domingo, 20 de diciembre de 2015

JUAN JOSÉ MONSANT ARISTIMUÑO, SOBRE LA IDENTIDAD

No sabía como titular la presente reflexión, porque se trata de una materia  que se presta a pasiones, conceptos heredados o repetidos. Además que, de alguna manera, existe como necesidad de afirmación valorativa. Se trata de la llamada “identidad nacional”. ¿Qué es eso? ¿Una bandera, un himno, un escudo, unas danzas, una geografía, una raza, o el conjunto de todos esos componentes y otros más? Pareciera que fueren el conjunto de todos esos componentes y otros más. Por lo pronto es un sentido de pertenencia a un territorio llamado país, no digo nación porque también se habla de la nación americana, centroamericana, europea, medioriental, china, caribeña, etc. Y, dentro esa generalidad habita la identidad hondureña, salvadoreña, panameña, venezolana, colombiana, argentina, peruana y así, cada una que identifica países y, dentro de ellos,  regiones.

Los más celosos de esa identidad somos los hispanoamericanos, quizá por la cuota parte de sangre española que corre por nuestras venas. Así, los catalanes no quieren ser españoles, pero sí europeos, y de ninguna manera andaluces, porque son diferentes arguyen. ¿diferentes de quienes o en qué?. Claro, esa identidad nos llega atada a  los estados nacionales, de reciente aparición, entre cuatro y cinco siglos apenas. Lo cierto es que existen factores particularizantes aún dentro de un mismo continente: la geografía, el clima, la alimentación, un modo de respirar, caminar y vestirse. Pero ello no es suficiente para determinar una identidad nacional. Por ejemplo en Nicaragua, un amerindio de Bluefields o de Little Corn Island en el Atlántico, es diferente de un nativo de la costa del Pacífico. Nada tiene que ver el folclor de Bluefields con el de Diriamba, Granada o León.
Apenas unos meses de Chávez asumir el poder, sus huestes (aún no organizaba los colectivos), le pasaron una cuerda por el cuello a la estatua de Colón y la derribaron, la arrastraron por las calles de Caracas, y desapareció. Pero Chávez no era indio, era zambo, con algo de español. Sin embargo, su ministro de Economía más emblemático fue jorge Giordani, hijo de italiano, venezolano de primer generación. Después decidió sustituir la incómoda Iglesia católica, e introdujo la santería de forma masiva desde Cuba, e hizo desaparecer todo vestigio de María Lionza, una diosa mítica de nuestros indígenas yaracuyanos, por la diosa Yemanya que proviene del Congo.
¿Y el KKK, los mareros, pranes y colectivos, son parte de la identidad nacional? Claro que no. Pero ya constituyen repeticiones de conductas en el tiempo y espacio, que tendrán que desaparecer, para que continúe la civilización. Por ello, tengo alergia a convertir ciertas expresiones naturales compartidas, en identidad nacional; porque de ese concepto centrípeto y excluyente, se valió Hitler para intentar eliminar buena parte de la humanidad, lo que ahora pretende el Califato islámico, y lo pretendió el chavismo. La patria es el planeta tierra y nosotros sus ciudadanos, cada uno con sus particularidades, y la cultura es su expresión en las artes y en las ciencias, que hay que cuidar e impulsar porque enriquece, por incluyente y diversa; porque allí se asienta la libertad, el respeto por el otro y la naturaleza, que son valores universales hacia los cuales tendemos.

Juan Jose Monsant Aristimuño
jjmonsant@gmail.com
@jjmonsant

El Salvador

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