede esperar de los temas ambientales que fueron tratados
en Paris. Si bien los avances en cuanto a calentamiento global han sido
tradicionalmente magros, este encuentro mundial ya nos permite atisbar el
nacimiento una nueva era. Ella se iniciará con tropiezos porque impone un nuevo
abordaje de la explotación y el desarrollo de las energías contaminantes. En el
futuro la transformación va a manifestarse de una manera contundente. Las horas
del carbón, del petróleo y del gas pudieran estar siendo contadas.
Tal como lo afirmó
Angela Merkel horas después del histórico acuerdo, esta es la primera vez que
todos los países del mundo se comprometen a actuar. Llevar al planeta a limitar
el calentamiento por debajo de la era preindustrial es ahora un propósito
colectivo que será vertido en planes concretos de actuación en cada país. El
peso de tales planes no será el mismo dentro de las políticas públicas ni de
las finanzas de cada uno, pero lo que si es claro es que la cuota de reacomodo
que le tocará implementar a China, dentro de este concierto, va a ser grande,
costosa y dura. Pero al mismo tiempo inescapable.
Las decisiones de
Paris obligan a las naciones a publicar sus planes de protección del ambiente
una vez cada 5 años a partir del año 2020. En el caso de China la meta trazada
no deja espacio para procastinar, ya que ella es mandatoria, al igual que en el
caso de los Estados Unidos. China es, de lejos, la nación más contaminante del planeta.
Por ello, su esfuerzo en el control de la emisión de billones de toneladas que
deberán ser retiradas de la atmosfera debe ser 25% mayor que el de Estados
Unidos y el doble de lo que debe alcanzar el conjunto de la Unión Europea. Es
que China sola aporta una tercera parte de las emisiones contaminantes que
causan el calentamiento global.
Pero vayamos a lo
doméstico para entender la inmediatez del problema. Horas después del acuerdo global, y por
segunda ocasión en pocos días, China se vio obligada a emitir una alerta roja
sobre su ciudad capital. En Beijing, lo que eso significa es que uno de cada
dos vehículos debe ser removido de las calles, la actividad de construcción
debe detenerse por completo cuando ella ocurre al aire libre y las escuelas deben
cerrar.
El escenario politico
dentro del cual los reacomodos de política ambiental adoptados en Paris tendrán que ocurrir es en extremo complejo.
El país se ha involucrado en un plan de enfriamiento de su economía que no ha
sido fácil de digerir para los grandes jerarcas del PC. Una nueva carta ha de
ser puesta en el tapete que es la de realizar, en momentos de estrechez,
importantes inversiones no solo para reducir la contaminación en favor propio y
de terceros, sino para promover nuevas tecnologías. Les tocará asimismo a los
ambientalistas del equipo gobernante chino desarrollar la argumentación
necesaria para tomar la decisión de que su carbón y su petróleo queden sin
utilización para el beneficio de las nuevas generaciones.
Es decir, la gravedad
de la situación interna es de tal naturaleza que las acciones de limitación de
las emisiones nocivas no pueden esperar a que los compromisos internacionales
de la década sean cumplidos. Si de cara
al mundo entero el país asiático ya se ha embarcado en una cuota de sacrificio
y de inversión considerable para alcanzar el propósito de la limitación de las
emisiones que causan el calentamiento global, de cara a sus propios ciudadanos,
el compromiso es perentorio.
Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
Miranda - Venezuela
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