Después de un año devastador desde el punto de
vista económico, las perspectivas para el 2016 no son nada alentadoras. Los
deprimidos precios petroleros y las escasas o inexistentes posibilidades de que
los mismos experimenten una sólida recuperación en los próximos meses, llevan a
pensar que los ingresos de divisas de este año serán muy bajos, haciendo que
continúe la restricción crítica de dólares para la realización de una serie de
operaciones externas, la importación de productos básicos como alimentos y
medicinas, entre ellas. Esto, combinado con las pocas posibilidades de
incremento de la producción local debido al diezmado aparato productivo
privado, a la ineficiencia supina de las empresas estatales, y a la imposición
de desproporcionados controles de precios y de otra índole, hará que los ya
críticos problemas de escasez y de desabastecimiento continúen a lo largo del
año, o incluso se agraven.
El descomunal desequilibrio de las finanzas
públicas, que hizo que en 2015 el déficit del sector público restringido
llegara a niveles equivalentes a cerca del 20% del PIB, y el financiamiento de
buena parte del mismo por el BCV a través de la creación masiva de dinero sin
respaldo, continuará materializándose en el presente año. Sin embargo, si el
tipo de cambio aplicado a la venta de divisas de Pdvsa al instituto emisor se
ajusta en una forma importante, aquel déficit pudiera ser menor, pero aún muy
elevado.
De continuar el manejo de la cuestión económica
como hasta ahora, los resultados de este año serán muy adversos, y en algunos
casos peores que los del 2015. La inflación sería aún mayor, con su efecto
devastador sobre la capacidad de compra de los ingresos de los venezolanos,
traduciéndose esto en un aumento aún más acentuado de la pobreza que el que ya
se produjo el año pasado.
La actividad productiva, por su parte, volvería a
mostrar una contracción muy intensa, limitando las posibilidades de trabajo y
aumentando notablemente los niveles de desempleo y subempleo. Toda esta
situación tendería a agravarse por las dificultades cada vez mayores de obtener
financiamiento externo, y el bajo nivel de reservas internacionales debido a la
dilapidación irresponsable de recursos en los años recientes, lo cual podría
llevar a una imposibilidad de seguir honrando los compromisos financieros
externos que vencen este año.
Ante un panorama tan adverso, cabe preguntarse qué
efectos podría tener el nombramiento del nuevo gabinete económico. La pregunta
no es fácil de contestar, ya que, por una parte, quienes integran el nuevo
equipo no han dado signos claros de cuál será la nueva orientación de la
política económica, aunque algunos de ellos han mostrado indicios de cierto
pragmatismo y han manifestado la necesidad de un cambio de rumbo; y, por la
otra, la persona que ahora tiene la responsabilidad de liderar ese equipo es un
manifiesto partidario y defensor de la política económica hasta ahora
implementada. Este sostiene que los males que padecemos se deben a la “guerra
económica”, que la inflación no es más que la especulación descarada de los
empresarios, que la escasez se debe al acaparamiento de estos, y que los males
actuales como se corrigen es con controles aún más estrictos y penalizaciones
más severas. De imponerse esas recomendaciones en el manejo de la cuestión
económica en los próximos meses, lo que tendremos será la profundización de la
crisis que vivimos, más escasez, inflación aún más alta, acentuación de la
pobreza y depauperación.
Ojalá, prive la sensatez y se tome conciencia de la
necesidad de dar el giro requerido en materia de política económica, con el fin
de corregir los entuertos, distorsiones y desequilibrios existentes, por más
duros que sean esos correctivos. Esa es una condición de base y un
prerrequisito para poder enrumbar en el mediano plazo al país por la deseada
senda del progreso y del desarrollo sustentable.
Pedro A. Palma,
palma.pa1@gmail.com
@palmapedroa
Caracas - Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario