Chávez
no fue un “súper hombre”. En realidad fue solamente la consecuencia de un
“súper ciclo de commodities”.
"Commoditie" es un término que se
refiere a las materias primas. El más importante es el petróleo. También lo son
el trigo, soya, metales como el oro o el cobre y muchas otras materias primas
tanto agrícolas como minerales.
Entre 1860 y 2012 se experimentaron cuatro
súper ciclos este tipo. En cada uno de ellos los precios y la demanda de los
¨commodities" gozaron de un gran auge por un período a veces superior a
los doce años. El fin del más reciente "súper ciclo de commodities"
en Latinoamérica explica los profundos
cambios políticos que están ocurriendo en países como Venezuela, Brasil y
Argentina.
Por lo que se refiere al petróleo venezolano,
nuestra cesta fue el reflejo de ese fenómeno al pasar de unos 8 dólares por
barril en 1998 hasta alcanzar unos 116 dólares en el 2008 y con algunos altibajos ubicarse en torno a
los 100, antes de desplomarse.
Chávez simplemente tuvo la suerte de estar
ahí, de coincidir con un súper ciclo, pero ciertamente fue el hombre menos
indicado para el momento más apropiado. Otro líder con más visión hubiera
entendido que una de las características fundamentales de los precios de los
hidrocarburos es su volatilidad y que lo prudente hubiera sido utilizar
aquellos recursos para propiciar una economía sustentable. Pero no, no entendió el sueño bíblico de las
siete vacas gordas y las siete vacas flacas.
Ese súper ciclo de oportunidades lo transformó
en un "súper ciclo de
populismo" que al final del día dejó al pueblo más pobre y más confundido
que antes. Lo malo es que ahora vienen las vacas flacas y los silos están
vacíos. Y lo peor es que el faraón de turno en lugar de procurar que se
invierta en mil industrias nuevas, no se le ocurre otra idea que afirmar que
tiene “mil celdas listas para el que se ponga cómico el 6D”
Es evidente que el país necesita con urgencia
un cambio de modelo. Seguimos siendo un país lleno de posibilidades y
podríamos volver a ser una nación próspera si escogemos el camino
adecuado. Padecemos una crisis inducida y
una economía asfixiada por el
socialismo y el dogmatismo. Si le
quitamos ese peso de encima que la está aplastando, ella misma tenderá a
recuperarse por simple descomprensión. De hecho, la reconstrucción misma abrirá
muchísimas oportunidades.
Si en lugar de usar el petróleo como “punta de
lanza para lograr el equilibrio del
Universo y garantizar la paz planetaria” -como pregona el Plan de la Nación-,
Chávez hubiese pensado en un modelo más sensato y en un fondo de estabilización
macroeconómica, quizá no estuviésemos pasando por este trance.
Pero ahora tendremos que reconstruir al país
sin que podamos contar con un apoyo tan generoso como el que antes tuvimos del
petróleo, porque a PDVSA la han destruido y porque en un futuro inmediato no cabe
prever que se produzcan grandes aumentos en el precio.
Lo
anterior en si mismo puede ser además de un reto una oportunidad. Ojalá hayamos
aprendido la lección de lo dañino que puede ser la extrema dependencia con
respecto al petróleo. Tenemos que desarrollar una economía más equilibrada, más
productiva, más competitiva. Tendremos que recurrir más a la iniciativa de los
particulares y a los capitales privados porque nos van a legar un estado
exhausto. Tendremos que recuperar el valor del trabajo y los valores morales y
éticos, hacer un gran esfuerzo en materia de educación y a la vez entender que
ya no vamos a poder contar con una papá gobierno que lo resuelva todo (o que le
dañe todo).
Sería delirante pensar que podemos volver a la
situación anterior. No podemos
empeñarnos en un modelo de reparto en el que ya no se produce lo que se
pretende repartir. El ingreso petrolero per cápita ha caído de manera
sustancial. Ya no alcanza. Además, el aparato productivo venezolano ha sido
gravemente diezmado.
Hay
que sincerar la economía y ofrecer confianza y seguridad jurídica. Hay que
flexibilizar el mercado laboral. De un
modelo de reparto, tenemos que pasar a uno de producción e inversión con
equidad social. Seremos un país más parecido a los demás países en los cuales
el estado vive de la nación y no la nación del estado.
Hay que reducir el tamaño del estado y hacerlo
más eficiente. Ya no podrá seguir siendo tan dadivoso, ni seguir subsidiándolo
todo, ni regalando tanto a otras naciones, ni
metiéndose en todo. Si no lo entendemos, la consecuencia será un
deterioro masivo del salario real de los venezolanos y una recesión aún peor
que la actual. Un estado elefantiásico y torpe que al gastar más allá de sus
posibilidades desataría una hiperinflación y empobrecería cada vez mas a los
ciudadanos.
No podemos seguir comiéndonos la flecha en la
autopista del planeta convencidos de que sólo nosotros vamos por la vía
correcta en tanto que todos los que vienen de frente van por el camino
equivocado. Venezuela no puede seguir
insistiendo en mantenerse aferrada a un modelo que intenta resucitar todas las
formas que sin excepción han fracasado política y económicamente en el mundo.
Jose
Toro Hardy
pepetoroh@gmail.com
@josetorohardy
Miranda
– Venezuela
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