EQUIVOCADA ÓPTICA DE CAP
Mi artículo anterior sobre este tema culminó con la solicitud que le
presentó el general Peñaloza al presidente de la República de someter a Consejo
de Investigación al grupo de mayores que habían sido detenidos por planificar
una presunta insurrección militar en la guarnición de Caracas. El presidente
Pérez no lo autorizó. Su percepción sobre esa presunta conspiración era
distinta a la que tenía el general Carlos Julio Peñaloza, comandante del
Ejército, quien mantenía que dicho intento conspirativo era protagonizado por
un grupo de oficiales captados por la
izquierda radical. En cambio, el presidente Pérez estaba convencido que ese
problema había surgido como consecuencia de la tradicional lucha entre los
Altos Mandos por naturales ambiciones profesionales. Al leer el reciente libro
del general Peñaloza, “El discípulo de Fidel”, pude conocer que él tenía una
importante información sobre lo que estaba ocurriendo en el seno del Ejército.
Ignoro las causas por las cuales no logró convencer al presidente Pérez para
que se tomaran las medidas pertinentes. En ese libro, entre otras sorprendentes
informaciones, mantiene: “A mediados de los años setenta, Douglas Bravo logró
infiltrar de nuevo la Dirección de Personal del Ejercito al captar a través del
teniente coronel Ramón Santeliz Ruiz a un empleado civil apodado “Guerrita”. Su
cargo era crucial. Su labor oficial se limitaba a cumplir órdenes del Jefe del
Departamento de Personal Militar, pero en la práctica, dado el gran número de
oficiales, podía hacer sus propios nombramientos. Esta realidad la entendió
Douglas Bravo, quien le ordenó a Santeliz captarlo para el trabajo de
penetración que estaban realizando”.
Si eso fue así, no hay duda de que esa grave irregularidad fue lo que
permitió la designación de algunos capitanes y tenientes como oficiales de planta de la Academia
Militar por un tiempo de permanencia en esos cargos superior al de dos años,
como era lo normal. Así ocurrió con los tenientes Hugo Chávez Frías, Francisco
Arias Cárdenas, Miguel Ortiz Contreras, David López Rivas, Jesús Urdaneta
Hernández, Yoel Acosta Chirinos, Gustavo Pérez Issa, Raúl Isaías Baduel y
Wilfredo Ramón Silva quienes al corresponderles realizar el curso integral, de
obligatorio cumplimiento para ascender a capitán, regresaron a la Academia
Militar. De esa manera, pudieron permanecer en dicho Instituto desde 1978 a
1982, logrando captar a numerosos cadetes para la conspiración que se estaba
gestando. Así ocurrió también con los futuros capitanes: Ronald Blanco La Cruz,
Edgar Hernández Behrens, Carlos Guyón Celis, Gerardo Márquez, Miguel Rodríguez
Torres, Gimón Álvarez, Luis Valderrama Rosales, Darío Arteaga Paz, Antonio
Rojas Suárez y pare usted de contar. Por supuesto, es justo reconocer que, en
general, hubo serias fallas en los organismos de inteligencia y selección de
personal y en particular de los diferentes niveles de comando del cuerpo de
cadetes. Para colmo, los alféreces captados para la conspiración, ya con el
grado de teniente, regresaron a la Academia Militar como oficiales de planta, a
continuar su labor de captación.
En 1984, el general Carlos Julio Peñaloza fue designado director de la
Academia Militar. Después del acto protocolar hubo un brindis en el casino de
oficiales. En la recepción fungió como maestro de ceremonia el capitán Hugo
Chávez Frías, quien utilizando el micrófono le dio la bienvenida al acto. Su
manera histriónica de actuar impactó negativamente al nuevo director. A los
pocos días, en la primera visita de los familiares de los cadetes recién
admitidos, un viejo compañero de estudios del general Peñaloza le informó que
su hijo estaba siendo adoctrinado, con intenciones subversivas, por el capitán
Hugo Chávez. A partir de ese momento, el general Peñaloza trató de averiguar lo
que estaba ocurriendo en la Academia Militar, llegando a la conclusión de que
el capitán Chávez discutía de política con los cadetes. Ante esta realidad,
decidió transferirlo del Instituto, enviándolo al comando del Ejército, con el
correspondiente informe de su actuación. Nunca he entendido las razones por las
cuales no lo sancionó disciplinariamente, estando convencido como estaba que el
capitán Chávez había cometido una gravísima falta al tratar de adoctrinar
políticamente a un grupo de cadetes. Para colmo, el informe que envió el
general Peñaloza a la dirección de Personal desapareció de su expediente.
Sorprendentemente, en lugar de ser sancionado, fue enviado a comandar una unidad
de nivel compañía aislada de carros blindados
en Elorza, cargo este reservado como un reconocimiento para oficiales en
el grado de capitán, que se han distinguido por sus excelentes cualidades
profesionales. Al ascender a mayor ocupó el primer puesto de su promoción, sin
que se hubiese presentado ninguna objeción.
