¿TRAS LA INDIFERENCIA?
Yo creo que Cristóbal Colón, al escribir esa carta a los Reyes de
España, detallando la “Tierra de Gracia” que había encontrado en su tercer
viaje, nunca llegó a pensar que tanta riqueza, potencial y zona fértil y
generosa, llegaría a convertirse, por decisión de sus propios habitantes, en
tierra estéril, pobre, improductiva y abandonada. Una conclusión adelantada de
esta columna sería que esos aborígenes ocupantes del delta del Orinoco, la
selva, las montañas y las playas de Paria y Margarita, fueron realmente más felices
que nosotros, “los civilizados venezolanos”.
Es que Colón avistó torrentes de aguas, selvas que ocultarían piedras
preciosas, playas que serían verdaderos paraísos de embeleso, perlas que
adornarían aún más la belleza. Él supo que esto no lo vería en otra parte de su
loca aventura por las Indias. ¡Cuánta magnificencia, cuánta gracia de Dios para
una región y sus ocupantes!
¿Dónde quedó escondida esa “Tierra de Gracia”?. Tal vez en nuestra
propia indiferencia, en nuestras ambiciones desmedidas, en nuestras
irresponsabilidades, en nuestros egoísmos, donde el interés de cada quien, sea
el que sea, no se integra con el bien común, con la capacidad de avizorar
realmente bienestar general por largas décadas, porque lo que importa es lo
inmediato.
Somos tierra de nadie. No hay nación, porque nuestros valores, nuestra
razón de ser como ciudadanos, nuestras tradiciones como pueblo han quedados
sepultados. Somos tierra de nadie porque no hay Estado que consolide el respeto
a lo más elemental, que es la dignidad humana. Somos tierra de nadie, porque
nuestras normas son cascarones, que no tienen aplicabilidad ni coercibilidad.
Somos tierra de nadie, porque la institucionalidad la transformaron en abuso de
poder de unos cuantos corruptos, narcotraficantes y delincuentes. Somos tierra
de nadie, porque aquí no se produce nada que no sea el robo y el ultraje. Somos
tierra de nadie porque los derechos más elementales, como la vida, la libertad,
la integridad, la salud, la educación, la vivienda y el trabajo honrado y enaltecedor,
generador de óptima calidad de existencia y de progreso, son negados para los
venezolanos. Somos tierra de nadie porque esto no es ni país, ni estado, ni
república, ni nación, ni territorio. Somos un pedazo de barro, de charco, de
lodazal, nauseabundo y desértico, donde el hambre, la miseria, la tragedia, nos
visten como menesterosos, dando ya casi lástima en todos los países del orbe,
que no se explican cómo llegamos los venezolanos a tal degradación.
Somos tierra de nadie porque eso que se llama soberanía popular, la potestad suprema y originaria del pueblo
para gobernarse de forma autónoma, sobre la cual no existe autoridad legítima
igual o superior, en otros términos, la libertad de las personas para decidir
por sí solas su propio destino en sociedad, le pasamos carta de renuncia los
venezolanos. Somos tierra de nadie porque hemos aceptado que el vacío, lo nulo,
lo desolado, sea nuestra peor desgracia desde que Colón bordeó lo que era tanta
opulencia.
Isaac Villamizar
isaacvil@yahoo.com
@isaacabogado
Tachira - Venezuela
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