Maduro y Cabello compiten en acumular
desaciertos. Desplomados en el cuarto negro del aturdimiento, uno y otro le
agregan desventajas a una derrota que los sorprendió. Emprenden una patética
huida hacia el pasado.
Los dos jerarcas oficialistas
corren en dirección contraria a la Constitución. Llaman a la violencia,
exhortan a desconocer la ley, amenazan, pisan de seguido la tecla miedo y sin
rastro de vergüenza inventan mentiras con la intención de imponerlas como el
nuevo marco para polarizar al país.
Se afanan en generar un clima que
disipe el ambiente navideño porque temen que se comience a cambiar la
descalificación por el respeto; la peleadera por la reconciliación y que la
sana convivencia descubra lo bueno de habernos quitado de encima el peso de una
hegemonía autocrática.
La cúpula roja loquea, pero la
calle está liviana. La gente celebra que se liberó del dogma, inculcado por
años en la conciencia colectiva, de la invencibilidad del régimen, una idea
central de la estructura simbólica que lo sostiene.
Los venezolanos decidieron ir a
votar y lo hicieron para castigar las políticas del presidente o exigir que las
cambie. También una parte significativa de la abstención expresa, en forma
pasiva, ambas motivaciones: no voto por quienes me han sido presentados como la
derecha; pero al restarle apoyo a los candidatos del gobierno doy un testimonio
de descontento.
Entre los aspectos menos visibles
de los resultados electorales está que el país aprendió a ganar. Pudo comprobar
que la unidad es un multiplicador y que las condiciones autocráticas exigen
fortalecerla desde todas sus partes. A
la MUD le corresponde ajustar su identidad a las nuevas realidades y lograr que
la valoración del interés general obligue a respetar unas normas y a tener una
disciplina, entre sus dirigentes, que es indispensable para elevar la eficacia.
El mapa político cambió con la
reconquista de la Asamblea Nacional por las fuerzas democráticas. Se creó un
nuevo equilibrio de poder y se abre una experiencia para la cooperación con
autonomía y el control sin obstrucción del Ejecutivo y de las otras ramas del
poder público.
Pero la política alternativa tiene
todavía mucha sociedad por transformar. Surgió una nueva mayoría plural y de
contenido progresista, pero subsiste una parte estimable de la sociedad que no
le da su confianza a la MUD aunque no oculte su malestar y en cierto modo el
rechazo al modelo mata país de Maduro y Cabello.
Una actitud alternativa implica adelantar una
apertura activa hacia los sectores populares que aún en situación de
desmoronamiento mantienen la ilusión de que Maduro en vez de pelear con la
oposición, va a tomar las medidas para atacar a la crisis e impedir su
desbordamiento.
Pero Maduro está pensando al
revés. Su línea de sublevación contra la democracia restablece un ring similar al que durante la campaña produjo más
resistencia que obediencia popular. Ahora lo hace con menos apoyo popular y con
un creciente cuestionamiento desde sectores militantes y amigos del PSUV que
claman por cambiar de política para intentar salvar la subsistencia del
proyecto rojo.
Al gobierno le llegó el tiempo de
aceitar el diálogo y la cooperación con la nueva Asamblea Nacional. Lo demás es
prolongar la derrota y aumentar los costos a pagar por el país.
Simon
Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim
Caracas -
Venezuela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario