El pasado sábado 23 conmemoramos 58 años de la caída de la dictadura
militarista de Marcos Pérez Jiménez.
El domingo 24 recordamos el centenario del natalicio de Rafael Caldera,
dos veces Presidente de Venezuela.
Convertido en Jefe del Estado luego de las fraudulentas elecciones de
1952, el General Pérez Jiménez tiranizó al país, en solitario, hasta que el
pueblo en la calle lo obligo a huir en madrugada. Había sido coprotagonista del
golpe que derrocó al Maestro Rómulo Gallegos
e integró la Junta Militar de Gobierno que lideró Carlos Delgado
Chalboud; tras su asesinato fue la figura fuerte en el provisorio mandato de
German Suarez Flamerich.
Intelectual excepcional, fundador del socialcristiano partido COPEI,
Caldera arribó a la Presidencia en dos ocasiones con idéntico patrón:
derrotando al candidato oficialista –Gonzalo Barrios en 1968 y Claudio Fermín
en 1993- por poquísimo margen para gobernar entonces en minoría.
Pérez Jiménez fue un dictador en toda regla. Caldera un mandatario
civilista.
El 23 de Enero, culminó con éxito la rebelión popular que en propiedad
se gestó en las catacumbas de la clandestinidad, en las prisiones y campos de
concentración del régimen –que los hubo como Guasina y Sacupana-.
El 24 nació en San Felipe, de una mujer que dos años más tarde moriría,
un niño que criado por su tía Eva, se convertiría en uno de los líderes
fundamentales de la democracia venezolana.
El 23 de Enero fue posible por la unidad de las fuerzas opositoras del
país, unidad de la cual Rafael Caldera fue uno de los más importantes
constructores.
Caldera, a quien conocí personalmente y el cual me privilegió bautizando
a mi hija Isabel, fue un convencido a todo evento de las bondades de la
democracia y del respeto que se merecían venezolanos y venezolanas. Cuando era
adolescente, le oí una frase –pronunciada tras perder una de las varias
elecciones en las cuales participó- “el pueblo nunca se equivoca” que atesoro
en mi subconsciente y que deberían entender los actuales gobernantes, a
propósito del resultado de los comicios parlamentarios del 6 de Diciembre.
El 23 de Enero de 1958, resurgió la democracia pero esta no fue adulta
hasta que Rafael Caldera asumió el poder, oportunidad en que por vez primera,
en nuestra historia como nación independiente, un opositor recibió de quienes
entonces gobernaban el mandato presidencial, de manera pacífica y sin ningún
trauma.
Cadera gobernó con un Parlamento –Congreso bicameral entonces- de
mayoría de Senadores y Diputados de la oposición, entendiéndose con ellos, para
bien común. No impugnó la proclamación de parlamentarios que le adversaban ante
un Poder Judicial cuestionado en su origen, no los insultó, no menoscabó sus
atribuciones sino que cohabitó con ellos para garantizar la gobernabilidad en
medio de una época de precios bajísimos del petróleo que promedió unos 3
dólares por barril en su primer mandato
y no llegó a 10 al final de su segundo.
Fueron muchos los que murieron en la lucha contra la dictadura
militarista, Leonardo Ruiz Pineda, Valmore Rodríguez, Alberto Carnevalli,
Antonio Pinto Salinas, entre tantos –todos líderes de Acción Democrática-,
miles los torturados, los presos políticos, los exiliados. Fueron bastantes los
que Caldera indultó en sus dos mandatos, los guerrilleros izquierdistas en el
primero, los alzados militares del 4F y el 27N, en el segundo.
El 23 de Enero el protagonista fue el pueblo unido; Caldera procuró
siempre gobernar para el pueblo.
La jornada del 23 de Enero abrió el camino de la paz democrática en
Venezuela, Caldera fue un demócrata que privilegió la paz y se esforzó por
garantizarla.
Que el espíritu unitario del 23 de Enero y el talante democrático de
Rafael Caldera sean constantes en la Venezuela que ahora nos empeñamos en
construir, es nuestro ruego a Dios hoy.
Luis Eduardo Martínez Hidalgo
vicerrector.ugma.unitec@gmail.com
@rectorunitecve
Monagas - Venezuela
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