La
obstinada resistencia de Nicolás Maduro al reconocimiento de su aislamiento
universal puede durar hasta diciembre de este año
Creo
que la correlación de fuerzas nacionales e internacionales abre la posibilidad
de una superación pacífica de la más profunda crisis social y política que
Venezuela ha sufrido jamás. Una serie de presiones irresistibles y crecientes
han llegado a socavar las bases de sustentación de la dictadura chavista. Ésta
se obstina, con pasmosa terquedad, a hacer caso omiso hasta de aquellas
presiones que, con algo de habilidad, podría manejar y aprovechar. Sin embargo,
parece posible que del choque entre las presiones y el terco inmovilismo del
régimen surja, como síntesis, un proceso de transición por etapas hacia un
restablecimiento de la democracia y una economía mixta.
Las
presiones son de dos tipos: objetivo y subjetivo. Las presiones objetivas son
el producto de tres lustros de régimen del insensato Hugo Chávez, quien cercenó
las libertades ciudadanas y estatizó frenéticamente los sectores más sanos y
productivos de la economía, poniéndolos bajo el control de elementos
burocráticos ignaros, ahuyentando a los inversionistas y causando una inmensa
fuga, no sólo de capitales (que es lo de menos), sino de cerebros venezolanos
brillantes que, por centenares de miles, se exiliaron voluntariamente en países
del Norte desarrollado, o en países acogedores y sensatos del Sur emergente.
Esa política antinacional hizo que hoy Venezuela haya vuelto a ser un país
subdesarrollado enteramente dependiente de sus importaciones desde el exterior.
El día que le fallen los dólares para importar, está perdido. Y los dólares le
fallaron, porque además de regalar irresponsablemente grandes sumas al
exterior, el régimen de Chávez permitió que su nueva burguesía burocrática
corrupta robara, o despilfarrara improductivamente, no menos de un billón (un
millón de millones, o un mil millardos) de dólares. Desde hace más de un año,
la aparatosa caída del precio del petróleo (fuente del 96 por ciento de los
ingresos externos de la República), nos ha echado en la lona de manera
dramática. Esas son las grandes presiones objetivas.
Las
subjetivas son, básicamente, las que se derivan de la indignación universal
ante los desmanes dictatoriales del régimen de Maduro, culminando en muertes,
maltratos y prisiones de opositores políticos, así como ante el espectáculo de
un país presa de la delincuencia armada, y hambreado por el desabastecimiento y
el racionamiento. El rechazo universal a tal desgobierno se amplía a medida que
escasean los petrodólares con los cuales hasta hace poco se compraban muchas
conciencias con fama de ser “progresistas”.
La
obstinada resistencia de Nicolás Maduro al reconocimiento de su aislamiento
universal (también por parte de Cuba, hoy interesada exclusivamente en su
reconciliación con el capitalismo global y con Estados Unidos) puede durar
hasta diciembre de este año, cuando las elecciones parlamentarias, que no
logrará suspender ni sabotear por completo, le infligirán una humillación
evidente a nivel mundial
Después
de eso, sólo quedará la posibilidad del inicio de un proceso de transición, que
debe esperarse que sea gradual y no violenta. En las primeras etapas seguirán
gobernando personas provenientes de la tolda chavista, pero se verán obligadas
por las necesidades y la nueva correlación de fuerzas a acoger ideas de la
oposición democrática y dar participación activa a técnicos y expertos
opositores e independientes. Más adelante, al ritmo de nuevas consultas
comiciales y nuevas realidades objetivas, el mando del país pasará a ser ejercido
por hombres y mujeres cabalmente identificados con la causa de la libertad
acompañada de igualdad y justicia.
Demetrio
Boersner
demboers@gmail.com
Caracas
- Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario