La señora que vende “panelitas de San
Joaquín” en la autopista se sonríe con una cierta pena, cuando me dice que el
paquetito cuesta 250 bolívares, “todo está caro, señor”, y entonces, como para
disculparse, pasa a contarme, que ella fue el otro día con su hija y su nieta a
una tienda, en el afán de comprarle a la niñita un conjunto, y asombrada dice:
-Una
blusita y un pantaloncito: ¡18 millones de bolívares!
No se crea: la gente aún no se habitúa a eso
del bolívar fuerte, y lo cierto es que esa es la verdadera devaluación: una
suma con la que se compraba un apartamento al momento de Chávez comenzar su
mandato, ese es el precio hoy en día de un trajecito infantil.
-Aquí hay que ir a votar –reparó la señora-,
para quitarnos a esta gente de encima.
Es decir, aquí está reflejado el fenómeno del
voto castigo, y que fue el motor impulsor del proyecto político de Hugo Chávez;
unido al de la antipolítica; que ahora no está presente, porque entonces se
sentía un profundo menosprecio por nuestra clase política, y por extensión a
los partidos políticos, y hoy de nuevo la gente reconoce que “con los adecos se
vivía mejor”, dicho en términos coloquiales; es decir, se puede considerar que
se está fraguando un cierto sentimiento partidista en la conciencia de la
gente, que sería el reverso del gobierno de estos sargentones, signado por el
personalismo, y que se traduciría en este fenómeno del voto castigo, sobre
todo, incitado por el profundo malestar que se siente, no sólo por esos
precios, que no están al alcance de una vendedora ambulante, como la de la
autopista, sino además por el tipo de sacrificio, que hay que hacer para poder
conseguir las cosas, con que alimentarnos y asearnos.
La victoria de Luis Herrera Campins en el año
de 1978 estuvo motorizada por este fenómeno del voto castigo. Yo recuerdo como
la gente en los carros por puesto se permitía reírse de aquella derrota de los
adecos, y esto porque el militante de AD se había vuelto muy atorrante. “Usted
parece adeco”, solía decirle la gente a cierto tipejo de condición abusadora;
unido a la fama de corrupto; pero entonces se descubrió que el copeyano era de
la misma especie, y para castigar a los copeyanos se votó por los adecos; que
fue cuando se comenzó a utilizar esa consigna de que “con los adecos se vive
mejor” bajo el gobierno de Jaime Lusinchi; rompiendo este hilo más bien Carlos
Andrés Pérez otro presidente adeco, puesto que su candidatura se tomó más bien
como una gran esperanza, es decir; que se iban a vivir los tiempos de la
Venezuela saudita de su primer gobierno, sólo que arrancó mal; no supo lograr
un consenso en torno a su gestión, en especial, para la aplicación de su famoso
plan de ajuste económico: conocido como el “paquetazo”, y al que todo el mundo
le echó la culpa del famoso sacudón del 27 de febrero de 1989, cuando lo
economistas han venido demostrando que el mismo fue el producto de quince años
de una política económica errática, que se había iniciado con el primer mandato
de Carlos Andrés Pérez, y que el propio Pérez iba a tratar de corregir, sólo
que no lo lograría, habida cuenta del demasiado saboteo, del que fue objeto su
gobierno, quizás a causa de la gran arrogancia, con la que asumió las cosas.
De modo que en estas condiciones se genera
ese fenómeno del voto castigo, que va a favorecer mucho a Chávez; precedido,
además, por su aureola de militar golpista; pues no se olvide que este es un
pueblo que cree mucho en el poder de las botas; por aquello de que lo que
necesita nuestra sociedad es mano dura: se vuelven locos sus ciudadanos, si se
los deja solos, y de allí que Vallenilla Lanz considerara a Gómez como el
“loquero de Venezuela”; incluso, a nivel de sus clases más ilustradas, que
fueron las más entusiasmadas en llevar a Chávez al poder, y entonces uno por
allá descubrió que “Chávez es de una ignorancia delirante”; “que Chávez lo que
tiene es un basurero en la cabeza”, y así sucesivamente, cosas relacionadas con
su poca preparación para ejercer su función de estadista, y hasta que por
último se escuchó decir: “ya que yo lo traje, ahora lo tumbo”, y, en efecto, lo
logró aquel lejano 11 de abril de 2002, sólo que no estuvo presente una
dirigencia política orgánica a la altura de la circunstancia, y entonces se
actuó con mucho desconocimiento de la realidad, de acuerdo a las ambiciones que
se desataron en aquel momento.
Hubo una clase media que llevó a Chávez al
poder, y quien al día siguiente de haber tomado posesión éste ya estaba
arrepentida; lo cual dio lugar a la confrontación; al suicidio del país, como
fue calificado el paro cívico nacional del 2002 – 2003, que generó la
polarización social y política; que le va a permitir a Chávez despertar lo que
pudiéramos conocer como el voto populista, y digo despertó porque entonces en
los procesos electorales sucesivos, éste estimulará a aquellas masas populares,
que se habían declarado abstencionistas, producto de ese sentimiento de la
antipolítica del que hablamos al comienzo, a participar en los procesos
electorales; como una forma de lucha también, y de allí el que Chávez
considerara a dichos procesos batallas, catapultado por cualquier ingente
cantidad de petrodólares que cayó durante todo su mandato, y que le financió lo
que se conoce como el “petropopulismo”; estando de por medio, por supuesto, el
fraude continuado.
¿Cómo se llegó a tener una gran fe en los partidos políticos y en la alternancia democrática en esa Venezuela, sobre todo, de las décadas de 1960 – 1970? Se pudiera decir que la maquinaria que construyó Rómulo Betancourt a lo largo del país fue un factor fundamental; seguido de otras maquinarias como la de Copei y la de URD, y la prueba es que aún queda entre los dichos populares esa expresión de que con AD se vive mejor, y eso habiendo quedado esa maquinaria hoy reducida a menos de la mitad.
Enrique Melendez O.
melendezo.enrique@yahoo.com
@emelendezo
Miranda - Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario