RUBEN D. ACEVEDO C. |
En teoría un país
democrático no puede ni debe ser gobernado ni a las patadas ni como se le venga
en gana al presidente. Juan Manuel Santos pertenece a esa estirpe de la
oligarquía capitalina y centralista que piensa y actúa como si Colombia fuese
un objeto de su propiedad.
Se queja de que
buena parte de la opinión pública y la Oposición no validen su forma de
gobernar siendo que el disenso es normal en cualquier democracia. En el tema de
la paz, por ejemplo, en los tres años largos que han durado los encuentros con
las FARC, en vez de hacer caso a las observaciones y críticas que se le hacen a
su actitud débil y entreguista, responde reafirmándose más y más en el absurdo
empeño de ceder sin consideración a las exigencias de las FARC.
Después de mucho
insistir que no se tratarían temas de la Agenda Nacional, de que no habría
impunidad, que habrá entrega de armas, que no se modificaría la Constitución,
que su gobierno respetaría los convenios internacionales sobre Justicia,
termina dándole la espalda a esa opinión crítica al poner en marcha propuestas
como, firmar acuerdos incompletos y comprometedores como el que firmó
torpemente en La Habana dejándose llevar por la vanidad de la gloria, o los proyectos
de reforma constitucional con los que pretende alterar la separación y la
composición de los poderes públicos y dotarse de poderes sin control y sin
límites.
Los gremios del
país hicieron público la semana pasada un documento serio, bien escrito, respetuoso
y sobre todo, bien argumentado, sobre los asuntos en los que al parecer se debe
tener sumo cuidado en las negociaciones de paz. Advierten que el Estado no se
debe poner en plano de igualdad con las guerrillas porque eso significaría
deponer su legitimidad y otorgársela a los grupos irregulares.
A los empresarios
del país les preocupa con razones de peso, que el gobierno, en aras de la paz,
termine poniendo en peligro el principio de la propiedad privada, que se
negocie el modelo económico, la integralidad de nuestra Justicia y la anulación
del Congreso en su función legislativa. El Consejo Gremial Nacional llama la
atención sobre la pretensión de las guerrillas de enjuiciar a más de medio país
incluyendo a empresarios, gobernantes, dirigentes políticos, oficiales de las
Fuerzas Armadas, y que ellas terminen imponiendo su versión sobre el conflicto.
Se equivoca en grado superlativo el presidente Santos al declarar ante los
medios que recibía con agrado el respaldo de los gremios con el ánimo de enturbiar
y disolver el espíritu crítico del documento.
Asusta sobre manera
y deja muy mal sabor que los medios, de consuno, hayan omitido informar con la
debida amplitud sobre el contenido del documento en cuestión. Tal parece que lo
expresado en ese texto no vale la pena que sea conocido por la sociedad, peor
aún, que el silenciamiento de los medios sea una expresión de un grosero y
cínico control de los medios por parte de un gobernante que ha dado pruebas
fehacientes de sus artes y mañas para engañar, cambiar el sentido de las
nociones y de las palabras, manipular los resultados electorales con altas
dosis de “mermelada”, y ahora con su total indiferencia ante el oso
protagonizado en La Habana el pasado 23 de septiembre.
El control de los
medios con publicidad oficial de verdad que es una de los peores legados de
este doble mandato. Representa el peligro de entrar en la onda chavista que
destruye su misión con garrote o con zanahoria según las circunstancias, y
justificando la anulación de la libertad de prensa con el peregrino argumento
de defender la libertad de prensa “juiciosa y responsable”.
Estamos pues, ante
un mandatario y un gobierno sordo al clamor nacional mayoritario para que se firme la paz pero sin caer en el
entreguismo subyacente en la filosofía del filósofo Sergio Jaramillo. Estamos
ante un presidente que ha convertido el ideal de la paz en un tema personal
como si estuviera jugando su billetera en un casino y no la suerte de un país
que mira con temor que por satisfacer a una guerrilla prepotente su jefe de
gobierno produzca el quiebre de la institucionalidad y una división irreparable
de las fuerzas políticas y sociales que han defendido la institucionalidad.
http://ventanaabierta.blogspirit.com/archive/2015/10/25/presidente-santos-colombia-no-es-suya-3058591.html
Enviado a nuestros
correos por
Ruben Dario Acevedo
Carmona
rdaceved@unal.edu.co
@darioacevedoc
Colombia
Juan Carlos
Bermúdez Reyes,
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