La ciencia política o, lo que es lo mismo, la meditación
sobre el acontecer colectivo tiende a
establecer diferencias y velocidades en los procesos de cambio social,
cultura y, desde luego, político. Estas
reflexiones teóricas tienen un sentido práctico. Pueden ser utilizadas para el
análisis y definición de estrategias que busquen producir transformaciones en
un orden político determinado. Por ejemplo,
cuando se produce un debilitamiento de la coalición dominante y la
emergencia de una oposición con clara opción de gobierno, estamos en presencia
del inicio de un proceso de transformación de un determinado régimen político.
Ahora bien, me parece necesario hacer una distinción
entre dos resultados predecibles en el desarrollo de una crisis política.
Pudiera su desenlace, por ejemplo, originar un cambio de régimen o, también, la
restauración o reafirmación del sistema sometido a la presión transformadora.
En el primer caso, esto es, cuando el sistema sufre transformaciones
sustantivas a nivel de los valores, normas y estructura de autoridad, estamos
frente a un proceso de transición política. En la segunda opción, por el
contrario, la crisis es de proporciones limitadas.
Debo excusarme, amigo lector, por esta introducción un
tanto abstracta. Estoy intentando esclarecerme en relación a los procesos de
transformación política que comienzan a sucederse en el país. ¿Con cuál
propósito? Bueno para intentar evaluar correctamente (disculpen la pretensión)
estos acontecimientos. En concreto, aspiro poder responder estas preguntas: ¿la dinámica
política conducirá al país hacia una
transición? ¿O, por el contrario, se operara un proceso de restauración
política?
Me parecen validas estas interrogantes. Voy a referirme,
a manera de ilustración, a los
acontecimientos que se desencadenaron a partir de finales de la década de los
ochenta. Es indudable que en el país se desato una crisis que cuestiono los
fundamentos del dispositivo democrático. Existió, en consecuencia, la posibilidad de iniciar un proceso
conducente a la alteración sustantiva de este régimen. En especial de los
componentes valóricos que daban forma a la “cultura de la política”. Sin embargo,
las elites políticas no pudieron desembarazarse de sus viejos hábitos y se
malgastó la oportunidad de iniciar el proceso de transición. La crisis la
aprovecho una cúpula militar. Y, con la complacencia de vastos sectores
políticos y empresariales, restauraron
lo sustantivo del “Ancien Régime”.
Si, amigo, lector. La revolución bolivariana fue una
operación restauradora. Con un celofán político nuevo, cubrieron las viejas prácticas populistas que
prevalecían en el marco del petro estado venezolano.
De nuevo, el petro estado ha entrado en crisis. En esta
ocasión su deterioro pudiera ser la oportunidad para formular un proyecto de
transición política en los términos formulados al inicio de este escrito:
transformación sustantiva de valores, normas y estructura de autoridad.
Creo que existe una condición previa para poder iniciar
la transición deseada. Los actores del
cambio deben renovar y despojarse de las viejas costumbres y hábitos que
caracterizaban la anterior “cultura de
la política”. Esos viejos hábitos excitan la “pulsión” restauradora.
En fin esta reflexión, humildemente, tiene como finalidad
alertar sobre el peligro restaurador que se oculta en las desviaciones de
naturaleza electoral. El electoral debe estar subordinado al momento político.
Y, este último es condición necesaria
para poder llegar con éxito a las elecciones. Si los actores políticos invierten estos tiempos se ubican en la
lógica restauradora.
Cuidado, entonces, con una nueva frustración. La
ciudadanía no lo perdonaría. Las consecuencias seria desastrosas y pondrían en
peligro el transito pacifico hacia una nueva forma de ordenamiento político.
Nelson Acosta Espinoza
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64
Carabobo - Venezuela
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