Fue el Papa Francisco quien, a raíz de la publicación
de un par de libros sobre las finanzas del Vaticano acuñó la elocuente frase
dirigida a la administración de la Iglesia en la que increpó a sus
colaboradores diciendo que “no se puede predicar pobreza y llevar vida de
faraón”. No es necesario pertenecer a las huestes católicas para encontrarle
profundo sentido a este mensaje.
Venezuela y su sociedad de hoy pudieran ser el objetivo del mismo.
Ello alcanza por igual a los dos lados de la
ecuación gobierno-oposición, ello atañe de la misma forma a judíos, cristianos,
católicos y ateos y ello abarca a la clase media y alta de nuestra sociedad.
Esto es válido para quienes cuentan con fortunas bien habidas y trabajadas y
para quienes han conseguido destacadas posiciones económicas a través de la corrupción,
el delito y los negocios turbios. .
Está a la vista la situación de deterioro
atroz que experimenta la calidad de vida del venezolano. Sin endilgarle culpas
a ninguno, el hecho visible es que nadie se salva de acusar el golpe de la
escasez y el desabastecimiento, ni siquiera aquellos a quienes el bolsillo les
alcanza para adquirir holgadamente lo esencial o lo superfluo a los
astronómicos precios de hoy. Resulta
imposible no palpar lo exigua que se ha vuelto la vida para la inmensísima
mayoría de los coterráneos que cuentan con ingresos limitados. Las penurias
económicas penalizan a un universo colosalmente grande de niños que se
alimentan mal y cuyos padres no logran levantar lo indispensable para atender a
su educación o salud.
Este justamente se ha convertido en el
momento en que la inclinación al oropel y al despilfarro está floreciendo
groseramente en nuestra sociedad y se transforma en una ofensa para los menos
favorecidos, cualquiera que sea su escala.
Se está volviendo usual que muchos de los nuestros exhiban
faraónicamente su bienestar, su descarada holgura, al tiempo que hacen visible
su flagrante indiferencia ante la estrechez ajena.
Nos hemos ido contaminando de una inclinación
malsana y perversa a evidenciar ante terceros cuánto algunos son favorecidos
económicamente mientras buena parte del país vive en la mas abyecta escasez. No
hay distinción en el origen del dinero.
Fiestas de costos astronómicos con niveles de sofisticación ofensivos
sirven hoy para enrostrar equivocadamente el éxito personal y se constituyen en
una bofetada para un país que sufre penurias generalizadas y atroces.
Es hora de reflexionar sobre los mensajes
papales y de hacer lo propio, cuando el país se desangra y nuestros hermanos
sufren.
Beatriz
De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
Miranda
- Venezuela
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