jueves, 7 de abril de 2016

SIXTO MEDINA, MADURO Y SUS DESACIERTOS

Abrumado por los golpes de la realidad e inmerso en un laberinto sin brújula, la improvisación se convierte en el ingrediente obligado del cóctel que elabora el gobierno de Nicolás Maduro. Y en el mundo económico, que vive de expectativas, parece un aventurero aturdido que recorre intrincados caminos sin embarcarse en rumbo concreto.
 
Venezuela es hoy –políticamente hablando- una olla de presión puesta a fuego lento, donde la intolerancia, la polarización, la exclusión y la crisis política, social y económica que sufre el pueblo condimentan la amenaza de mayores divisiones en el corto plazo y el riesgo siempre latente de nuevos episodios de violencia, donde la capital venezolana sufre un 119 homicidios por cada 100.000 habitantes, está considerada como la ciudad más violenta del planeta. La corrupción administrativa alcanza hoy niveles inadmisibles. Su práctica se ha generalizado tanto, que en el país existe la sensación de estar en presencia de un hecho normal para el que no hay mayores trabas. El chavismo de alguna manera, ha convertido en costumbre la inmoralidad. Esto significa que el mal es consustancial a un sistema autocrático.
 
Maduro en el medio de muchas dudas sobre su fuerza y conexión popular, pese a controlar el poder no vive la suprema felicidad. Los dos años que tiene ejerciendo como presidente han sido una dura batalla por sobrevivir a su mala acción de gobierno. Basta con recoger algunas opiniones para dibujar la radiografía de su política. La política económica del chavismo se ha convertido en su peor pesadilla. La inflación sigue firme a niveles muy elevados; el desabastecimiento, la escasez, la baja productividad, el aumento de los precios y la importación de alimentos, medicinas y productos básicos continúan golpeando la vida de los venezolanos...
 
El gobierno está económicamente entrampado. La mayoría de los indicadores reales son negativos, componiendo un cuadro más que preocupante: un gasto público sideral con exagerado financiamiento a cargo del Banco Central continúa sosteniendo la inflación, mientras el atraso cambiario y la falta de divisas paralizan la actividad. Tanto más grave es este cuadro por el hecho de percibirse que el gobierno no tiene un equipo económico y una política capaz de proveer las medidas que conduzcan aun encauzamiento de la situación, lo que hace es recurrir a las prácticas intimidatorias.
 
La postura oficial no  es la de reflexionar sin preconceptos acerca de qué es lo que está pasando en Venezuela y en el mundo, cosa que llevaría a revisar las propias bases fundamentales de la economía, si no que se utilizan una serie de argumentos disparatados que se refugian en recurso retorico de la “guerra económica”. Discurso en el que no cree  el 80 por ciento de los venezolanos.
 
Ante esta cruda realidad Nicolás Maduro recurre a las prácticas Intimidatorias para sembrar el temor, asustar y cohibir a los venezolanos. Hostigar y maltratar no son conductas moral ni socialmente correctas, ni aceptables. Muchos menos, cuando ellas son producto de una repudiable manera de gobernar sembrando el miedo y recurriendo constantemente a las presiones y coacciones. No se puede aceptar que se gobierne mediante el temor, la persecución o el encarcelamiento,  no sólo por sus efectos inmediatos, sino también por sus consecuencias futuras, que principalmente consisten en limitar para siempre la facultad decisoria de quienes son amedrentados o amenazados. Hay entre intimidar y amenazar una notoria relación causal, siendo generalmente la amenaza la causa y la intimidación el efecto. De allí que la república, como poder que reside en el pueblo, demande otras vías, un paso decisivo hacia objetivos trascendentes que coloque al hombre y la sociedad en el centro de la acción política.
 
Sixto Medina
sxmed@hotmail.com
@medinasixto
Miranda - Venezuela

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