sábado, 23 de enero de 2016

TULIO ALBERTO ÁLVAREZ, DISCURSO DE EN OCASIÓN DEL ACTO DE GRADO DE LA PROMOCIÓN LVIII DE ABOGADOS UCAB, EN SU CARÁCTER DE PADRINO DE LA MISMA.

Doctor Francisco José Virtuoso, Rector de la Universidad Católica Andrés Bello y demás autoridades que presiden el Acto.

Profesores invitados, en especial los profesores Alberto Benshimol y Franco Puppio, miembros de esta societas inter fratres con la que nos han honrado el día de hoy.
Colegas de la promoción LVIII de Derecho de la U.C.A.B.
Queridos familiares y amigos que compartieron y apoyaron el cursus honorum de estos nuevos abogados de la República con su comprensión, paciencia y amor.
NO HE VENIDO A ABOLIR LA LEY, SINO A DARLE CUMPLIMIENTO
Ayer mismo me comunicaron que debía presentar estas palabras por escrito y yo, cumplidor de las normas y procedimientos universitarios, solo puedo acatar. Sin embargo, quiero comenzar advirtiendo que tal forma podría alargar este mensaje más de lo que tenía previsto porque sería la primera vez que leo un discurso. Y no quiero pecar de exceso en citas y referencias que puedan desviar el contenido de lo que pretendo transmitir. Ciertamente creo que me han arrebatado la bella y conveniente oportunidad de permanecer callado porque lo escrito, escrito queda.
Quería ser breve y destacar varios aspectos. El primero, la importancia de este día en el que, en lugar de terminar un camino, comienza un recorrido en el curso del cual tendrán que tomar decisiones y asumir definiciones de vida. En esta aventura que hoy inician, tendrán una ventaja competitiva, la que otras profesiones no tienen; ustedes podrán acompañarse con actos de Justicia porque bajo ese manto protector han sido formados. Y que conste que, aunque estudiosos de las leyes durante todos estos años universitarios, no necesariamente coincidirá el orden jurídico que servirá de marco de sus actuaciones con el ideal de Justicia que se constituye en un patrón de validación de toda norma.
El segundo aspecto que quiero destacar es que ustedes no son egresados de cualquier universidad. Ustedes son ucabistas. Conforman una comunidad que no cesa hoy. Pertenecen a una institución que se inspira en principios cristianos pero que es abierta a cualquier creencia, no discrimina, no coarta el libre pensamiento. Ustedes son el resultado de una educación, pedagogía y didáctica que han recibido como obra apostólica; con profunda inclinación por lo social y con el sello de la espiritualidad ignaciana, la que no deja muchos baches en aquellos que la saben aprovechar.
El tercer aspecto está relacionado con el país en el que desarrollaran y defenderán sus actos de Justicia. Un país modelo de la desfiguración de la ley, instrumentalizándola cual látigo lacerante que solo sirve para sostener un régimen de desigualdad en el que se practica sistemáticamente la violación de derechos humanos.
Venezuela, 2016, sociedad profundamente dividida, violenta, intolerante, agresiva, vacía, pasiva ante la realidad asfixiante; pero, lo más grave, carente de valores, ni siquiera los cristianos en una comunidad que se precia de tal. Sociedad de ghetto con excluidos disímiles, con listados aberrantes para perseguir a los que piensan distinto, el reino de la indignidad, el anti-reino. ¿Qué tipo de libertad se puede vivir en un ambiente así marcado? ¿De cuál convivencia estamos hablando? Es un ejercicio colectivo por la deshumanización.
Podría decirse que la conflictividad es propia de toda sociedad, es inevitable. Pero, al mismo tiempo, no se puede desconocer que existen comunidades en las que sus miembros eluden el enfrentamiento con las prácticas de tolerancia mientras que, privilegiando intereses vinculados al asalto y mantenimiento del poder político, existen otras en las que se realiza una práctica constante de instigación a la violencia.
Y la responsabilidad es aún mayor si esa práctica proviene de los que asumen la dirección y el liderazgo. Ellos se convierten en perpetradores de crímenes donde aparece como víctima el propio pueblo que pretenden guiar porque « la violencia es un mal, es inaceptable como solución de los problemas, es indigna del hombre. La violencia es una mentira, porque va contra la verdad de nuestra fe, la verdad de nuestra humanidad. La violencia destruye lo que pretende defender: la dignidad, la vida, la libertad del ser humano ». Frente a esta actitud la respuesta no puede ser la de la agresión y el arrebato; pero tampoco la debilidad del que no resiste. La tolerancia deja de serlo, pierde todo sentido, si se convierte en un ejercicio unilateral.
El diálogo nunca sobra en los procesos de reconciliación, pero tiene que ser sincero, lo que implica que debe resguardarse la propia identidad. Y existen instituciones, como la Iglesia, que tienen la responsabilidad moral de garantizar que el encuentro parta de actos de Justicia en los que se privilegie la fraternidad y el respeto al ser humano. La conclusión básica de estas reflexiones es que la Justicia integral como fórmula de reconciliación, lo que implica el éxito de la negociación dirigida al establecimiento de una paz verdadera, estará en el orden de la reconstitución de las relaciones humanas.
Hay que entenderlo en forma clara e indubitada, Justicia no es perdón. Es a las víctimas a las que les corresponde donarlo; es indisponible, es un acto de máxima humanidad. No existe reconciliación sin Justicia. Pero una Justicia entendida como respeto y promoción de la alteridad, la voluntad de reconocer al otro partiendo de la dignidad del ser humano. Un compromiso con la verdad.
Renuncien al materialismo que agobia a esta sociedad bajo un totalitarismo ideológico y de mercado. Pensemos en los otros, asumamos nuestra relación con los demás como un ejercicio de fraternidad para acercarnos al ser superior. Entendamos que las acciones colectivas deben sincerarse y estar dirigidas a dignificar a los menos favorecidos. No deben ser actos únicamente signados por un interés político.
Nelsón Mandela lo afirma en la lucha por la liberación de su pueblo de un flagelo peor que el aparheid:
« La eliminación de la pobreza no es un gesto de caridad. Es un acto de justicia. Es la protección de un derecho humano fundamental, el derecho a la dignidad y a una vida decente. Mientras persista la pobreza, no habrá verdadera libertad ».
Él afirmó igualmente que debía reconocerse que « la reconciliación y la construcción de la nación serían meras palabras si no estuviesen condicionadas por un esfuerzo concertado para eliminar las verdaderas raíces del conflicto y la injusticia del pasado » y que « la paz no es simplemente la ausencia de conflicto; la paz es la creación de un entorno en el que todos podamos prosperar, independientemente de raza, color, credo, religión, sexo, clase, casta o cualquier otra característica social que nos distinga ».
Mis queridos ahijados, queda mucho por hacer. La tarea será larga y ardua. Pero ustedes están aquí, en un día memorable. Es el día en que asumirán los instrumentos de la Justicia pero tengan presente que solo una norma que se corresponda con la naturaleza de lo humano, la que sea justa, puede considerarse una verdadera Ley. Solo así se puede entender el contenido del Evangelio, Mt 5, 17: « No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento ». Conviértanse en los redactores y ejecutores de leyes justas, desconozcan aquellas que atenten contra lo humano.
Se les quiere.
Tulio Álvarez 
tulioalvarez17@gmail.com
@tulioalvarez

Caracas - Venezuela

No hay comentarios:

Publicar un comentario