En
estos tiempos pre transicionales, cuando el cambio se vislumbra a la vuelta de
la esquina y los poderosos de ayer ya muestran la desesperación de los
perdedores de mañana, descuidar la magna tarea de construir puentes de plata
constituye un delito de lesa humanidad. No es traición: es grandeza.
¡Qué duda cabe! La Venezuela
chavista cierra su ciclo de un cuarto de siglo en medio de un país en ruinas
que humea devastado. Consumido por la inautenticidad, la farsa, el despropósito.
Habiendo cumplido fielmente la orden que llevaban los comandantes golpistas en
sus intenciones desde muchos años antes del 4 de febrero de 1992, – todos
ellos, sin excepción ninguna – de arrasar con ella. Siguiendo al pie de la
letra la consigna que Hitler les impusiera a los oficiales de sus fuerzas
armadas alemanas al invadir territorio soviético enemigo: Gleich dem Boden
machen! En mala traducción: Arrasar con todo.
No tengo ningún prurito en confesar
que ante la inmensa, la inconmensurable gravedad del daño cometido por estos
farsantes armados contra la República, los cientos de miles de jóvenes de
nuestras barriadas asesinados por la guerra azuzada por el gansterismo
castrocomunista – Chávez y Arias Cárdenas, a la cabeza de los militares felones
que traicionaron su juramento, seguidos por la cohorte de secuaces que se
cebaron sobre los bienes de la República y llevan dieciséis años disfrutando de
sus iniquidades – con el auxilio de civiles sin Dios ni Ley, castrocomunistas
todos ellos, que han llegado al extremo de traicionar a la Patria, entregándole
nuestra soberanía a la tiranía cubana, merecen el mayor castigo que el Código
Penal, civil y militar dispongan para tal efecto. Y que si, respetando la
tradición instaurada por el Libertador cuando declarase la Guerra a Muerte
contra los enemigos de la recién fundada República, el castigo debiera ser
proporcional a la magnitud del crimen, que lo sea. Para recuperar nuestra honra
de Nación y sentar un precedente inolvidable. Que las Naciones, en inolvidable
frase de Winston Churchill, se forjan con sangre, sudor y lágrimas. No merecen
ningún perdón.
Dicho lo cual no puedo dejar de
recordar el también imperecedero ejemplo forjado por Gonzalo Fernández de
Córdoba, conquistador de Nápoles, con justicia llamado El Gran Capitán
(1453-1515), el más grande de todos los soldados españoles del Siglo de oro,
quien según narración del toledano Melchor de Santa Cruz de Dueñas solía
exclamar: “al enemigo que huye, hacedle la puente de plata.” La frase haría
historia en boca de los dos más grandes escritores españoles: Cervantes, en El
Quijote expresaría la voluntad del ingenioso caballero que “ no tiene condición
ni es de parecer de los que dicen que al enemigo que huye, hacedle la puente de
plata”. Y Lope de Vega, que en La
estrella de Sevilla le hace afirmar a uno de sus personajes: “que al enemigo se
ha de hacer puente de plata.”
El fiscal Franklin Nieves no fue el primero ni será el último de los cómplices y obsecuentes servidores de la Injusticia que huye del campo de batalla. Ahora, que el barco hace aguas, ya plenamente conscientes de que perdieron la guerra y comienzan a hundirse en el fango de la derrota. Recuerdo a Eladio Aponte Aponte y a Leamsy Salazar, que denunciaran casos incluso muchísimos más siniestros de la Justicia del Horror chavista: recuerdo particularmente las reuniones sostenidas por Hugo Chávez con Diosdado Cabello y José Vicente Rangel, en los que, en consejo de otras altas autoridades, se decidía a quienes se perseguiría, con qué cargos y bajo qué penas de condena. Hubo incluso sentencias de muerte. Ejecutadas. Como la dictada contra Danilo Anderson, el fiscal. Prohibido olvidarlo.
Ninguno de ellos tiene la
autenticidad, la densidad moral y la integridad de un auténtico revolucionario,
si los hubiera. Son matones, mafiosos, delincuentes, asaltantes, asesinos y
ladrones. Con o sin uniforme, con o sin togas y birretes, con o sin
condecoraciones, diplomas y charreteras. Como quedara de manifiesto en la
entrevista concedida por el personaje de marras al periodista mexicano de CNN,
Fernando del Rincón. Y frente a los cuales, en un supremo ejercicio de
sabiduría política, no cabe más que recordar la sentencia del Gran Capitán y
hacerles la puente de plata. Todo ahorro de sacrificios, todo acortamiento de
las penurias, todo avance hacia la restauración de la extraviada grandeza de la
República – si alguna vez la tuvo - que tales puentes faciliten merecen la más
serie consideración. Sin que ello suponga la disposición al perdón de los
crímenes, a la connivencia y colusión con los criminales, al olvido de nuestros sagrados deberes para
con la justicia.
En estos tiempos pre transicionales, cuando el cambio se vislumbra a la vuelta de la esquina y los poderosos de ayer muestran la desesperación de los perdedores de mañana, descuidar la magna tarea de construir puentes de plata constituye un delito de lesa humanidad. Los vencedores de mañana, así se encuentren aherrojados en las cárceles, vejados, sometidos y condenados, suspendidos en sus derechos y ofendidos en sus acciones deben comenzar a preparar el futuro. Y sus mejores hombres, que los hay así no sean notorios, a organizar la conquista final. Parte importante tendrán los puentes de plata. Que en la victoria, modestia. Es la mejor prueba de grandeza.
Antonio
Sanchez Garcia
sanchezgarciacaracas@gmail.com
@Sangarccs
Miranda
- Venezuela
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