Nicolás
Maduro utilizó, una vez más y de manera aviesa, la tradicional salutación de
fin de año a la Guarnición de Caracas, para plantear indebidamente aspectos
político partidistas e interpretar la
historia de la Fuerza Armada de una manera distorsionada y calumniosa. Trataré
de responder, con la natural limitación del espacio, a algunos de sus
planteamientos con el fin de que las nuevas generaciones militares conozcan la
verdadera historia de nuestra Institución. Lamentablemente, el presidente
Maduro está decidido, sea por debilidad interna en el PSUV, presión de Diosdado
Cabello o por falta de criterio, a conducir a Venezuela a un grave
enfrentamiento nacional. En lugar de convocar, como planteó inicialmente, un
diálogo con la oposición para enfrentar la grave crisis económica, considera
que el camino que debe tomar su gobierno es disminuir las funciones
constitucionales de la Asamblea Nacional, a través de maniobras leguleyas, para
distraer y tratar de evadir su absoluta responsabilidad en la tragedia que
enfrenta Venezuela. Esta realidad deben conocerla y valorarla los miembros
activos de la Fuerza Armada.
No es
cierto que “la historia de la Institución Armada se divide en dos: antes y
después de Chávez” como mantuvo Nicolás Maduro. La evolución de las Fuerzas
Armadas se desarrolla en tres períodos
claramente establecidos: pretoriano, profesional e institucional. Esa
evolución, que comienza después del triunfo de la Revolución Liberal
Restauradora en 1899, fue impulsada por numerosas generaciones militares que,
con un gran sentido patriótico, se dedicaron a crear una organización militar,
jerarquizada, disciplinada, equipada y entrenada que sirviera de base de
sustentación al naciente Estado venezolano, el cual enfrentaba un delicado
proceso de disolución, a finales del siglo XIX, como consecuencia del
caudillismo, la anarquía y las guerras civiles. El período pretoriano se
caracterizó por el absoluto predominio de la voluntad omnímoda de Juan Vicente
Gómez y la utilización del Ejército Nacional como centro de su poder. Ese
ejército pretoriano logró derrotar a los caudillos regionales e imponer la paz
en Venezuela.
La
inauguración de la Academia Militar de Venezuela en 1908 dio
inicio a una compleja situación de
tirantez entre los oficiales de campaña y los egresados de los institutos
militares: Esa tensión empezó a agravarse
a partir de 1935 a la muerte de Juan Vicente Gómez, aunque las
conspiraciones militares de 1919, 1922 y 1928, ya mostraron el malestar existente
en los oficiales jóvenes. Su mejor expresión fueron las presidencias de los
generales Eleazar López Contreras, último oficial de campaña, e Isaías Medina
Angarita, primer oficial egresado de la Academia Militar. Esa situación, y la
falta de comprensión del fenómeno por el general Medina, produjeron las causas
del golpe de Estado del 18 de octubre de 1945. Ese golpe militar va a
vincular a numerosos oficiales jóvenes con el partido Acción Democrática. La
Junta Revolucionaria de Gobierno fue constituida por 4 miembros de Acción
Democráticas, 1 independiente y 2 oficiales jóvenes. Esa vinculación va a
producir fuertes tensiones internas que condujeron al golpe de Estado del 24 de
Noviembre de 1948 y al derrocamiento del presidente Rómulo Gallegos.
A consecuencia de ese golpe de Estado, las Fuerzas
Armadas vuelven a ser centro de poder hasta el 23 de enero de 1958. El general
Marcos Pérez Jiménez fue electo presidente de la República en un proceso que se
inicia con el fraude electoral de 1952 y la elección írrita de una Asamblea
Nacional Constituyente: En 1953, fue electo por esa írrita Asamblea presidente
constitucional de Venezuela. Su gobierno se caracterizó por una importante
modernización de la infraestructura nacional y el fortalecimiento del
profesionalismo en las Fuerzas Armadas. En 1957, en vez de convocar a
elecciones, como lo establecía la constitución de 1953, decidió llamar a un plebiscito, en medio de
una fuerte crisis económica, para tratar de mantenerse en el poder. La rebelión
militar del 1° enero y el golpe de
Estado del 23 de Enero de 1958 pusieron fin a la dictadura militar.
Al ser electo Rómulo Betancourt presidente de la
República, en diciembre de 1958, surgió un
importante acercamiento entre la generación militar de ese tiempo y los
líderes de los partidos democráticos, reconociendo las Fuerzas Armadas el
principio democrático de su subordinación al poder civil, lo cual condujo a su
institucionalización y transformación de centro a factor de poder, como ocurre
en los países desarrollados. A partir de ese momento, se inició en
nuestra Organización un proceso de modernización, que la condujo a
transformarse en una prestigiosa y respetada institución del Estado. Durante
esos cuarenta años que van desde 1958 a 1998, las Fuerzas Armadas tuvo, con
aciertos y errores, trascendentes y exitosas actuaciones en el cumplimiento de
su misión constitucional. Sólo con
recordar tres de ellas son suficientes para valorar lo que significó la
Institución Armada para Venezuela en esos años: la derrota de la invasión
castro comunista a nuestro país durante las décadas de los 60 y 70, su firme posición de rechazo ante la propuesta del Acuerdo de Caraballeda en 1980 y la movilización
militar que disuadió al Estado colombiano de sus pretensiones en la
delimitación de las áreas marinas y submarinas al lograr el retiro de la
corbeta Caldas del golfo de Venezuela en agosto de 1987
Lamentablemente, ese importante proceso histórico
fue interrumpido por Hugo Chávez, quien desde el mismo inicio de su gobierno se
dedicó sistemáticamente a destruir el sentido institucional de la Fuerza
Armada, corrompiéndola y politizándola, hasta hacerla partícipe de su proyecto
ideológico como brazo armado del PSUV y corresponsable de los errores de su
gobierno. La verdad, la única verdad es que la crisis económica que vive
Venezuela no es consecuencia de la caída
del precio petrolero, ni de la supuesta
guerra económica, ni de cualquier otro invento de Maduro. Realmente, ella surge
de un desastroso manejo de la economía que ha generado un gasto público
corrupto e ineficiente que no sólo ha despilfarrado los más altos ingresos petroleros de nuestra
historia, sino que ha generado un creciente endeudamiento que supera los
200.000 millones de dólares y la peligrosa disminución de las reservas
internacionales que se expresa en la inmensa escasez de productos de primera
necesidad y en el hambre que vive
nuestro pueblo. Los miembros activos de la Fuerza Armada deben conocer estas
realidades, para no dejarse confundir con arengas patrioteras e irresponsables.
Fernando Ochoa Antich
fochoaantich@gmail.com
@FOchoaAntich
Caracas - Venezuela
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