jueves, 7 de abril de 2016

ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN, RECUPERAR LA CONFIANZA

En Venezuela necesitamos urgentemente recuperar la confianza en el país, en las instituciones, en las leyes, en los poderes públicos y en los gobernantes. De no hacerlo, seguiremos hundiéndonos en la anomia, y en esa especie de desesperanza cada vez más generalizada que está robándonos el coraje y la capacidad de reaccionar ante el hundimiento del país. Nos estamos acostumbrando y resignando a las colas para todo, a la ausencia de medicinas, a la escasez de casi todos los productos esenciales,  a la impunidad, a la anarquía, a la inflación, a la ineficiencia, a la inseguridad que todos los días mata decenas de compatriotas. ¿Cómo es posible que más de un millón de profesionales jóvenes se hayan ido de Venezuela o estén planificando irse porque aquí no ven futuro alguno?   Lo más grave del caso es que al Gobierno no parece importarle esta terrible hemorragia de capital humano.

La pérdida de la confianza se asienta y se sostiene en la pérdida de la dimensión ética. Estamos adormecidos por discursos grandilocuentes que no son acompañados por   acciones y políticas coherentes. Si un buen sistema económico se sustenta sobre un sistema político estable, la buena política se sustenta sobre un capital de confianza que debe, a su vez, construirse sobre convicciones y conductas éticas. Pero estas escasean cada vez más. Frente a la grandilocuencia discursiva, vemos cómo se impone la política mezquina, que busca esencialmente las conveniencias personales y grupales. Si no tengo la mínima altura moral para ser capaz de defender sin miedo principios, no tengo que esperar que los otros actúen como yo no soy capaz de hacerlo. Si voy a tener el notable desparpajo de defender hoy lo que critiqué con fuerza ayer o permitir a los míos conductas y actuaciones que critico a los rivales, mejor me siento a esperar la total erosión del capital de confianza política e institucional que nos queda.
¿Qué debemos hacer para recuperar la confianza? No es tarea fácil. La confianza toma tiempo en ser construida y muy poco en ser destruida. Con todo, es una empresa por la que vale la pena empeñar todos nuestros esfuerzos.  Para ello, es esencial asumir que el descrédito de las instituciones es directamente proporcional a la densidad ética de sus líderes. Recuperar la confianza en las instituciones pasa necesariamente por ser capaces de exigir estándares éticos más altos a los que quieren representarlas públicamente. En definitiva, recuperar la confianza pasa por asumir que el testimonio vale más que mil palabras. Lo que en general todos pedimos y necesitamos es coherencia. La credibilidad personal e institucional dependerá primeramente del testimonio que se dé en los hechos. Como hoy la palabra abunda y se multiplica por miles de nuevos medios y tecnologías, el bien más escaso es el testimonio. Cualquier discurso desprovisto de densidad testimonial no hará otra cosa que seguir el curso del descrédito de las instituciones. Es hora de los políticos ejemplares, que respalden con su vida sus palabras.  

Antonio Perez Esclarin
pesclarin@gmail.com
@pesclarin
Zulia - Venezuela


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