jueves, 29 de octubre de 2015

ISAAC VILLAMIZAR, LA UNIVERSIDAD, NO SE RINDE,

La universidad venezolana vive uno de sus momentos más críticos. Particularmente, las universidades autónomas y experimentales no subordinadas a las imposiciones gubernamentales son atacadas por diversos flancos. Ser universitario, sea docente, estudiante o trabajador, parece ya ser un estigma. Por ser instituciones donde se ejercita la pluralidad de pensamiento, la creación del conocimiento significativo, la búsqueda incesante de la verdad, el debate abierto de las ideas y la transformación del status quo, no compagina con la mediocridad, la mentira, la ideología única, la improvisación, la torpeza y la crasa ignorancia del oficialismo.

El gobierno no entiende eso de apoyarse en instituciones donde se ejercita la democracia en la elección de sus autoridades, que puedan aportar a la solución del caos, la pobreza y la ausencia de políticas serias y efectivas, dirigidas a la ingente problemática nacional. Menos aún, la universidad realmente plural no puede ser vista con ojos bonitos si allí se pregonan los valores fundamentales del ser humano, como libertad, justicia, independencia, ética, igualdad y responsabilidad.

La autonomía financiera y económica que pregona la Ley de Universidades, para que las instituciones de educación superior públicas manejen su patrimonio, en realidad es una utopía. Desde hace años el presupuesto anual aprobado por el Ministerio de Educación Universitaria y la OPSU sólo cubre la nómina y providencias estudiantiles, en forma recortada, y para los programas académicos de docencia, investigación, extensión y producción de bienes y servicios, son prácticamente inexistentes en la estructura presupuestaria partidas que aseguren el desenvolvimiento normal de la universidad. Claro está, si se trata de una universidad pública donde sus autoridades son designadas por la discrecionalidad del Ejecutivo Nacional, allí sí se destinan mayores recursos, que, ciertamente, por la muy dudosa calidad de su enseñanza y de su producto de egresados, podríamos decir, son dineros que poco contribuyen a la formación de profesionales capacitados idóneamente para el desarrollo del país.
Una universidad con presupuesto deficitario, con profesores y personal muy mal remunerados, con una investigación castrada en recursos, con laboratorios obsoletos, con una infraestructura deteriorada, con ausencia de insumos y equipos, y amenazada con una inflación galopante, monstruosa y empobrecedora, ve cómo su talento, sus docentes, sus profesionales y sus alumnos emigran, ya sea a instituciones privadas o hacia oportunidades más atractivas en el extranjero. El gobierno, digámoslo así, está vaciando a las mejores universidades. Los recursos que ellas requieren están comprometidos en la campaña electoral, en el despilfarro, en las compras militares, en las limosnas de los programas sociales, en la corrupción, en los contratos públicos ilícitos y en todo aquello que pueda contribuir a hacer permanecer en el poder a un sistema totalmente colapsado.
Lejos estamos de estar en la cúspide mundial de una educación universitaria que cumpla con parámetros internacionales de calidad, pertinencia e innovación. Porque este gobierno quiere condenar a la universidad nacional al ostracismo y a la clausura. Pero los universitarios comprometidos no estamos dispuestos a declarar la rendición de la universidad.

Isaac Villamizar
isaacvil@yahoo.com
@isaacabogado

Tachira

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