Desde hace más de tres lustros el gobierno de
Hugo Chávez, seguido y radicalizado por el heredero Nicolás Maduro, han implementado diferentas políticas sociales,
económicas y represivas con el objetivo de impedirle a la oposición instrumentar una alternativa democrática que
agrupe a todos los sectores de la población que han sido víctimas de esas
políticas, y abrirle al país una posibilidad real de cambio, hasta que después
de esa larga y negativa experiencia la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) ha dado los
pasos necesarios para enfrentar
el cerco represivo oficialista y dirigir la sociedad venezolana hacia una
factible victoria en las próximas elecciones.
Las últimas resoluciones de la Mesa de la
Unidad con la participación de los partidos políticos de la oposición y
representantes de diferentes agrupaciones de la sociedad civil, relacionadas
con la metodología para escoger los candidatos a la Asamblea Nacional y la
garantía de que habrá una mayoría de candidatos unitarios, revelan que después
de una prolongada discusión, en la que seguramente predominó la experiencia de
diferentes elecciones realizadas en
nuestro país y en otros del continente americano e incluso de Europa, la
dirección política, que busca un cambio de rumbo fundamental, puede convertirse
en una verdadera alternativa democrática.
Esta primera decisión unánime, o mejor
mayoritaria, de quienes tienen la máxima responsabilidad en la conducción de la
sociedad democrática., comienza a despejar algunas dudas acerca de la capacidad
de los venezolanos para comprender el momento difícil, por el cual
atraviesa el país después de más de 15
años de destrucción de las instituciones
de la democracia representativa, sin poder crear otras de carácter
participativo y protagónico, como se le ofreció y estampó en la Constitución
Nacional de 1999.
Las violaciones a la Constitución vigente,
por parte del Presidente de la República con anuencia de otros Poderes Públicos
que se le subordinan, demuestra la tendencia autoritaria del Jefe del Estado y
los peligros que corremos los venezolanos de que se instaure un régimen
militarista, que imponga verticalmente un pensamiento único, una voluntad única
desde Miraflores, si la misma sociedad venezolana no es capaz de oponerle una
alternativa democrática. Por eso la trascendencia de la resolución de la Mesa
de Unidad de abrirle a Venezuela una real oportunidad de cambio, presentando
candidatos unitarios en las próximas elecciones.
Y aunque el mandado no está hecho, no sólo
porque se requiere ejecutar esa política en cada Estado del país, donde algunas aspiraciones individuales, legítimas
en muchos casos, no vean con claridad y madurez el problema nacional, que si
bien más del 80% de los encuestados manifiesta inconformidad con las políticas
del gobierno, Maduro y Cabello son
derrotables, todavía no están derrotados, hasta que se cuenten los votos. Los
dirigentes regionales requieren visión de país, unidad y amplitud para el
triunfo.
Afortunadamente las planchas y los candidatos a los circuitos electorales, además de ser plurales, reflejan una imagen de unidad, de políticos, empresarios, estudiantes, sindicalistas y académicos, hombres y mujeres de prestigio y reconocida probidad y coraje para enfrentar las amenazas y la represión policial y judicial oficialista.
Y aunque las amenazas de Nicolás Maduro están
respaldadas por los grupos dogmáticos del viejo estalinismo, armados para
reprimir a la oposición e incluso a los disidentes del oficialismo; los militares y asesores del comunismo
cubano, que aunque su gobierno busca entenderse con los Estados Unidos, todavía
representan la anacrónica política de pretender imponer por la fuerza sus ideas
y mantener sus privilegios al margen del Estado de Derecho, el mundo les ha
cambiado sorpresiva e inesperadamente. La Venezuela de hoy no sólo cuenta con
un respaldo mayoritario de la población, que aspira a un cambio democrático,
sino también con la solidaridad internacional que ha dado manifestaciones de no
apoyar un posible fraude electoral, que sería un golpe de Estado, con
consecuencias impredecibles. Todo esto –y por muchas otras razones- indica que
el cambio democrático, sin retaliaciones políticas y orientado a la
reconciliación y convivencia nacional en el que impere la justicia social, el
progreso y el bienestar, sin
discriminación, de los venezolanos, se presenta como una real y optimista posibilidad, en la conciencia del
ciudadano que acuda a votar el 6 de diciembre.
Juan Paez Avila
jpaezavila@gmail.com
@jpaezavila
Caracas
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