sábado, 7 de noviembre de 2015

DEMETRIO BOERSNER, PRESIONES, CONFLICTO, TRANSICIÓN

La obstinada resistencia de Nicolás Maduro al reconocimiento de su aislamiento universal puede durar hasta diciembre de este año

Creo que la correlación de fuerzas nacionales e internacionales abre la posibilidad de una superación pacífica de la más profunda crisis social y política que Venezuela ha sufrido jamás. Una serie de presiones irresistibles y crecientes han llegado a socavar las bases de sustentación de la dictadura chavista. Ésta se obstina, con pasmosa terquedad, a hacer caso omiso hasta de aquellas presiones que, con algo de habilidad, podría manejar y aprovechar. Sin embargo, parece posible que del choque entre las presiones y el terco inmovilismo del régimen surja, como síntesis, un proceso de transición por etapas hacia un restablecimiento de la democracia y una economía mixta.

Las presiones son de dos tipos: objetivo y subjetivo. Las presiones objetivas son el producto de tres lustros de régimen del insensato Hugo Chávez, quien cercenó las libertades ciudadanas y estatizó frenéticamente los sectores más sanos y productivos de la economía, poniéndolos bajo el control de elementos burocráticos ignaros, ahuyentando a los inversionistas y causando una inmensa fuga, no sólo de capitales (que es lo de menos), sino de cerebros venezolanos brillantes que, por centenares de miles, se exiliaron voluntariamente en países del Norte desarrollado, o en países acogedores y sensatos del Sur emergente. Esa política antinacional hizo que hoy Venezuela haya vuelto a ser un país subdesarrollado enteramente dependiente de sus importaciones desde el exterior. El día que le fallen los dólares para importar, está perdido. Y los dólares le fallaron, porque además de regalar irresponsablemente grandes sumas al exterior, el régimen de Chávez permitió que su nueva burguesía burocrática corrupta robara, o despilfarrara improductivamente, no menos de un billón (un millón de millones, o un mil millardos) de dólares. Desde hace más de un año, la aparatosa caída del precio del petróleo (fuente del 96 por ciento de los ingresos externos de la República), nos ha echado en la lona de manera dramática. Esas son las grandes presiones objetivas.

Las subjetivas son, básicamente, las que se derivan de la indignación universal ante los desmanes dictatoriales del régimen de Maduro, culminando en muertes, maltratos y prisiones de opositores políticos, así como ante el espectáculo de un país presa de la delincuencia armada, y hambreado por el desabastecimiento y el racionamiento. El rechazo universal a tal desgobierno se amplía a medida que escasean los petrodólares con los cuales hasta hace poco se compraban muchas conciencias con fama de ser “progresistas”.

La obstinada resistencia de Nicolás Maduro al reconocimiento de su aislamiento universal (también por parte de Cuba, hoy interesada exclusivamente en su reconciliación con el capitalismo global y con Estados Unidos) puede durar hasta diciembre de este año, cuando las elecciones parlamentarias, que no logrará suspender ni sabotear por completo, le infligirán una humillación evidente a nivel mundial

Después de eso, sólo quedará la posibilidad del inicio de un proceso de transición, que debe esperarse que sea gradual y no violenta. En las primeras etapas seguirán gobernando personas provenientes de la tolda chavista, pero se verán obligadas por las necesidades y la nueva correlación de fuerzas a acoger ideas de la oposición democrática y dar participación activa a técnicos y expertos opositores e independientes. Más adelante, al ritmo de nuevas consultas comiciales y nuevas realidades objetivas, el mando del país pasará a ser ejercido por hombres y mujeres cabalmente identificados con la causa de la libertad acompañada de igualdad y justicia.

Demetrio Boersner
demboers@gmail.com

Caracas - Venezuela 

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