Los médicos
adquieren fama por sus aciertos en diagnosticar enfermedades y curarlas. Así
debería ser con los políticos, pero lamentablemente la mayoría de la población
se entusiasma con sus buenas intenciones y promesas, no importa que vengan de
inexpertos. La diferencia no está en los médicos y en los políticos, sino en el
modo distinto en que los ciudadanos esperan soluciones en salud y en política:
el enfermo exige resultados, no le bastan buenas intenciones y promesas,
mientras que la sociedad enferma se deja encandilar y conmover por los
denunciadores políticos llenos de promesas halagadoras. Por eso muchos entregaron el país en brazos de quien nunca
había gestionado nada, ni podía demostrar un mínimo de eficiencia y resultados;
pero sabía tocar las teclas en el piano venezolano de frustraciones, ilusiones
y esperanzas.
Hay “moralistas”
que tienden a contentarse con las intenciones, pero personas de conciencia, con
solo buena intención pueden hacer (y hacen) grandes males, mientras que con
intenciones no tan nobles, se puede hacer mucho bien. También los cristianos
podemos ser ingenuos al sobrevalorar las buenas intenciones, sin exigir los
frutos correspondientes. Los males políticos y económicos exigen respuestas
efectivas expresadas en hechos y soluciones.
Por ejemplo, con intención de
hacer un bolívar fuerte terminaron devaluándolo en más de 1.000%, o por controlar un precio lo disparan hacia
arriba. La intención apenas es una
parte. En esto tienen razón los liberales cuando dicen que el “egoísmo”
concentrado en obtener buena ganancia puede llevar a un restaurante a producir
mejor comida y más barata que otro dueño bueno, pero incompetente. El egoísmo
centrado en ganar, con frecuencia da un excelente servicio al prójimo, aunque
esto choque a oídos cristianos.
Los venezolanos
tenemos que reconstruir la política produciendo resultados y no volver a jugar
a la ruleta, confiando en el mejor vendedor de ilusiones, sin honradez ni
capacidad.
Tengo un amigo que
trabajó con entusiasmo revolucionario en La Vega y puso todo el esfuerzo tras
muchos proyectos y carteles que prometían millones en mejoramientos en las
diversas zonas de este populoso conglomerado. Se fue desilusionando y se
ausentó de Caracas unos años. Al volver, la nostalgia y las amistades le
llevaron a recorrer los barrios y visitar a los amigos y se encontró con
cementerios de proyectos y tristes relatos de ineficacia y corrupción que
habían ahogado las buenas intenciones, ilusiones y necesidades de la gente.
En este momento hay
un gran desencuentro entre las necesidades políticas y las respuestas
efectivas. El punto de partida es que en Venezuela la producción política es
muy inferior a lo que necesitamos, en cantidad y en calidad. Las demandas
políticas y las ofertas distan tanto entre sí, que hay peligro de que a la
actual frustración y desesperanza la sustituya en un año otra depresión. Y esto
no se resuelve con un juego de mercado donde la población se limita a pedir y
los políticos se ajustan verbalmente a esas demandas. Hay que elevar la
productividad política de cada uno y del todo.
Este grave déficit
requiere una población políticamente productora; habrá éxito si los ciudadanos
y los dirigentes políticos se exigen, apoyan y trabajan juntos para lograr
producciones políticas y virtudes ciudadanas específicas. Hoy, luego de 16 años
de promesas, recorrer La Vega de un extremo al otro es avanzar en un basurero
continuado, con un tráfico desagradable y desordenado, sin plazas, ni árboles,
ni jardines, ni autoridad; atrapado en la inseguridad, las colas y el ruido. La
vida es precaria, pesada e ingrata, y luego de un gobierno que se autoalaba
como poder de la gente y para la gente. Es imposible avanzar si no se logra que
la propia población se siente productora de nuevos niveles de convivencia y
calidad política; productora y beneficiaria. Lo mismo ocurre en la
macropolítica nacional, en la que la producción política es más deficitaria que
la de caraotas y café.
El cambio es
posible y tenemos excelentes experiencias multiplicables. Pero es exigente y
tenemos que nacer de nuevo a la producción ciudadana, luego de tan grave desastre, que ha dejado los
anaqueles políticos arrasados y vacíos.
Luis Ugalde S.J.
lugalde@ucab.edu.ve
Caracas - Venezuela
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