En
16 años de chavismo se ha constituido un sistema orgánico. Un todo entrelazado
en el que se articulan el Estado y el sector privado; se engranan críticos y
criticados; gobernantes y opositores; bachaqueros y bachaqueados; policías y
ladrones; herejes y creyentes; como si los dioses se hubiesen propuesto
enloquecer el país para facilitar su perdición.
Antes
de seguir, aclaro: no me refiero a supuestos entendimientos por trascorrales
para compartir la manguangua o el poder, sino que después de tanto tiempo de
despotismo es muy poco lo que queda al margen de su contaminación. El aliento
ponzoñoso del poder intoxica y envuelve al que le llega, con escasas
excepciones.
Un empresario puede tener la posición política que le provoque,
pero de algún modo posee zonas de conexión con el sistema del cual forma parte,
el epítome de lo cual es la trabazón con la maquinita distribuidora de dólares
que el gobierno controla. El tejido que hila el poder, atrapa, le guste a usted
o no.
Ocurre
también con figuras opositoras que forman parte de la administración pública,
especialmente gobernadores y alcaldes, cuyos recursos ya no se rigen por la ley
sino por las maniobras destinadas a condicionar políticamente su uso. Esta
restricción no la tienen los parlamentarios, porque no administran salvo que su
desatino los lleve a entendimientos non-sanctos.
Muchos
pueden ser los ejemplos citados para mostrar cómo se ha constituido un sistema,
un gigantesco aparato entrelazado que le da estabilidad al régimen pero que, en
una crisis terminal como la presente, amenaza con arrasar no solo con este sino
con todo. El sistema es como la Atlántida, que no tuvo la delicadeza de
hundirse por partes sino que se hundió completa, tragada por el océano en algún
punto arcano.
Cuando el régimen actual desaparezca –ojalá que en forma pacífica y constitucional–, no será el desplome de “ellos”, sino el de “ellos” y de “nosotros”, en el sentido de que el existente sistema de relaciones sociales, políticas, económicas, institucionales y culturales se derrumbará como dicen que ocurrió con el territorio de los atlantes.
Surgirá
una nueva estructura social. Será un terremoto donde muchos de los que son
primeras figuras no lo serán y muchos que no lo son, sí lo serán. En el cual
las referencias existentes serán inútiles y nuevos ideales, aspiraciones y
quimeras emergerán. No todo desaparecerá: el Ávila y el Roraima seguirán en su
sitio, pero no mucho más. Hay que prepararse para el cambio porque el cambio
duele aunque se desee y se necesite.
Carlos
Blanco G.
@carlosblancog
.
www.tiempodepalabra.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario