Los ataques a la
nueva Asamblea, con descalificaciones impropias e infundadas decisiones
judiciales de un Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) controlado y sometido al
Ejecutivo, confirman que Maduro no va a gobernar con una Asamblea Nacional
democrática que por la vía legislativa controle sus acciones y le obligue a
respetar la Constitución Nacional.
El gobierno, en
efecto, no está dispuesto a respetar y aceptar el funcionamiento de un Poder
Legislativo que no avale sus intereses, como sumisamente lo hizo la Asamblea
Nacional del capitán Cabello, dando paso a una ingobernabilidad inconveniente
para todos, más para el mismo régimen.
Los desasosegados
anuncios de Maduro, de su minoritario grupo parlamentario y de la desorientada
dirigencia psuvista, no son para nada esperanzadores. Sus declaraciones indican
el inicio de una “guerra” entre poderes que busca aniquilar la Asamblea
Nacional, en una suerte de fujimorazo por la tangente.
Ante las propuestas
de la mayoría democrática, especialmente la relacionada con la liberación de
los presos políticos, el regreso de los exilados y la reconciliación nacional,
exigida por los venezolanos el 6D, se oyen alocados anuncios de nulidad y de
veto, aun sin conocer el texto del proyecto. Un simple “no pasará” adelanta la
vil postura de la nueva minoría en el debate sobre el proyecto que habría sido
cuidadosamente preparado por un grupo de eminentes juristas, coordinados por el
Foro Penal. Un texto elaborado conforme al Derecho Interno y a las normas de
Derecho Internacional, un parámetro fundamental para su validez y aceptación
por la comunidad internacional y los órganos internacionales que han rechazado
leyes o decretos similares dictados en algunos países, tras situaciones de
crisis y de conflicto, para proteger a los criminales y violadores de derechos
humanos.
No podría
argumentarse para su rechazo que el proyecto de artículos contradice la
obligación internacional del Estado de erradicar la impunidad, como lo han
hecho irresponsablemente algunos oficialistas. Menos aún podría afirmarse,
aunque los creativos “juristas del terror” son capaces de “construir” cualquier
disparate jurídico, que los actos a que se refiere el proyecto podrían ser
constitutivos de crímenes internacionales: de guerra o contra la humanidad o de
violaciones graves de los derechos humanos, lo que permitiría fundamentar
cualquier acción de inconstitucionalidad. Un mínimo conocimiento del Derecho
Penal Internacional y del Derecho Internacional de los Derechos Humanos hace
concluir que ello es imposible. En este caso, además, aunque los desesperados
perdedores insistan en lo contrario, los beneficiarios de la Ley o Decreto que
se adopte lejos de ser los victimarios, son las víctimas de las violaciones de
derechos humanos de parte del Estado.
Esta actitud de
bloqueo será una constante en el actuar del Ejecutivo y de su grupo minoritario
en la Asamblea. No parecen por la torpeza y arrogancia que les caracteriza
estar dispuestos a aceptar la revisión de un régimen legal que ha destruido el
país, menos aún, el debido control que el legislativo debe ejercer sobre la
gestión administrativa hasta ahora ausente en medio de una descomposición sin
precedentes.
Ante la crisis
nacional que exige un mínimo de coincidencias, la oposición democrática ha
dejado espacio al diálogo, pero no a cualquier diálogo. Es probable que haya
acercamientos para evitar mayores males que en definitiva perjudican a todos los venezolanos, pero
nunca una cohabitación como se plantea en sistemas de gobierno en otros países
en donde las reglas democráticas y la civilidad funcionan y el objetivo de los
esfuerzos es el mismo. No se trata de “perfeccionar” el modelo político del
chavismo, se trata de sustituirlo.
Los “revolucionarios”
criollos no tienen la intención de aceptar que son minoría y que los
venezolanos, incluso los que cada vez menos les apoyan, han rechazado
contundentemente el fracasado modelo comunista que predica una “nueva
economía productiva” sugerida por los
asesores españoles que vinculados a Iglesias y a Podemos, están ahora representados en el Gabinete por el
nuevo Vicepresidente para el sector económico.
Ante la imposibilidad
de que el Ejecutivo rectifique, la Asamblea tiene un solo camino, el que le
dictó el pueblo el pasado 6 de diciembre, que se expresa en la tercera acción
anunciada por la fracción parlamentaria mayoritaria, es decir, hacer todo para
que por la vía democrática, pacífica y constitucional cese el gobierno de
Nicolás Maduro en el corto plazo, lo que lejos de ser considerado como una
iniciativa golpista o montonera, expresa el legítimo derecho de los venezolanos
en ejercicio de la democracia participativa, de exigir un cambio de rumbo y un
futuro cierto.
Victor Rodriguez
Cedeño
vitoco98@hotmail.com
@vitoco98
Internacionalista
Caro ay expensive friend
ResponderEliminarComo siempre, pero mi opinioes es que no se puede ir a una negociación por negociar, hasta ahora hemos visto los puntos de agenda de la oposición. Creo que la agenda definitiva debe ser negocia y aceptada por ambas partes y presentada por los cancilleres garantes. de lo contrario cualquiera de las partes puede levantarse de la Mesa
Por ultimo la dirección técnica de la negociación no se puede limitar a tecnicismo del proyecto harvard por lo que requiere olfato político y no veo como a menos de dos semanas de unas elecciones generalas a nivel nacional se puedan sentar a la mesa de negociación
GR