En 1990, los aspirantes a ocupar el ministerio de la Defensa eran el
vicealmirante Héctor Jurado Toro y el general de división Carlos Julio
Peñaloza. El presidente Pérez decidió designar al vicealmirante Jurado y el
general Peñaloza fue ratificado como comandante del Ejército. Yo fui designado
Inspector General del Ejército. El general Manuel Heinz Azpúrua fue nombrado
Jefe del Estado Mayor Conjunto. El general Carlos Santiago Ramírez, director de
Gabinete del ministerio de la Defensa. Entre este último y el general Peñaloza,
quienes eran íntimos amigos, había surgido un serio distanciamiento, como
consecuencia a la detención de los mayores en 1989. En ese año ocurrieron
hechos muy importantes que complicaron aún más las tensiones internas: la
apertura de una averiguación sumarial en el caso del fraude al Ejército por la
empresa de la señora Gardenia Martínez en medio de un gran escándalo público;
el enfrentamiento entre los generales Herminio Fuenmayor, director de
Inteligencia de las Fuerzas Armadas y el general Carlos Julio Peñaloza. El
general Peñaloza detectó que el general Fuenmayor estaba investigando, sin
autorización del presidente Pérez, el uso que se daba en el Ejército a los
fondos sobrantes de alimentación de personal. Este enfrentamiento llegó a tal
nivel que el general Peñaloza le solicitó al presidente Pérez enjuiciar al
general Fuenmayor por insubordinación. Esta situación, que se prolongó por
varios meses, produjo una permanente tensión en el Ejército y un ineficiente
desempeño de la Dirección de Inteligencia de las Fuerzas Armadas.
Esta inconveniente disputa, produjo un significativo enfriamiento en la
relación personal entre el presidente Pérez y el general Peñaloza. En esos días,
la Comisión de Política Interior del Congreso Nacional citó al general Peñaloza
para que explicara los casos de corrupción que habían sido detectados en el
Ejército. El general Peñaloza solicitó al ministro Jurado el correspondiente
permiso. En la mañana, recibí una llamada urgente del vicealmirante Jurado,
quien me ordenó localizar al general Peñaloza para informarle que el presidente
Pérez no había autorizado su presentación ante la Comisión de Política
Interior. Traté por todos los medios de hacerlo, pero el general Peñaloza no
había ido al Comando del Ejército ni tampoco se encontraba en su casa. A las
10:00 a.m., el general Peñaloza se presentó al Congreso Nacional. Fue
interceptado por el diputado Henry Ramos Allup, quien le informó que el presidente
Pérez le ordenaba no asistir a la interpelación. La respuesta del general
Peñaloza fue terminante. “Tengo la obligación constitucional de asistir a las
interpelaciones del Congreso Nacional. El presidente Pérez no me puede ordenar
incumplir esa obligación”. La interpelación del general Peñaloza incrementó aún
más el escándalo de las adquisiciones militares.
El 10 de junio llegué al Círculo
Militar cerca de las 6 p.m. Al entrar al hotel, me conseguí casualmente con el
general Peñaloza. Me dijo que tenía que hablar conmigo sobre un asunto
delicado. Me explicó que tenía una información muy bien confirmada sobre una
posible conspiración que estaba organizando un grupo de oficiales del Ejército.
Al terminar le pregunté: “¿Carlos Julio, le informaste al presidente Pérez?” Me
respondió que no, demostrando cierta molestia. Al darme cuenta de su actitud,
traté de convencerlo: “Carlos Julio, me colocas en un verdadero problema. Hazme
el favor de acompañarme a hablar con el presidente Pérez”. Se quedó pensativo varios
minutos. Al rato me respondió:” Bueno, te acompaño, pero pide tú la audiencia”.
Llamé por teléfono a Laura Robles, secretaria privada del presidente Pérez,
para solicitar la audiencia. A los quince minutos me llamó fijando la hora. A
las 8:15 p.m. el presidente Pérez nos recibió. El general Peñaloza le explicó
que el mayor Orlando Madrid Benítez, quien había logrado penetrar el grupo
conspirativo, le había informado que los mismos oficiales superiores que hacía
dos años habían sido detenidos, estaban preparando los detalles finales de una
insurrección militar. El presidente Pérez se quedó pensativo unos minutos. Su
respuesta no tuvo nada que ver con lo expuesto por el general Peñaloza.
“General, he decidido que entregue el Comando del Ejército pasado mañana. El
general Fuenmayor será reemplazado en la Dirección de Inteligencia Militar
mañana mismo”. Peñaloza y yo quedamos sorprendidos. Sin decir una palabra más,
dio por terminada la audiencia.
Fernando Ochoa Antich
fochoaantich@gmail.com
@FOchoaAntich
Caracas- Venezuela.
Excelente, super, todo bien explicado y con probrado conocimiento. Mis felicitaciones.
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