"Seguramente
el tema central del siglo XXI será el derecho a la intimidad. Es de
trascendental importancia definir y redefinir derechos de propiedad para
proteger la privacidad en vista de la alta tecnología que, entre otras cosas,
permite vulnerarla. Pero nuevamente "no es culpa" de la tecnología
sino de la forma en que se la emplee. La alta tecnología igual que el martillo
y el mercado puede emplearse para fines morales o inmorales. Nos brindan
extraordinarias posibilidades pero de nosotros depende su buen uso."[1]
La
alta tecnología es particularmente peligrosa en manos de los gobiernos. Esto,
se puede decir, es una constante y puede sentarse como una regla general. El
gobierno es el mecanismo de compulsión y coerción por excelencia, y sus fines
se concentran fundamentalmente en dichas tareas, por ello que los gobiernos
dispongan de medios tecnológicos refinados confiere un serio riesgo al resto de
la sociedad civil. Pero, como bien dice el autor citado, no solamente el
gobierno se torna amenazante mediante el empleo de tecnología sofisticada, sino
que en numerosísimos casos, son los mismos particulares quienes se ponen en
riesgo mediante el uso que ellos mismos dan a ciertas herramientas
tecnológicas, sobre todo en materia informática, exhibiéndose de manera
imprudente en sitios tales como las redes sociales que, con su auge, han puesto
en evidencia asimismo la necesidad compulsiva de mucha gente a desnudar
literalmente toda su privacidad e intimidad. Por supuesto, el uso que se le da
a la tecnología tiene un soporte de corte teórico tras de sí:
"Hoy
día observamos tres corrientes de pensamiento que aparecen en escena con alguna
contundencia: el socialismo aplicado al medio ambiente que abarca hasta los más
mínimos resquicios de la intimidad, el "political correctness" que
proclama el relativismo cultural y el llamado socialismo de mercado que
pretende simultáneamente tener la torta y comerla. Este trípode resulta
sumamente prolífico y cala cada vez más hondo en el espíritu de numerosas
personas."[2]
El
socialismo medioambiental -como podría perfectamente denominársele-, pretende,
como bien se apunta en la cita, a interferir en la vida privada de las personas
de muchísimas maneras diferentes, pero –fundamentalmente- tratando de dictar y
de regular "qué es" lo que las personas "deben" consumir o
no, o de qué modo emplear sus respectivas propiedades, al punto de disminuir precisamente
sus derechos de propiedad al regular su uso, con pretexto de los efectos
"potenciales" o "efectivamente contaminantes" que el uso de
la propiedad privada "podría" causar en el entorno ambiental. La gran
mayoría de los "argumentos" del socialismo ambiental no son más que
meras excusas, para lograr el objetivo de siempre del socialismo en su más pura
expresión: el control y final supresión de la propiedad privada. Pero también
el tema tiene otras aristas a explorar:
"Estamos
tan acostumbrados a que los gobiernos se infiltren en la intimidad de las
personas que tiende a rechazarse la propuesta de abrogar el matrimonio civil.
En verdad, constituye un atropello que el gobierno case o "descase".
Este campo debería librarse a las partes. Arreglos contractuales libres y voluntarios
deberían acordar temas patrimoniales, uso de apellidos, custodia de los hijos,
eventuales condiciones de separación, etc. El debate divorcio-antidivorcio es
estéril y surge como consecuencia de la intervención estatal."[3]
El
matrimonio -como la mayoría de los temas que involucran a la familia- resulta
claro para nosotros que se trata de una cuestión estrictamente privada y dentro
de la órbita total de la intimidad de las personas. Los estados no tienen (no
deberían tener en rigor) ningún rol a cumplir en estos asuntos. Sin embargo, es
una de las zonas donde el intervencionismo estatal es mas aceptado que en
ninguna otra, lo cual da cuenta de hasta qué punto nuestras sociedades llevan
implícitas en su pensamiento y han incorporado en todos sus aspectos el más
amplio intervencionismo estatal, incluso en esferas que son de índole privativa
familiar como el matrimonio, y demás aspectos que bien se mencionan en la cita
precedente.
"Claro
que usar y disponer de lo propio no significa que se puedan violentar iguales
derechos de terceros. De ahí es que debe resguardarse la intimidad de cada uno.
Los actos privados que se hacen de modo tal que pretenden sustraerse del
dominio público deben ser respetados. De lo contrario, la consideración a los
distintos proyectos de vida se convertiría en pura declamación."
Es
que lo propio involucra, con total claridad, también a lo íntimo y a lo
privado, por eso el derecho de propiedad privada se extiende y comprende
naturalmente lo íntimo y privado, en una palabra intimidad y privacidad son
campos a los que pertenece la propiedad privada de cada persona. Estas zonas de
privacidad no deben ser vulneradas por ninguna persona, ni "en
nombre" de los estados, ni en nombre propio, caso contrario, no podría
hablarse de un efectivo derecho de propiedad, sino de todo lo contrario a ello.
"Claro
que si la gente anda desnuda por las playas y conversa en voz alta delante de
los demás sobre sus intimidades, resulta claro que la intención no es
resguardar nada sino más bien ventilarlo todo. De lo que se trata es de
preservar la intimidad de quienes desean mantener su vida privada fuera de los
alcances de los demás. Este derecho se desprende del derecho de propiedad sin
interferencia de extraños. Esta es la razón por la que una Constitución que se
precie de tal incluye la prohibición de entrometerse en los papeles, las
conversaciones y los lugares privados, a menos de que se trate de un
delincuente en cuyo caso se requiere de una orden judicial debidamente
justificada. La preservación de la intimidad resulta indispensable además para
la creatividad: Goethe subrayaba que "El talento germina en la
intimidad"."
En
un régimen liberal, entonces, el respeto a la intimidad y privacidad del vecino
es un derecho fundamental que debe cumplirse y hacerse cumplir por todos y cada
uno. Y, por supuesto, el gobierno ha de ser el primero en cumplirlo, ya que
normalmente es el primero en violarlo, cosa que hace con frecuencia y con
gusto.
[1]
Alberto Benegas Lynch (h). El juicio crítico como progreso. Editorial Sudamericana.
Pág. 109
[2]
A. Benegas Lynch (h) El juicio....ob. cit. pág. 177
[3]
A. Benegas Lynch (h) El juicio....ob. cit. pág. 126/127
Gabriel
Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina
Buenos
Aires- Argentina
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