El pasado diez de
marzo se conmemoró el sexagésimo cuarto aniversario del derrocamiento del
presidente cubano Carlos Prío Socarrás. A pocos meses de realizar las
elecciones en las que se elegiría a su sucesor, Fulgencio Batista Zaldívar
ejecutó la acción de fuerza, sumiendo a su país en una penosa dictadura, tal
vez tan cruel y miserable como la que le sucedió.
Sin embargo, pocos
recordaron la fecha y obviaron el hecho de que Prío Socarrás fue el último de
los Jefes de Estado cubanos electos, es decir que en la isla no existe la
posibilidad de sufragar por un Presidente desde hace casi setenta años. La
comunidad internacional no percibió ese detalle, pues estaba muy ocupada
sonriéndole a la dictadura y haciéndole carantoñas, para darse cuenta del
talante criminal de su proceder.
Por una parte, el
gobierno del presidente Obama se ha empecinado en adelantar un costoso acercamiento
con Cuba que pareciera concretarse con una visita a La Habana en los próximos
días. Lo delicado es que desde que se hizo el anuncio, la represión hacia la
disidencia cubana ha arreciado y el gobierno de Raúl Castro ha fortalecido su
política, a medida que exige a Estados Unidos, a través de medios de
comunicación oficiales, que le permita seguir profundizando su revolución, que
cese el embargo y que se anule el estatus migratorio especial para los
exiliados de ese país.
Colombia también
mantiene una dependencia hacia el gobierno cubano por el carácter de anfitrión
que juega en el cada día más polémico acuerdo de paz. Cuba aprovecha de
beneficiarse financieramente de las conversaciones y saca provecho político de
erigirse como un garante de la paz, sin que nadie pregunte por la suerte de las
Damas de Blanco, de Guillermo Fariñas y no se exijan averiguaciones sobre el
extraño accidente que costó la vida a Oswaldo Payá.
Debe rememorarse
aquella reunión de la Organización de Estados Americanos en la que los
cancilleres por unanimidad, y de pie, (incluyendo a Hillary Clinton)
aplaudieron el posible regreso de Cuba a la organización. Sin embargo, en su
típica y regular actitud de desprecio, el gobierno de Castro manifestó no estar
interesado en retornar.
Casi siete décadas
han pasado desde que los cubanos eligieron Presidente por última vez y 64 años
han transcurrido desde que la voz del militarismo depuso a Carlos Prío
Socarrás, quien por cierto fue un gran aliado de Venezuela al reconocer como
Primer Ministro a la Junta Revolucionaria de Gobierno y como Presidente haber
abierto los brazos para que muchos exiliados, entre ellos Rómulo Betancourt y
Luis Beltrán Prieto Figueroa se radicaran en Cuba durante la dictadura militar
en Venezuela. Desafortunadamente, pocos
tienen tiempo de ver la historia y observar que al abuso de Batista lo
sustituyó la perpetuidad de los Castro. Pero eso parece no importar, pues al
son de la dignidad y los derechos humanos lo sustituye una macabra marcha de
desolación que parece que resulta mucho más melodiosa para los líderes del
continente.
Luis D. Alvarez V
luis.daniel.alvarez.v@gmail.com
@luisdalvarezva
Internacionalista
Caracas - Venezuela
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