Amas
de casa viven a diario sentadas en una acera, recostadas de un muro, en larga y
tediosa cola para comprar un paquete de arroz, o aceite, o lo que vendan.
La
muerte aguarda en cualquier esquina, la pobreza es extendida,como los apagones
y pésimos servicios públicos. El autoritarismo brota de cualquier funcionario
por modesto que sea su rol.
El
gobierno desconoce a los ciudadanos. No
debate con gremios ni sindicatos, menos con académicos, soluciones a aplicar a
los graves problemas que consumen la sociedad. Eso sería conciliar con
enemigos, para quienes el tratamiento ha de ser frontal y ejemplar.
A
los supuestos enemigos se les cierran
emisoras radiales y de televisión. Se les pone a la orden de tribunales de
justicia. Se instruye ajueces para que difieran audiencias, para que mantengan
políticos presos por años sin abrirles juicio alguno, o para que los sentencien
a veinte, treinta años, por lo que sea.
Se
niega la posibilidad de manifestar o reclamar reivindicaciones establecidas en una Constitución que contiene
decenas de artículos sobre Derechos Humanos.
Se
detiene arbitrariamente a periodistas o se les secuestra institucionalmente por
medio de medidas cautelares, al igual que a miles de opositores, sin haber
cometido delito alguno.
Colectivos
armados siembran el terror entre quienes
promueven la necesidad de cambio del gobierno.
Quienes
recibían armamento de todo tipo y delinquían impunemente de repente son
perseguidos, pero no uno por uno, selectivamente, para someterlos a juicios,
sino acosados en operaciones de exterminio en barriadas populares. Abiertas
ejecuciones extrajudiciales que ya sobrepasan las quinientas este año 2015.
Ese
país de las colas es también el de los secuestros, sicarios e impune tráfico de
drogas. El de bandas con armamento de
guerra, el de cárceles donde cualquier recluso carga encima una sentencia de
muerte por tan sólo estar allí.
Ese país violento y con miedo es el de un presidente que insulta a sus críticos, que llama vagos a los empresarios, que gasta en lo que le da la gana el tesoro público, que amenaza con miles de celdas para quienes protesten el resultado electoral. Pareciera un retrato de una sociedad primitiva en manos de caporales de tercera. Pareciera ficción.
Lamentablemente es verdad.
Claudio
Fermin
claudioefm@gmail.com
@claudioefermin
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