¡GANARAS EL PAN CON EL SUDOR DE TU FRENTE!
El siguiente comentario lo hemos extraído de Internet, investigamos para
saber quién era el autor, sin embargo no lo encontramos, el escrito aparece de
forma anónima, sin autoría y en algunos
casos el texto aparece más corto, el escrito invita a la reflexión en dos
sentidos, lección de vida, lección para
entender las ideologías, por eso decidimos publicarlo, vale la pena leerlo, el
título que lleva esta reflexión es *CARGAR EL VENADO* dice así:
Estaba un hombre a la orilla del camino sentado en una piedra, bajo la
sombra de un frondoso huanacaxtle. Se le miraba triste, meditabundo, cabizbajo;
casi, casi a punto de soltar el llanto. Así lo encontró su compadre y amigo de
toda la vida, quien acongojado al verlo en tales fachas, le preguntó el motivo,
causa o razón que ocasionaba que él se encontrara en situación tan deprimente.
-¡Ay! Compadre-contestó el interpelado, --¡Tú comadre! ¡Tú comadre! Esta noche
la mato o la suicido, pero de que se muere, se muere.
No la amueles compadre, mejor platícame, porqué la quieres matar, a lo
mejor te puedo ayudar a encontrar una mejor solución al problema. El compadre,
después de limpiarse sus ojos todos llorosos y su nariz moquienta, empezó con
su relato.
- Mira compadre, tú sabes que somos muy pobres y en tu humilde casa la
única forma de acompañar los frijoles es con un pedazo de carne que tengo que
conseguir yendo de cacería al monte. Me tengo que ir con mi vieja escopeta,
pasar varios días de sufrimiento y penalidades, salvándome de milagro de los
peligros del monte, esquivando víboras, al tigre, etc., soportar la terrible
comezón que me producen las guiñas, garrapatas y piquetes de moscos, y por si
esto fuera poco, aguantar cómo me cala hasta los huesos el frío y la soledad de
las noches. Luego, por fin, si la suerte me socorre y logro cazar un venado,
todavía tengo que cargarlo hasta el rancho y subir la cuesta de la loma donde
está mi casa.
Todavía no alcanzo resuello cuando aparece mi señora con el cuchillo en
la mano e inmediatamente empieza a repartir el venado entre vecinos y
familiares. Que una pierna pa' doña Juana, que otra pa' doña Cleo, que este
lomito pa' mi mamá, que esto pa'llá, que esto pa'cá y a los dos o tres días
allí va tu tonto otra vez de cacería. ¡Pero ya me cansé y esta noche mínimo las
desmechoneo!
El compadre de aquél iracundo desdichado, después de meditar un momento
le dio la solución: -Invita a tu mujer a cargar el venado.
- ¿¡Qué!? -Sí, sí. Mira. Nomás no le digas las madrizas que te pones
para cargar el venado. Mejor píntasela bonito. No le hables de las espinas ni
los peligros, ni del frío ni el calor. Dile que la invitas a la cacería para
que disfrute de los bellos paisajes, del esplendor de las estrellas que te
cobijan en la noche, de los manantiales cristalinos que reflejarían
románticamente sus imágenes, de sus exquisitas aguas, del aire fresco del
monte, lleno de oxígeno, de la graciosa manera en que camina el venado, como si
fuera un bailarín de ballet, el dulce canto de los grillos y los pajarillos
silvestres, en fin.
El compadre siguió el consejo. Por supuesto la convenció. La mujer,
entusiasmada, se fue con la falda larga hasta el tobillo. Al cruzar el primer
"aguamal" se redujo a minifalda porque la prenda quedó desgarrada
entre las púas. La blusa le quedó toda "chiruda". El calzado se le
rompió por los difíciles caminos y las piedras y las espinas la hicieron
sangrar. Las "guinas" y "guachaporis" los traía por todo el
cuerpo. El sol le quemó la piel. El pelo se le maltrató: le quedó tieso y
desparramado como estropajo. Las manos le quedaron encallecidas al abrirse paso
entre el espeso monte. Toda chamagosa, estuvo a punto de sufrir un infarto al
toparse con una enorme víbora. Muerta de hambre, su imagen parecía sacada de un
cuento de ultratumba.
Por fin, después de tantos martirios, un día encontraron al venado. Ella
tuvo que contener el aliento y el hombre sigiloso, con la astucia y agilidad de
un gato, se acercó a su presa, y con la mirada de un lince localizó el blanco
justo para liquidar al escurridizo animal. ¡Bang! Y el venado había muerto. La
mujer no cabía de júbilo pensando que su sufrimiento había terminado, pero no
era así. -Ahora, mi amor, quiero que cargues el venado para que veas lo bonito
que se siente - le dijo el hombre masticando rabiosamente cada una de sus
palabras.
La mujer casi se desmaya ante la desconocida mirada asesina de su
marido, pero ante la desesperación por regresar a su hogar no tuvo aliento ni
para replicar y cargó el venado hasta su casa cruzando veredas y montañas.
Despatolada, con las piernas abiertas, jadeando y casi muerta, a punto de
tronarle el corazón, llegó y depositó el animal en la sala de su casa. Los
niños y sus amiguitos, hijos de los vecinos, salieron a recibir a sus papás
cazadores y acostumbrados a la repartición, le dijeron a su mamá con alegría: -
Mamá, apúrate a repartir el venado porque la mamá de Pepito ya está
desesperada.
- ¿Qué pedazo le llevo a mi tía?, le dijo otro. La señora, tirada en el
piso, hizo un esfuerzo sobrehumano para levantar la cabeza y con los ojos
inyectados de sangre volteó a ver a los niños y agarrando aire hasta por las
orejas, les gritó: -Este venado no me lo toca nadie y tú Pepito, ve y dile a tu
mamá que vaya mucho a traer su venado....
"REFLEXIÓN" Para valorar el esfuerzo ajeno y respetar en su
real dimensión el trabajo de los demás, todos debemos aprender a "cargar
el venado". La experiencia adquirida con el paso de los años nos ha
enseñado que solo se valora aquello que se ha adquirido como resultado de
nuestro trabajo, que solo cuidamos aquello que nos ha costado esfuerzo, sudor y
sacrificio.
Para nosotros la señora actuaba como cualquier socialista, le encantaba
repartir lo que ella no se había ganado, cuando le tocó hacerlo, se dio cuenta
del valor que tenía lo que su pareja hacía y defendió aquello que había
obtenido con mucho esfuerzo y trabajo.
Carlos Vilchez Navamuel
carlosvilcheznavamuel@gmail.com
@carlosvilchezn
Costa Rica
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